Petróleo: que decidan los canarios

Cuando una puerta se cierra otra se abre y cuando se cierran todas por algún sitio habrá que respirar. La primera decisión de José Manuel Soria cuando llegó al Ministerio de Industria, Energía y Turismo fue resucitar un viejo decreto de prospecciones petrolíferas en Canarias que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero había aparcado a la vista del escaso consenso que la actividad petrolera suscitaba en unas islas que viven del turismo y que poseen uno de los medioambientes más singulares del planeta. Soria, que venía de quedarse sin formar parte del Gobierno de la comunidad autónoma de la que es natural, puso de nuevo sobre la mesa la cuestión sin un mínimo acercamiento previo a las instituciones y a la sociedad canaria para conocer su parecer. A partir de ahí el debate de las prospecciones petrolíferas de Repsol en Canaria que dura ya tres largos años no ha hecho sino enconarse con el paso del tiempo. 

Frente al “sí” del ministro al petróleo sin ofrecer nada a cambio a los canarios, salvo los riesgos de un vertido de petróleo en sus aguas y costas, surgió inmediatamente el “no” de las instituciones canarias y, de modo creciente, de una buena parte de la sociedad insular. El debate se fue envenenando a medida que Industria continuaba dando pasos en la dirección deseada por Repsol, de la que el ministro da la preocupante sensación de ser su principal portavoz y conocer al dedillo todos sus planes: informe de impacto ambiental favorable elaborado por un ministerio cuyo titular – Miguel Arias Cañete - mantenía negocios privados con empresas petroleras y autorización definitiva por parte de Industria para iniciar los sondeos. Por el camino se soslayaron las pegas y advertencias de reputados científicos sobre los riesgos de la actividad, se añadió información al expediente que nunca vio la luz pública y se pospuso convenientemente hasta después de la autorización final la consideración de las aguas elegidas para las prospecciones como Lugares de Importancia Comunitaria para su inclusión en la Red Natura 2000 de la UE. 

Tras dos años de intenso rifi rafe político entre Madrid y Canarias en el que las inquinas personales entre Soria y el presidente de la comunidad autónoma, Paulino Rivero, también han jugado un papel no poco destacado, a instancias del Gobierno de Canarias el Parlamento autonómico solicitó en febrero de 2014 autorización al Gobierno del Estado para celebrar una consulta popular en las islas en la que los ciudadanos pudieran pronunciarse a favor o en contra de la actividad petrolífera en sus aguas. Ocho meses después y como ha hecho también ante otras muchas peticiones de Canarias a las que nunca ha atendido, el Gobierno de Rajoy sigue sin responder ni en sentido afirmativo ni en sentido negativo. 

Dicho en otras palabras, ha ignorado olímpicamente una petición formal realizada por un parlamento y un gobierno legítimos sobre un asunto de especial importancia para un territorio del que parlamento y gobierno son dos de sus instituciones principales. Las únicas respuestas que han recibido las islas ante esa petición han sido las declaraciones de fin de semana del ministro Soria y de sus compañeros canarios del PP en el sentido de que Canarias no puede convocar una consulta sobre un asunto en el que no tiene competencias. Eso sí, ni Soria ni sus compañeros del PP han sido todavía capaces de explicar con convicción a la ciudadanía de estas islas las razones por las que este mismo partido rechaza de plano los sondeos en Baleares mientras los apoya en Canarias sin apenas fisuras. 

Después de esperar en vano que Rajoy rompiera su irrespetuoso silencio institucional para con Canarias, el Ejecutivo de las islas decidió apoyarse en su legislación y en sus competencias autonómicas para convocar a los ciudadanos a una consulta sobre las prospecciones. Será el 23 de noviembre y la pregunta, desvelada hoy por el presidente canario, será: “¿cree usted que Canarias debe cambiar su modelo medioambiental y turístico por las prospecciones de gas o petróleo?”. Aunque a priori no hay nada en esa pregunta que invada competencias estatales ya que la gestión del medio ambiente y el turismo son competencias autonómicas, es muy probable que el Gobierno del Estado sí responda esta vez y lo haga interponiendo un recurso de inconstitucionalidad con petición expresa de suspensión cautelar de la convocatoria. No me caben muchas dudas de que la Abogacía del Estado hará lo imposible para conseguirlo.

Sin embargo, eso no evitaría el error político de imprevisibles consecuencias que cometería el Gobierno central si cae en la tentación de establecer comparaciones con Cataluña y niega a los canarios la posibilidad de pronunciarse en las urnas sobre un asunto que les afecta directamente. Son los ciudadanos de estas islas los que asumen los riesgos de la actividad petrolera por ínfimos que le parezcan al PP. Esos mismos ciudadanos llevan tres años asistiendo a un debate enquistado sin encontrar en el Gobierno del Estado el más mínimo gesto de acercamiento ni la más mínima promesa de repensar las decisiones y negociar posibles soluciones que satisfagan a todos. Lo único que conocen hasta hoy son etéreas e increíbles promesas de empleo y riqueza escritas en el fugaz viento de las palabras del ministro Soria, de sus compañeros de filas y de los responsables de Repsol. Ya es hora de escuchar a los ciudadanos y hacerlo como se hace en cualquier democracia: a través de las urnas.

Dos futuros venturosos

Ya se oye fuerte y alto el coro de voces blancas que alaba los próximos Presupuestos Generales del Estado. Lo conforman los cargos públicos y orgánicos del PP que, todos a una, repiten como en el estribillo de una canción del verano lo que dicen Rajoy y Montoro: “estos son los presupuestos del crecimiento económico y el empleo”. Este armónico canto de esperanza y fe en la súbita recuperación económica de España, la caída del paro y la salida del Sol por poniente hace oídos sordos a las críticas de la oposición y a las advertencias de la mayoría de los analistas económicos que se empeñan, los muy malvados, en ponerle sordina a tanta alegría desbocada en las filas populares. Sin duda les mueve el deseo de aguarle la fiesta al Gobierno cuando advierten de que para que el PIB crezca el año que viene un 2% y se creen 350.000 empleos – sin entrar ahora en la calidad de esos contratos - como pronostica el Gobierno, primero tendrán que levantarse los nubarrones que se ciernen sobre Alemania, Francia e Italia y, eso a día de hoy, no hay nadie en la Unión Europea que pueda pronosticarlo y menos garantizarlo. Más bien todo lo contrario, lo que vaticina la mayoría es que los países del euro están rozando una nueva recesión que daría al traste con la música celestial que estos días entona el PP. 

Por seguir molestando también le recuerdan que si la economía no levanta el vuelo, la reforma fiscal con la que Montoro quiere convencernos de que en 2015, año de elecciones, a los españoles nos va a sobrar un pastizal en el bolsillo para gastar en fruslerías puede volverse directamente en contra, no del ministro, sino de todos nosotros en forma de nuevos recortes para cuadrar el sacrosanto déficit público. Y por ponerle una rueda más al carro triunfal de los presupuestos, advierten también de que la gigantesca deuda pública, superior ya al 100% del PIB, se va a seguir llevando la parte del león de los presupuestos por mucho que la prima de riesgo se haya ido unos meses de vacaciones a la espera del desenlace catalán, que esa es otra. En otras palabras, que no estamos ante unos verdaderos presupuestos para el crecimiento y el empleo – las inversiones públicas apenas son una anécdota en estas cuentas del Estado - sino, una vez más, para la contención del déficit caiga quien caiga y a mayor gloria de Merkel.

A Canarias, ni agua

Si bajamos de las grandes cifras del presupuesto nacional a las que tienen que ver con el reparto por comunidades autónomas, el panorama es aún más desolador para territorios como Canarias. Aquí también no han tardado en lloverle las críticas a estos presupuestos y en escucharse al mismo tiempo las voces del PP canario que las alaba con absoluto convencimiento. Después de tres años de sequía presupuestaria en los que el Gobierno de Mariano Rajoy ha hecho de su capa un sayo con compromisos adquiridos con las Islas y convenios como el de carreteras, obras hidráulicas, renovación turística, infraestructuras educativas, políticas activas de empleo, desalación de agua o subvenciones al transporte de mercancías y pasajeros, las próximas cuentas del Estado para las islas se descuelgan con 268 millones de euros, apenas un 5% más que este año en el que ya fueron paupérrimas. 

Sea porque el Gobierno de Canarias no es de la cuerda popular, sea porque no le sigue la corriente a Repsol y al ministro Soria o sea porque en Madrid creen que en estas islas nos basta y sobra una sombrilla y un bañador para ser felices, lo cierto es que estas cuentas colocan al Archipiélago en los puestos de cola de la inversión directa en las distintas comunidades autónomas. Y no parece que sea mera casualidad que entre las que más ven incrementadas sus inversiones estén aquellas en las que gobierna el PP, casos de Baleares o Murcia, o un partido primo hermano del PP, caso de Navarra. 

A pesar de contar Canarias con un régimen económico y fiscal diferenciado que obliga al Gobierno del Estado a equiparar la inversión per capita en las islas con la media nacional, las cuentas de 2015 se lo vuelven a saltar la torera al situar esa inversión casi a la cola del país, ignorando olímpicamente insularidad, lejanía y tasa de paro. A Madrid no le ha conmovido tampoco el hecho de que Canarias sea una de las autonomías más cumplidoras del déficit público o que la modificación del injusto sistema de financiación autonómico haya quedado para las calendas griegas por intereses políticos y electoralistas del PP.

La guinda

La guinda a este desafuero la acaba de poner el propio PP canario con una propuesta para reducir el IGIC – equivalente canario del IVA – en dos puntos y rebajar el tramo autonómico del IRPF de las rentas inferiores a los 53.000 euros. En esta progresiva propuesta fiscal – así la califica el propio PP – se cuidan mucho los populares de mantener congelado el tramo autonómico del IRPF para las rentas superiores a esa cantidad alegando que los ricos ya pagan demasiados impuestos en Canarias. Subirles los impuestos a los que más tienen - cabe pensar - afectaría negativamente al consumo de yates, coches de lujo, güisqui de malta y puros habanos. 

Lo que no dicen es ni cuánto dejaría de recaudar la comunidad autónoma si la propuesta se aplicara ni cómo afectaría eso a la financiación de los servicios públicos esenciales del Archipiélago, que llevan padeciendo reiterados recortes desde hace años. Con decir que la rebaja fiscal favorecería el consumo y aumentaría los ingresos y exigirle al Gobierno de Canarias que lamine el sector público autonómico cuadran el círculo presupuestario sin mayores complicaciones y se unen al coro angelical que nos promete, no uno, sino dos futuros venturosos. 

El retiro dorado de Gallardón

¿No había abandonado Alberto Ruíz – Gallardón la política? Eso al menos habíamos entendido todos cuando la semana pasada le dio con la puerta en las narices a Mariano Rajoy después de que el presidente viera la luz del consenso y retirara la reforma de la Ley del Aborto “para que el próximo gobierno no la cambie desde el minuto uno”. Pues va a ser que no, que lo de retirarse de la política que dijo el ex ministro de Justicia debió ser algo retórico que los mortales ciudadanos de a pie en nuestra torpeza habitual no supimos entender con exactitud. Cuando andábamos todos preocupados y preguntándonos qué iba a ser ahora de Gallardón, a qué iba a dedicar el tiempo libre y si tendría incluso que apuntarse en las listas del paro, llegó la respuesta a tanta inquietud. La puerta que el ex ministro parecía haber enfilado no era la de su casa sino la de otro organismo público, que giró convenientemente para darle paso y albergue. Y es que apenas cuarenta y ocho horas después de dejar la cartera de Justicia se nos aparece el ex ministro formando parte del Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid de la que fue presidente y en el que tenía un asiento reservado por si las cosas en la alta política le iban mal, como así ha sido. 

Ya quisieran para sí los cientos de miles de parados españoles que llevan años buscando empleo encontrar uno con tanta rapidez como el que le salió a Gallardón nada más salir por la puerta del Ministerio. Ahora, desde ese órgano consultivo, cuyo objetivo teórico es informar de la legalidad de los proyectos legislativos de la comunidad madrileña, Ruiz – Gallardón podrá presumir de que ganará más que como ministro y por no hacer prácticamente nada. En concreto, unos 8.500 euros brutos al mes por reunirse como mucho una vez a la semana con los colegas del Consejo Consultivo de marras y darle el visto bueno a lo que el Ejecutivo de Ignacio González guste mandar. 

Después de que su ex compañero de gabinete Cristóbal Montoro le cobre los impuestos, Ruiz Gallardón ingresará anualmente, sin contar pagas extras y otras prebendas como secretaria y coche particular, la ridícula cifra de unos 66.000 euros, lo mismo aproximadamente que un mileurista, si es que todavía queda alguno en España. Allí, en el Consejo Consultivo, podrá el ex ministro echarse incluso unas risas con otro “retirado” de la política como el socialista Joaquín Leguina, martillo de herejes y escritor de lo humano y lo divino a tiempo completo y que tampoco le hizo ascos en su momento a puesto tan bien remunerado y de tan escaso estrés tras pasar, como Gallardón, por la presidencia de la comunidad madrileña. 

Y encima y por si fuera poco, Ruiz Gallarzón se llevará ese pastizal todos los meses a casa sin tener que enfrentarse a diario a las manifestaciones y a las críticas de las organizaciones proabortistas y antiabortistas, los jueces, fiscales, secretarios judiciales, abogados, procuradores, registradores de la propiedad, funcionarios de justicia, damnificados por las tasas judiciales y bedeles de juzgados, por solo citar a algunos de los colectivos que lo han tenido presente en sus oraciones durante los últimos tres años. 

En una de sus muchas propuestas para lo que el PP llamó en su día la “racionalización” del sector público figuró la supresión de los consejos consultivos de las comunidades autónomas y el traspaso de sus competencias al Consejo de Estado. Estos órganos autonómicos son supuestamente independientes del poder ejecutivo ya que sus miembros son nombrados por parlamento regional, esto es, por las correspondientes mayorías políticas, haya o no consenso. Pero como da la casualidad de que los diputados no son alienígenas sin afiliación política, lo que suele ocurrir es que los partidos colocan en el Consejo Consultivo de turno a los suyos y así los respectivos gobiernos se evitan dolores de cabeza, pegas y trabas jurídicas de todo tipo. 

Si esto pasa en el Consejo del Poder Judicial y hasta en el Tribunal Constitucional, con un presidente que ocultó durante años su afiliación al PP, ya me dirán qué no pasará en estos consejos autonómicos que no son órganos jurisdiccionales sino meramente consultivos. Lo malo de aquella reforma que al final quedó en nada era que no pretendía dotar de medios al Consejo de Estado para que atendiera en tiempo y forma las necesidades de las comunidades autónomas, sino recentralizar competencias autonómicas por la vía del ahorro puro y duro sin ofrecer alternativas a cambio. Si entonces no prosperó la idea, ahora que Ruiz Gallardón ha aterrizado en el Consejo Consultivo de Madrid ya la puede archivar para siempre el PP en el cajón de las promesas incumplidas. A ver quién es capaz de soportar otra filípica del ex ministro si tiene que renunciar también a su retiro dorado.