Trump y el papanatismo

Los españoles debemos estar muy orgullosos de la prensa patria, periódicos, televisiones y radios. El histórico despliegue para cubrir las elecciones presidenciales en Estados Unidos es digno de la Marca España y nos reconcilia con las grandes cabeceras y cadenas mundiales. Los medios españoles han demostrado con este esfuerzo informativo sin precedentes lo que les preocupan las inquietudes y las esperanzas de sus lectores, espectadores y oyentes. Es un gozo periodístico insuperable echar un vistazo a las primeras páginas de los periódicos del país y encontrar en ellas la misma foto o parecida del mismo victorioso Donald Trump.

Tampoco tiene precio periodístico abrir cualquier periódico de provincias y contar hasta 20 páginas, una detrás de la otra, repletas de amplias informaciones, sesudos artículos de fondo, agudos editoriales, gráficas, diagramas, más fotos que en un bautizo y cualificadas opiniones de políticos, empresarios, gente que pasaba por allí y vendedores de helado sobre las consecuencias para el mundo y el universo de la victoria de Trump.

No pierdo la esperanza de que la próxima vez que haya elecciones en España The New York Times, Washington Post, USA Today, la Hoja del Lunes de Oregón y El Adelantado de Alabama les dediquen al menos el mismo espacio y, por supuesto, no olviden preguntar al vendedor de perros calientes de la 32 con la 40 qué opina de que Rajoy haya vuelto a ganar y de que Pedro Sánchez haya vuelto a perder.

Que no se entienda lo que digo como una crítica ni como un reproche: no estoy dando a entender que la inmensa mayoría de los medios de este país se haya pasado varios pueblos y estados con la cobertura de las elecciones en la primera potencia mundial y tal y tal. Creo que era su deber y su obligación: como señalan todas las encuestas y los estudios sociológicos más solventes, la política norteamericana es la primera preocupación de los españoles muy por delante del paro, la sanidad, los servicios sociales, los políticos y la corrupción. Conocer la marca de laca de Trump, cómo elige sus corbatas, cuál es su peluquero de cabecera o las andanzas y milagros de la nueva primera dama es de una incuestionable trascendencia histórica para el futuro de la Humanidad.

En realidad creo que muchos de estos medios podían haber hecho un mayor esfuerzo y haber publicado incluso una edición especial a todo color poco después de que se conocieran los resultados y acompañarla de un bono de descuento para una Big Mac y una Coca – Cola. La única pega es que las exquisiteces periodísticas – y ésta no hay duda que lo es y de las más sublimes que yo recuerdo – también terminan ahitando incluso a los paladares más entrenados. De ahí que, al menos por lo que a mi respecta, esté empezando ya a sentir una intensa añoranza por la dieta de chochos y pejines. 

Trump y el triunfo del miedo

La comprensible convulsión provocada por la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos puede que sea también algo precipitada. El presidente electo no asumirá el cargo hasta el 20 de enero y mientras no pise el despacho oval y empiece a tomar decisiones es aventurado suponer que pondrá en práctica todo lo que ha prometido en la campaña electoral. Es cierto que las cosas que ha dicho que piensa hacer y lo que de él se sabe no invitan precisamente a la tranquilidad.  

No es improbable que a partir del 20 de enero el mundo sea un lugar mucho más inseguro pero, como bien acaba de decir su derrotada rival Hillary Clinton, conviene esperar a ver qué hace antes de anunciar el Armagedón. No sería el primero, empezando por Obama, que incumple lo que promete en una campaña electoral. De hecho, su tono y hasta su cara de esta mañana tras asumir la victoria han tenido poco que ver con el gesto desencajado y agresivo que ha exhibido durante toda la campaña. Incluso ha tenido el detalle poco habitual en él de agradecer a su rival, a la que llegó a prometer llevarla a los tribunales, los servicios prestados al país. 

Lo que sí cabe hacer es analizar las claves que explicarían que la mayoría de los estadounidenses haya optado por él y no por la demócrata Clinton a pesar de las fallidas encuestas – también en Estados Unidos petardean los sondeos – y las previsiones de la mayoría de los analistas. De manera algo gratuita se achaca la victoria de Trump al odio, al racismo, la xenofobia y la misoginia de la América profunda que habría visto en el candidato republicano un reflejo de su propia forma de pensar. Creo que el asunto es algo más complejo: sin negar en absoluto que Trump sea un racista, xenófobo y misógino de la peor calaña la explicación de su triunfo hay que buscarla en el miedo.


No hablo tanto del miedo a los inmigrantes o a los terroristas dispuestos a llevarse por delante a cuantos más inocentes mejor, factores que probablemente también han tenido un peso importante a la hora de apoyar a Trump. Hablo del miedo a un futuro sin futuro, sin empleo o con empleos mal pagados debido a la deslocalización de las empresas que buscan en otros países mano de obra barata, con su secuela de desempleo y miseria; me refiero al miedo de enfermar y no tener dinero para una atención sanitaria decente, uno de los numerosos incumplimientos de Obama; pero hablo, sobre todo, del miedo a que América esté dejando de ser la tierra de las oportunidades que preside el ideario de Estados Unidos.

Por eso los obreros de esa América profunda  han votado mayoritariamente por Trump, no los ricos ni la clase educada del establishment que suele preferir a los demócratas. Trump supo detectar ese miedo y por eso – como hoy ha recordado un analista – hablaba tanto de comercio en sus mítines, aunque lo que los medios resaltaran fueran sus exabruptos contra las mujeres, los negros, los musulmanes o los hispanos. Trump es un declarado enemigo del libre comercio y de los tratados que ha firmado o quiere firmar Estados Unidos con China o con la Unión Europea. Sabe que sus votantes ven en la liberalización comercial y en la consiguiente deslocalización de las empresas todas las causas de sus males.

Eso explica que, antes incluso de que cantara victoria, las bolsas de medio mundo se desplomaran poniendo también de manifiesto el miedo a una vuelta de las barreras comerciales. El mérito de Trump ha sido saber identificar, exacerbar y aprovechar en su beneficio el descontento de esos trabajadores con la clase política que defiende la liberalización total pero que vive en una realidad paralela a la que ellos padecen día a día. Asi como la derrota de Clinton lo es no sólo suya sino también de un Partido Demócrata cada vez más alejado de los problemas reales de los ciudadanos, el triunfo de Trump hay que atribuírselo a él más que al Partido Republicano que, después de auparlo a la candidatura, renegó escandalizado de sus barbaridades sobre las mujeres o los inmigrantes. 

En resumen, con Trump gana el populismo a la americana con innegables puntos de conexión con el populismo a la europea. Que la líder del Frente Nacional Francés haya sido una de las primeras en enviarle su felicitación es muy ilustrativo de lo que les une. Eso es lo verdaderamente preocupante de la victoria del candidato republicano, que a ambos lados del Atlántico se imponen las soluciones de brocha gorda para problemas complejos mientras el liberalismo político y la socialdemocracia se baten en retirada. 

Grabando, grabando

Aplaudo con las orejas que el Consejo del Poder Judicial haya reconocido hoy que la Audiencia de Las Palmas y los jueces que en ella trabajan siguen bajo su jurisdicción. Empezaba a albergar  serias dudas a la vista del ruidoso silencio con el que en Madrid se han tomado hasta ahora el “Albagate”. El mismo tipo de silencio – por cierto - que guarda la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Canarias y su presidente, Antonio Doreste, como si el bochornoso asunto en cuestión estuviera ocurriendo en Nueva Zelanda.

Hablamos del juez Salvador Alba, quien parece haber descubierto a destiempo una irrefrenable vocación de ingeniero de sonido y no ha dudado en grabar a sus propios colegas a la hora del café o mientras deliberaban de los asuntos de sus respectivos negociados. En su descargo hay que decir que es una suerte para sus compañeros que Alba haya preferido grabarles las conversaciones en lugar de emplear sus habilidades en judo con ellos. El juez en cuestión comparte esta vocación grabadora con Miguel Ángel Ramírez, un prominente hombre de negocios que en sus ratos libres también preside un equipo de fútbol, demostrando que cuando se pone interés en lo que se hace hay tiempo para todo. Unas y otras grabaciones llegaron a los medios que las difundieron y transcribieron antes incluso de que lo hicieran los peritos. El consiguiente escándalo tuvo la virtud de poner de acuerdo a todos los partidos políticos, cosa pocas veces vista en los últimos tiempos.


Todos a una pidieron al Consejo del Poder Judicial que saliera del letargo y actuara por el bien de la Justicia y de la necesaria credibilidad en ella por parte de los curritos que ante un juez no tenemos perro que nos ladre. Con jueces y fiscales refunfuñando por los rincones y quejándose de manera anónima de que el ventilador los estaba literalmente cubriendo injustamente a todos de inmundicias – por no emplear otra palabra de peor olor – sólo una asociación, la de Jueces por la Democracia, dio el paso de pedir formalmente al dormido Consejo del Poder Judicial que apartara cautelarmente al frustrado ingeniero de sonido de sus labores judiciales. Más que nada porque grabar subrepticiamente a tus colegas y luego sentarte con ellos en el mismo tribunal a impartir justicia como si no hubiera pasado nada queda un poco raro, tenso y chocante.

Horas después, el Consejo tuvo a bien comunicar la apertura de un expediente disciplinario a nuestro magistrado grabador por la “posible comisión de dos faltas muy graves y una grave previstas en la Ley Orgánica del Poder Judicial”. En román paladino significa que está muy feo grabar las conversaciones con tus colegas, revelar secretos judiciales y abusar de tu autoridad como juez para perjudicar a otros compañeros con el fin de hacerle un favor a tu mecenas político.  Lo que no hace el abúlico Consejo del Poder Judicial es apartar cautelarmente al juez de la grabadora de sus funciones judiciales, que es lo que le vienen pidiendo diferentes sectores de la sociedad canaria hasta en arameo antiguo.

Todo hace indicar que el Consejo no llegará a tanto por ahora y esperará a que el caso se ventile en la vía penal, en donde Alba tendrá que aclarar su gusto por las grabadoras baratas, antes de decidir si lo manda a galeras o le paga los estudios de ingeniería. Puede que en el Consejo no sepan qué significa exactamente el término “cautelar” y haya que explicarles que por el bien de la Justicia y de la credibilidad de los ciudadanos en ella sería muy saludable e higiénico que Alba no siguiera formando parte de tribunales ni tomando decisiones judiciales de ningún tipo al menos durante una larga temporada. Con suerte hasta puede que deje la judicatura para dedicarse de lleno y en exclusiva al mundo de los sonidos.