En bolas contra Merkel



¡Olé por los cataplines del manifestante que ayer los mostró en Atenas al mundo entero para protestar contra la visita de Merkel! Ver a este hombre en bolas correteando en la manifestación, con riesgo de ser alcanzado por una pedrada y ante la mirada atónita de unos policías forrados de pies a cabeza, ha sido como un soplo de aire fresco en medio de tanta asfixiante medida de austeridad.



Nunca antes tuvo tanto sentido la manida frase de que una imagen vale más que mil palabras: con su gesto desnudo, este manifestante ha escenificado ante el mundo los verdaderos efectos de las draconianas medidas de ajuste que se le están imponiendo al pueblo griego que, como a este hombre, ya no le queda ni lo puesto.

Su decisión de echarse a la calle en cueros es mucho más esclarecedora y pedagógica de los verdaderos efectos de la crisis que las mil cumbres de alto nivel, otras tantas reuniones históricas en Bruselas y no menos ruedas de prensa de los presuntos líderes europeos para explicar lo que piensan hacer para salir de esta situación: a él sí se le entiende y comprende con meridiana claridad, a los otros ni se les entiende ni se les comprende y cada vez son menos fiables.

Al presentarse en la manifestación en pelota picada, éste ciudadano ha dicho basta sin abrir la boca ni portar una pancarta; ha dicho basta a que las medidas contra la crisis recaigan sobre las víctimas y no sobre los culpables y basta a que se condene a toda una generación a la pobreza. Una política de la que, la principal responsable, es precisamente Merkel.

Embutida hasta el cuello en su chaqueta verde lima, la canciller se ha permitido el lujo de decirle a los griegos en sus propias narices que aún quedan muchos más sacrificios que hacer y que otros países han tardado décadas en levantarse. Y aún se quejará de que aumente como la espuma la antipatía que ella y sus políticas de espartana austeridad generan en media Europa.

No sé qué se le habrá pasado por la cabeza al ver las imágenes de este despelotado manifestante, pero supongo que, como mucho, habrá hecho uno de esos mohínes tan típicos suyos y habrá pensado que ese tipo en bolas no es más que un pobre loco que no entiende nada de macroeconomía al que no hay que prestarle ninguna atención.

Puede estar tranquila: la vergüenza ante nuestro propio cuerpo impedirá que el ejemplo de este ciudadano anónimo se extienda, aunque no estaría mal que así fuese para que los que sufrimos los efectos de su estrecha visión económica y política pudiésemos mostrar con absoluta claridad a los mercados y a los políticos que como ella obedecen ciegamente sus órdenes, hasta qué punto exacto de nuestra anatomía nos tienen sus medidas de austeridad.

Puede que en España, en donde el Gobierno cree que manifestarse con la cara tapada es delito mientras la policía oculta sus placas, lo tuviésemos algo más difícil. Protestar sin un mal taparrabos también podría ser delictivo, sobre todo ahora que Cospedal y Santamaría apuestan por rescatar la peineta y la mantilla y el perfume de incienso vaticano.

La auténtica cara de la marca España

El Gobierno y la Casa Real están muy preocupados últimamente por la imagen de España en el exterior. El Rey y el presidente se han afanado en convencer a los grandes medios internacionales de comunicación – y, a través de ellos, a los mercados – de que éste es un país obediente que hace sus deberes y en el que se puede confiar. El esfuerzo, sin embargo, está resultando baldío: las protestas sociales aumentan y se intensifican, en el horizonte próximo planea una nueva huelga general que puede incluso tener dimensiones europeas, aumenta la desafección ciudadana hacia la clase política y, de añadidura, se vuelve a tensar el debate del modelo de Estado con el movimiento independentista catalán.

Todo eso ha aparecido claramente reflejado en esos mismos medios de comunicación a los que el Gobierno y el Rey han intentado ganar sin éxito para la causa del masoquismo fiscal que es el santo y seña de su política suicida. Dejando a un lado la institución monárquica, cuya credibilidad ha perdido muchos enteros en los últimos tiempos, el Gobierno parece ignorar que el problema no radica en la confianza que merece el país sino en la que merece su propia política de prometer una cosa y hacer la contraria, de actuar por cálculo político, de convertir a las víctimas de la crisis en sus culpables o de presentar unos presupuestos para el próximo año asfixiantes e increíbles.

Todo ello está conduciendo a una fractura social cuyas consecuencias más dramáticas son ya bien palpables: crece el paro y aumenta el número de personas en situación de exclusión social. Esa realidad es la que han reflejado – muy a pesar del Gobierno – los reportajes que medios como el New York Times han dedicado a España en las últimas semanas. Sin embargo, no hace falta recurrir a la biblia del periodismo mundial para saber cuál es la realidad desolada que está provocando la crisis y las medidas que el Gobierno está tomando supuestamente para superarla.

Basta con saber que, por primera vez en su historia, la Cruz Roja Española no dedicará este año la Fiesta de la Banderita a pedir ayuda para los desfavorecidos de países del Tercer Mundo afectados por guerras o catástrofes naturales: este año pedirá para ayudar a los más de dos millones de pobres españoles, muchos de los cuales han caído en esta situación después de perder empleo y vivienda y todo tipo de prestaciones públicas y hoy tienen que mendigar un plato de comida en los comedores sociales de ésta y otras ONGs a las que también se les recortan las ayudas.

Esa es la verdadera cara de la marca España que el Gobierno pretende sepultar sin conseguirlo bajo el galimatías de las grandes cifras macroeconómicas y el objetivo de déficit, mientras Rajoy halaga a la mayoría silenciosa que no se manifiesta en las calles contra sus medidas de demolición del estado del bienestar, dando abusivamente por sentado que las comparte. 

Esconder la realidad es una estupidez política pero negarla es una locura que puede acarrear gravísimas consecuencias para la convivencia democrática. Y aún se maravillan algunos, el Gobierno entre ellos, de que un creciente número de ciudadanos vea en la política y en los políticos el problema y no su solución; una percepción que dista sólo un paso de la aparición de movimientos populistas y demagógicos dispuestos a obtener rédito político de una situación social cada vez más explosiva.

Aquí puedes ver el vídeo de la campaña de Cruz Roja para la Fiesta de la Banderita de este año:

Los hombres de negro llegan a Canarias

Y han venido para quedarse una temporada larga. Sin embargo, no vienen a tomar el sol ni a disfrutar del clima, sino a escudriñar cuánto y en qué se gasta el dinero la comunidad autónoma. Enviados por el Ministerio de Hacienda, es la consecuencia inevitable de la decisión del Gobierno de Canarias de adherirse - nada de rescate - al Fondo de Liquidez Autonómico y pedir casi 757 millones de euros para pagar la deuda con vencimiento este año y cumplir el objetivo de déficit.

Hay coincidencia general en que a Canarias no le quedaba más remedio que pedir un cable financiero toda vez que el interés que exigen los bancos – cerca del 7% - ronda la usura frente al 5,5% que exige Hacienda. Luego están los dos años de carencia y los diez para la amortización del préstamo que, a primera vista, parecen también condiciones favorables.

 
Sin embargo, como suele ocurrir casi siempre, el diablo está en los detalles. Y uno de esos detalles – nada menor, por cierto – es que la comunidad autónoma queda intervenida económicamente de facto por el Ministerio de Hacienda y deja muy capitidisminuido el margen de maniobra económica del Gobierno de Canarias y, por tanto, su propia autonomía. Todo ello en un marco presupuestario asfixiante en el que Canarias vuelve a perder posiciones en su legítima aspiración de que la inversión en las Islas se acerque a la media del Estado y de que se corrijan las disfunciones del sistema de financiación autonómico.


Por eso, dice bien el Gobierno de Canarias cuando afirma que si el Ejecutivo del Estado cumpliese simplemente con lo que se establece en el Régimen Económico y Fiscal no sería necesario acudir al Fondo de Liquidez Autonómico. La decisión de pedir el rescate ha sido acogida con resignación por casi todos, pero sólo el PP se ha alegrado sinceramente de que el Ejecutivo regional haya dado ese paso y hasta su líder en las Islas, José Manuel Soria, ha considerado conveniente instar el presidente canario a que dé las gracias a Mariano Rajoy por su generosidad para con las Islas.

Contrasta la insistencia con la que el PP venía demandando la petición del rescate de Canarias de la que ahora se alegra tanto, con los remoloneos de Rajoy para hacer lo propio con España a la espera seguramente de que pasen las elecciones vascas y gallegas. Son las dos habituales varas de medir que emplea el PP en estos casos en los que recurre a la ley del embudo: lo ancho para mi y lo estrecho para ti.

Es el mismo PP que hurtó a los ciudadanos un debate parlamentario sobre las condiciones del rescate de la banca y que ahora parece dispuesto a evitarle a Mariano Rajoy el mal trago de comparecer en el Congreso para explicar las condiciones del rescate integral, como si fuese un asunto menor que no afectará una vez más y para mal a la vida de los españoles.

En ese sentido, debería de dar ejemplo el Gobierno de Canarias y su presidente comparecer a petición propio en el Parlamento autonómico para explicar con todo lujo de detalles las condiciones y consecuencias de esta adhesión al Fondo de Liquidez Autonómico y cómo afectará la decisión a los ciudadanos de esta comunidad autónoma, cada día más desconcertados ante la toma de medidas que se se les trasladan como dolorosas aunque inevitables y que influyen de forma decisiva en su vida cotidiana.