¿Qué hay de nuevo, Luis?


La cabra tira al monte y los banqueros a la banca. El ministro de Economía, Luis de Guindos (ex de Lehman Brothers) acaba de realizar dos anuncios muy mediáticos pero que tienen truco. Vamos por partes. Ha anunciado de Guindos que va a "permitir" (ojo a la palabra: permitir) que los bancos acepten la llamada dación en pago como vía de saldar la deuda hipotecaria con una entidad financiera.

Podrán acogerse a ella familias con escasos recursos económicos, con todos sus miembros en paro y sólo para la primera residencia (habría que saber cuántas familias en esa situación tienen más de una casa). Ahora bien: la propuesta del ministro (adelantada por cierto por la patronal bancaria ¡qué casualidad), aparte de que no es ninguna novedad porque cualquier banco puede aplicarla si quiere, no va mucho más allá de elaborar un código de buenas prácticas (así lo ha llamado de Guindos) al que podrán acogerse (o no) las entidades financieras.

E incluso acogiéndose a él, nada las obliga a aceptar la dación en pago, aunque el Gobierno les ofrece generosamente la posibilidad de desgravarse fiscalmente las posibles pérdidas.  En cualquier caso, no habrá ley alguna que obligue a un banco a cobrarse la hipoteca por la vía de la dación en pago, todo dependerá de su soberana voluntad. De manera que las familias angustiadas ante la imposibilidad de hacer frente a los plazos de la hipoteca ya pueden irle rezando a San Mateo, patrón de los banqueros.

Aún hay más: ha anunciado también el ministro de Guindos la puesta en marcha de un "instrumento financiero" para que las pequeñas y medianas empresas puedan cobrar los cerca de 40.000 millones de euros que les adeudan las administraciones públicas (ayuntamientos, cabildos y comunidades autónomas).

Lo primero que se le viene a uno a la cabeza es que la Ley contra la morosidad pública aprobada en la pasada legislatura no ha servido absolutamente para nada. Sin embargo, cuando se lee la letra pequeña de esta otra propuesta del ministro empieza uno a darse cuenta de por dónde van las intenciones.

Si usted es un empresario y una administración publica le debe dinero deberá acudir a algunos de los bancos que se sumarán encantados a la propuesta del ministro para cobrarla. El banco a su vez se la cobrará al Estado, que tendrá que emitir deuda pública a interés de mercado para financiarla, y éste le pasará la factura a la administración deudora morosa.

¿Gratis? ¿Sin costes para nadie? Nada de eso. Más allá de que la operación puede tener efectos negativos sobre el déficit público, bestia negra de la política económica neoliberal, usted seguramente se quedará sin cobrar los intereses por la demora en el pago, pero el banco se llevará un pingüe interés del 6% por hacer de pagador del Estado. Los bancos, cómo no podía ser de otra manera, se frotan las manos: el Banco Central Europeo les presta dinero en régimen de barra libre al 1% y ellos lo cobran al 6%.

Da manera que, si la dación en pago sigue siendo una cuestión de voluntad bancaria y no de obligación legal y si los bancos siguen saneando sus balances por la vía de cobrarnos cinco o seis veces más caro el dinero que les prestamos al 1%, sólo cabe una pregunta: ¿Qué hay de nuevo, Luis?

Mano izquierda


En las manifestaciones del movimiento de los indignados en mayo del año pasado, el PP, entonces en la oposición, le reprochó al Gobierno del PSOE, con Alfredo Pérez Rubalcaba de ministro del Interior, no haber sido más contundente en la respuesta policial a aquella marea humana que llenó la madrileña Puerta del Sol y otras céntricas plazas españolas. 
 
Menos de un año después, el Gobierno, ahora en manos del PP, parece haber querido enmendar aquella "blandura" policial cargando indiscriminada y desproporcionadamente contra los alumnos de un instituto valenciano que protestaban por la falta de calefacción en su centro. 

A la vista de los apaleamientos y golpes de los que han sido víctimas los estudiantes que se atrevieron a protestar, la Delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana dice ahora que ella no dio orden a la policía para que actuara con tanta dureza pero el jefe policial llamó a los estudiantes "el enemigo". Por su parte, el ministro del Interior criticó por la mañana "los excesos" pero por la tarde cargó la prueba de la culpa sobre "los radicales", sin más precisiones.

 La Delegada dice ahora que se abrirá una investigación sobre lo ocurrido (ya sabemos todos en qué suelen terminar esas investigaciones) y el ministro comparecerá en el Congreso para "dar explicaciones". A la espera quedamos de una y otra cosa aunque no deberíamos hacernos demasiadas ilusiones sobre la depuración de responsabilidades. 

Preocupa pensar en la posibilidad de que la respuesta del Gobierno a las legítimas protestas de una ciudadanía cada vez más atenazada por la crisis y las duras, desequilibradas e injustas reformas puestas en marcha sea la porra policial. Para evitar males mayores, debería el Gobierno ejercer su autoridad legítima empleando más la mano izquierda y no sólo la derecha.