Cuentan que, cuando el viejo
líder soviético Nikita Krushev (el del zapatazo en la ONU) abandonó la
dirección del Partido Comunista, escribió y lacró dos cartas dirigidas a su
sucesor Leonidas Brezhnev. Al cederle el poder, le aconsejó que abriese la
primera carta en cuanto se le presentase un problema de difícil solución y la
segunda cuando se volviera a encontrar en la misma situación.
El primero de los
grandes problemas no tardó en llegar, así que Brezhnev abrió la primera de las
cartas:
- Hágame a mi responsable de todo – decía.
Brezhnev se zafó de sus
propias responsabilidades por la vía de culpar de todos sus problemas a
Krushev. Pero, pasado el tiempo, los problemas seguían ahí y Brezhnev abrió
entonces la segunda carta:
-
Siéntese y escriba otras dos cartas – ponía ésta.
No sé si Zapatero escribió o
no dos cartas dirigidas a Rajoy antes de dejar La Moncloa, aunque supongamos
por un momento que lo hiciera. Rajoy está justificando todas las duras e
injustas medidas de su Gobierno por la "herencia recibida" y, con la
excusa de que los socialistas dejaron un déficit público del 8,5% que hay que
bajar "cueste lo que cueste", está laminando a marchas forzadas los
cimientos del estado del bienestar: educación, sanidad y políticas sociales.
Y amenaza además con seguir
por la misma senda, al menos, hasta el verano si es que para entonces queda
algo que recortar, ajustar o eliminar directamente. Ya no se corta incluso para
pedirnos "unos pocos euros" porque no hay dinero para pagar los servicios
básicos, aunque sí lo hace y mucho para atacar con valentía el fraude fiscal
(en su lugar aplica una benevolente amnistía), gravar las rentas más altas o
las transacciones financieras.
Todo por culpa de la
herencia de los socialistas y todo en aras de la confianza de los benditos
mercados que siguen a lo suyo – especulando - como quien oye llover. Sin
embargo, el argumento de la herencia recibida no durará eternamente y no
tardará en llegar el momento en el que esa excusa se agotará y Rajoy tendrá que
asumir sus decisiones y las consecuencias dramáticas que ya están acarreándole
al país. ¿Abrirá entonces la segunda carta?
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