Vamos a contar mentiras


Mentir es parte de la condición humana, pero cuando es el poder el que miente sus efectos son devastadores porque las mentiras afectan al conjunto de la sociedad y destrozan el tácito pacto de confianza entre gobernantes y gobernados.

Las primeras mentiras

Por remontarnos sólo a las mentiras del poder desde el comienzo de la crisis, cabe recordar a Zapatero y a su gobierno empecinados en negar la complicada situación que ya se empezaba a vivir. Desde la oposición, Mariano Rajoy y el PP prometían decir la verdad a los españoles si llegaban al poder: "“Vamos a decir siempre la verdad, aunque duela, decir la verdad sin adornos ni excusas; llamar al pan, pan y al vino, vino”, proclamaban por las esquinas


Fue la única idea fuerza durante casi dos años, aunque cuando ya en campaña electoral se les requería para que explicaran sus medidas anticrisis prometieron todo lo contrario de lo que han hecho cuando han ocupado el poder.

Las mentiras del Gobierno

Eso se llama mentir y no puede ocultarlo el hecho de que Rajoy y su gobierno hayan demostrado una fecunda capacidad para el eufemismo y la tortura del leguaje: la subida de impuestos se presentó como  "una recarga temporal de solidaridad"; la brutal reforma del mercado de trabajo se vendió como "flexibilización del mercado laboral para que crezca la economía y se genere empleo"; la indecente amnistía fiscal con la que se ha premiado a los defraudadores del fisco es "una regularización de rentas y activos" y a la más que probable subida del IVA la llaman " cambio de ponderación en los impuestos al consumo". Los ejemplos son casi infinitos.

 Mentiras y rescates

Ahora, la Unión Europea – léase Berlín, el FMI, el BCE, los mercados y hasta Barak Obama – acaba de imponer un rescate al sistema financiero por importe de 100.000 millones de euros que el Gobierno denomina " línea de crédito en condiciones muy ventajosas para la banca española". Un día antes, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría aseguraba que no había ninguna decisión tomada respecto a una petición de ayuda para la banca española, que había que esperar a que los auditores externos concluyeran su trabajo para conocer la profundidad del agujero y que ni siquiera había prevista una reunión de los ministros de economía del eurogrupo.

Sólo 24 horas después se reunían los ministros y al final de la tarde se anunciaba el rescate que no se quiere llamar rescate y que nunca se iba a solicitar. Atrapado en sus propias mentiras, Rajoy acaba de asegurar en una rueda de prensa a la que ha acudido a rastras después de esconderse ayer tarde y dejar que el ministro de Economía diera la cara por él, que este rescate – perdón, generosa línea de crédito a los bancos españoles enfangados por la burbuja inmobiliaria - no tendrá consecuencias sobre el déficit público de nuestro país, lo contrario de lo que dijo ayer de Guindos.

Miente una vez más, aunque sólo fuera porque en estos tiempos de crisis nadie regala nada y menos los mercados; y miente por tanto cuando asegura que los únicos que deberán cumplir condiciones para recibir el dinero son los bancos.


El comunicado del Eurogrupo publicado ayer tarde tras la reunión de sus ministros de economía deja bien claro que se estrechará la vigilancia sobre la economía española, que queda así un poco más intervenida de lo que ya lo estaba.

Esa mayor vigilancia de los "hombres de negro" que Montoro aseguró que no iban a venir, sólo puede pasar por una nueva subida de los impuestos y una nueva dosis de ajustes y recortes del mercado laboral, las pensiones, y quién sabe si en la prestación por desempleo, la sanidad o la educación: todas las hipótesis están abiertas. Suponer que la UE permitirá que España podrá desviarse aún más del objetivo de déficit (después del ridículo de hace unos meses) a raíz de la recepción de este préstamo a los bancos – algo que Rajoy no quiso aclarar hoy – es ser un ingenuo o un mentiroso.

Y mentir es convertir un rescate en toda regla de la banca – primer paso para una intervención integral de la economía española – en una suerte de éxito de sus desvelos y los de su gobierno para sacar a España de esta situación: " Sin las reformas, hubieran intervenido el Reino de España" – ha dicho. De un plumazo echa tierra sobre su desastrosa gestión de la situación de Bankia y sus dos fallidos decretos para la reforma del sistema financiero español, como si la incompetencia y el trapisondeo políticos no estuvieran en la raíz del rescate – mejor llamarlo atraco – que nos acaban de imponer nuestros generosos socios.

Las mentiras se pagan

Se dice que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. No es el caso: los hechos y las evidencias han desmontado rápidamente el compulsivo reguero de mentiras que ha ido dejando el Gobierno en apenas seis meses en el poder. Y a la luz de la amplia experiencia reciente de lo que le ha ocurrido a los gobiernos que han mentido a sus ciudadanos, especialmente los de aquellos países que han terminado rescatados, Rajoy debería preguntarse si debería empezar a poner sus barbas en remojo. Y, al menos, no mentirse a sí mismo.

Rajoy I Taumaturgo


El gran historiador francés Marc Bloch estudió en su libro Los Reyes Taumaturgos la extendida creencia que existió en Europa hasta el siglo XIX de que los reyes podían curar enfermedades con la simple imposición de manos, de ahí lo de taumaturgos. Sin embargo, los avances de la ciencia no acabaron con la superstición.

Dos siglos después,  Mariano Rajoy se presentó a las elecciones generales en España prometiendo que su simple presencia y la de su partido en el poder bastarían para sanar la enferma economía del país. La mayoría de los españoles se lo creyó y Rajoy llegó al poder.  Convencido así de sus poderes taumatúrgicos, Rajoy no perdió ni un minuto en empezar a imponer sus manos sobre los órganos vitales de la alicaída economía nacional.

Primero tocó los impuestos, después las relaciones entre los trabajadores y sus patronos, se acercó a la educación y a la sanidad y a las comunidades autónomas y por fin puso también sus manos sobre los bancos. Pero para su desesperación y la de todos los españoles, sus denodados esfuerzos taumatúrgicos – "habrá reformas todos los viernes" – lejos de provocar algún cambio para bien en el paciente agravaron su situación: perdió el ánimo y el apetito, se volvió cada vez más irascible y sus constantes vitales acusaron un claro empeoramiento con perspectivas negativas.

Así, pasados sólo seis meses desde que Rajoy prometiera que la imposición de manos sería más que suficiente para que la economía recuperara la fortaleza perdida, nos encontramos con el paciente a las puertas de la UVI para ser entubado y conectado a respiración artificial. Si sobrevive se le someterá a una dieta extraordinariamente restrictiva que retrasará notablemente la recuperación definitiva con el agravante de que seguramente nunca podrá volver a ser el mismo de antes.

En este punto y ante este cuadro clínico, Rajoy debería empezar a admitir que para enfermedades tan graves como la de la economía española hace falta mucho más que superchería política.  

Cara y cruz de la crisis


La cara (muy dura)

El presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Carlos Dívar, tiene por costumbre pagarse con dinero de todos los contribuyentes largos fines de semana en Marbella que suelen extenderse de jueves a martes. Se aloja en hoteles de cinco estrellas, come en restaurantes de cinco tenedores en los que llega a ser el único comensal y alega que son viajes propios de la responsabilidad inherente a su alta magistratura (la cuarta del Estado, nada menos)
 
Conclusión: conciencia absolutamente tranquila, nada que reprocharse y, por supuesto, ni pasársele por la cabeza dimitir. Y lo puede hacer, porque tiene en el PP y en CiU grandes valedores que le libran del desagradable trance de dar explicaciones ante los representantes de la soberanía popular.

Añadan a esta cara (muy dura) la de los banqueros que hunden a sus entidades y a sus accionistas y se llevan millones de euros en indemnizaciones o pensiones sin que nadie les reclame responsabilidades de ningún tipo. Ellos también se libran de dar la cara (muy dura) para explicar su desastrosa gestión. Incluyan también a los que han defraudado a Hacienda y ahora resultan premiados con un perdón fiscal que es sonrojo y escarnio para los que cumplimos nuestras obligaciones y que –  ilusos – siempre pensamos que Hacienda éramos todos.

La cruz (muy pesada)

El Consejo Económico y Social (CES) ha recomendado  "acompasar" los plazos para el cumplimiento de los ajustes presupuestarios, ya que el recorte en las políticas sociales hará de la exclusión severa uno de los problemas más serios de España a medio y largo plazo, incluso una vez superada la crisis. Dice Marcos Peña, el presidente de este órgano consultivo del Gobierno, que la situación del país es "pavorosa" y reclama un entendimiento político  para repartir los "sacrificios" de forma equitativa, algo que por el momento – apostilla – no se está produciendo de ninguna manera. 

Dice también el CES que los recortes en sanidad, educación y políticas social puede llevar a convertir en crónicas la desigualdades y recuerda que en España uno de cada cuatro hogares ya está en riesgo de pobreza.

¿Exagera el CES? ¿Carga las tintas? En absoluto: simplemente constata que en esta crisis hay caras muy duras a las que los sufrimientos de quienes cargan con el peso de la cruz les es indiferente.