Ya se oye fuerte y alto el coro de voces blancas que alaba los próximos Presupuestos Generales del Estado. Lo conforman los cargos públicos y orgánicos del PP que, todos a una, repiten como en el estribillo de una canción del verano lo que dicen Rajoy y Montoro: “estos son los presupuestos del crecimiento económico y el empleo”. Este armónico canto de esperanza y fe en la súbita recuperación económica de España, la caída del paro y la salida del Sol por poniente hace oídos sordos a las críticas de la oposición y a las advertencias de la mayoría de los analistas económicos que se empeñan, los muy malvados, en ponerle sordina a tanta alegría desbocada en las filas populares. Sin duda les mueve el deseo de aguarle la fiesta al Gobierno cuando advierten de que para que el PIB crezca el año que viene un 2% y se creen 350.000 empleos – sin entrar ahora en la calidad de esos contratos - como pronostica el Gobierno, primero tendrán que levantarse los nubarrones que se ciernen sobre Alemania, Francia e Italia y, eso a día de hoy, no hay nadie en la Unión Europea que pueda pronosticarlo y menos garantizarlo. Más bien todo lo contrario, lo que vaticina la mayoría es que los países del euro están rozando una nueva recesión que daría al traste con la música celestial que estos días entona el PP.
Por seguir molestando también le recuerdan que si la economía no levanta el vuelo, la reforma fiscal con la que Montoro quiere convencernos de que en 2015, año de elecciones, a los españoles nos va a sobrar un pastizal en el bolsillo para gastar en fruslerías puede volverse directamente en contra, no del ministro, sino de todos nosotros en forma de nuevos recortes para cuadrar el sacrosanto déficit público. Y por ponerle una rueda más al carro triunfal de los presupuestos, advierten también de que la gigantesca deuda pública, superior ya al 100% del PIB, se va a seguir llevando la parte del león de los presupuestos por mucho que la prima de riesgo se haya ido unos meses de vacaciones a la espera del desenlace catalán, que esa es otra. En otras palabras, que no estamos ante unos verdaderos presupuestos para el crecimiento y el empleo – las inversiones públicas apenas son una anécdota en estas cuentas del Estado - sino, una vez más, para la contención del déficit caiga quien caiga y a mayor gloria de Merkel.
A Canarias, ni agua
Si bajamos de las grandes cifras del presupuesto nacional a las que tienen que ver con el reparto por comunidades autónomas, el panorama es aún más desolador para territorios como Canarias. Aquí también no han tardado en lloverle las críticas a estos presupuestos y en escucharse al mismo tiempo las voces del PP canario que las alaba con absoluto convencimiento. Después de tres años de sequía presupuestaria en los que el Gobierno de Mariano Rajoy ha hecho de su capa un sayo con compromisos adquiridos con las Islas y convenios como el de carreteras, obras hidráulicas, renovación turística, infraestructuras educativas, políticas activas de empleo, desalación de agua o subvenciones al transporte de mercancías y pasajeros, las próximas cuentas del Estado para las islas se descuelgan con 268 millones de euros, apenas un 5% más que este año en el que ya fueron paupérrimas.
Sea porque el Gobierno de Canarias no es de la cuerda popular, sea porque no le sigue la corriente a Repsol y al ministro Soria o sea porque en Madrid creen que en estas islas nos basta y sobra una sombrilla y un bañador para ser felices, lo cierto es que estas cuentas colocan al Archipiélago en los puestos de cola de la inversión directa en las distintas comunidades autónomas. Y no parece que sea mera casualidad que entre las que más ven incrementadas sus inversiones estén aquellas en las que gobierna el PP, casos de Baleares o Murcia, o un partido primo hermano del PP, caso de Navarra.
A pesar de contar Canarias con un régimen económico y fiscal diferenciado que obliga al Gobierno del Estado a equiparar la inversión per capita en las islas con la media nacional, las cuentas de 2015 se lo vuelven a saltar la torera al situar esa inversión casi a la cola del país, ignorando olímpicamente insularidad, lejanía y tasa de paro. A Madrid no le ha conmovido tampoco el hecho de que Canarias sea una de las autonomías más cumplidoras del déficit público o que la modificación del injusto sistema de financiación autonómico haya quedado para las calendas griegas por intereses políticos y electoralistas del PP.
La guinda
La guinda a este desafuero la acaba de poner el propio PP canario con una propuesta para reducir el IGIC – equivalente canario del IVA – en dos puntos y rebajar el tramo autonómico del IRPF de las rentas inferiores a los 53.000 euros. En esta progresiva propuesta fiscal – así la califica el propio PP – se cuidan mucho los populares de mantener congelado el tramo autonómico del IRPF para las rentas superiores a esa cantidad alegando que los ricos ya pagan demasiados impuestos en Canarias. Subirles los impuestos a los que más tienen - cabe pensar - afectaría negativamente al consumo de yates, coches de lujo, güisqui de malta y puros habanos.
Lo que no dicen es ni cuánto dejaría de recaudar la comunidad autónoma si la propuesta se aplicara ni cómo afectaría eso a la financiación de los servicios públicos esenciales del Archipiélago, que llevan padeciendo reiterados recortes desde hace años. Con decir que la rebaja fiscal favorecería el consumo y aumentaría los ingresos y exigirle al Gobierno de Canarias que lamine el sector público autonómico cuadran el círculo presupuestario sin mayores complicaciones y se unen al coro angelical que nos promete, no uno, sino dos futuros venturosos.
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