Del estado del bienestar a la ley de la selva


Del muy imperfecto estado del bienestar del que hemos disfrutado después de muchos esfuerzos en España estamos pasando a marchas forzadas a la ley de la selva en donde prevalecen los más fuertes, léase los más ricos.

Amparado en su mayoría absoluta y en su completa falta de sensibilidad, el Gobierno ha cargado sobre los hombros de los empobrecidos pensionistas de este país el pago de los medicamentos y hasta de las prótesis y el transporte sanitario que necesitan, por ejemplo, para acudir a rehabilitación o a recibir quimioterapia.

No contento con tamaña injusticia, que extiende al resto de la población que tenga la desgracia de ponerse enferma, el Ministerio de Sanidad excluye también de la asistencia sanitaria pública a los inmigrantes irregulares sin detenerse a pensar en los riesgos que representa la medida para la salud pública general y, por supuesto, sin un ápice de piedad para aquellos ciudadanos de otros países extracomunitarios que se han quedado sin trabajo debido a la crisis.

Nada importa, no hay valores ni principios humanitarios ni de equidad social en una derecha ultraliberal que sólo ve en el estado del bienestar un despilfarro de dinero público y no una manera – la única posible -  de redistribución de la riqueza.

Vamos a ritmo imparable hacia esa ley de la jungla en la que los más débiles, los más pobres, los enfermos y los inmigrantes tienen todas las de perder. Sólo importa tranquilizar a los mercados – los reyes de esta selva -, echar números para ahorrar y hablar del déficit y del peligro de ser intervenidos, como si no lo estuviésemos ya de hecho.

Las personas ya no importamos, nuestros proyectos vitales estorban a la hora de hacer la resta y nuestra opinión como ciudadanos importa aún menos. Sálvese quien pueda.    

Las dos cartas de Rajoy


Cuentan que, cuando el viejo líder soviético Nikita Krushev (el del zapatazo en la ONU) abandonó la dirección del Partido Comunista, escribió y lacró dos cartas dirigidas a su sucesor Leonidas Brezhnev. Al cederle el poder, le aconsejó que abriese la primera carta en cuanto se le presentase un problema de difícil solución y la segunda cuando se volviera a encontrar en la misma situación.

El primero de los grandes problemas no tardó en llegar, así que Brezhnev abrió la primera de las cartas:
 - Hágame a mi responsable de todo – decía.
 Brezhnev se zafó de sus propias responsabilidades por la vía de culpar de todos sus problemas a Krushev. Pero, pasado el tiempo, los problemas seguían ahí y Brezhnev abrió entonces la segunda carta:
 -  Siéntese y escriba otras dos cartas – ponía ésta.

No sé si Zapatero escribió o no dos cartas dirigidas a Rajoy antes de dejar La Moncloa, aunque supongamos por un momento que lo hiciera. Rajoy está justificando todas las duras e injustas medidas de su Gobierno por la "herencia recibida" y, con la excusa de que los socialistas dejaron un déficit público del 8,5% que hay que bajar "cueste lo que cueste", está laminando a marchas forzadas los cimientos del estado del bienestar: educación, sanidad y políticas sociales.

Y amenaza además con seguir por la misma senda, al menos, hasta el verano si es que para entonces queda algo que recortar, ajustar o eliminar directamente. Ya no se corta incluso para pedirnos "unos pocos euros" porque no hay dinero para pagar los servicios básicos, aunque sí lo hace y mucho para atacar con valentía el fraude fiscal (en su lugar aplica una benevolente amnistía), gravar las rentas más altas o las transacciones financieras.

Todo por culpa de la herencia de los socialistas y todo en aras de la confianza de los benditos mercados que siguen a lo suyo – especulando - como quien oye llover. Sin embargo, el argumento de la herencia recibida no durará eternamente y no tardará en llegar el momento en el que esa excusa se agotará y Rajoy tendrá que asumir sus decisiones y las consecuencias dramáticas que ya están acarreándole al país. ¿Abrirá entonces la segunda carta?