Un rebelde llamado Thoreau

Hace poco cayó en mis manos este pequeño libro que reúne algunos de los escritos del pensador, activista y rebelde estadounidense del siglo XIX Henry David Thoreau. El librito, que se lee en un par de ratos, nos muestra a un Thoreau tan poco amigo del poder constituido como inclasificable es su pensamiento. En él se confunden el individualismo más radical, el ecologismo, el pacifismo, el antiimperialismo y el antiesclavismo. Muchos de sus biógrafos consideran que la suya es una visión de la vida social con muchos más puntos en común con el anarquismo que con el socialismo o el comunismo. Y conviene aclarar también que en ningún caso nos encontramos ante un demócrata en el sentido convencional y actual de la palabra. Thoreau nació en Massachusetts el 12 de julio de 1817, estudió en Harvard, universidad de la que siempre renegó, y fue discípulo y amigo inseparable de Emerson, casi un alma gemela con la suya, por el que siempre sintió gran admiración. El libro en cuestión lo integran cuatro pequeños escritos en los que se refleja con claridad el pensamiento de nuestro autor. 

"Una vida sin principios"

En "Una vida sin principios" Thoreau defiende la necesidad de pensar por uno mismo, más allá de que ese pensamiento agrade más o menos a los demás. Defiende también lo que denomina "ocio creativo", que no equivale a holgazanería. "No contrates a un hombre que te hace el trabajo por dinero, sino a aquel que lo hace porque le gusta", escribe. Este pensamiento lleva a Thoreau a lamentarse de la obsesión humana por el trabajo y la acumulación de riquezas. No menos crítico es con el gusto por el cotilleo social y la superficialidad: "Cuando nuestra vida deja de ser íntima y privada, la conversación degenera en simple cotilleo", una frase que bien podría aplicarse a las actuales redes sociales. También dispara contra los periódicos de su época con una crítica que valdría para el siglo XXI, cuando ironiza indicando que parecen escribir sobre asuntos que no tienen ninguna relación con la vida real de sus lectores. Todo el escrito tiene un inconfundible aire de puritanismo político y de reivindicación exacerbada del individuo frente a la masa. En esa búsqueda incansable por vivir su propia vida sin interferencias extrañas, Thoreau no dudó en dejarlo todo  y hacer una cabaña en el bosque con sus propias manos, en la que vivió en completa soledad durante más de dos años. De aquella experiencia surgió "Walden", probablemente su obra más conocida. 

Aunque es sin duda en el segundo escrito del libro que comentamos aquí, el titulado "Desobediencia civil", en donde mejor se aprecia el individualismo radical de Thoreau y su rechazo casi instintivo a toda forma de poder organizado que no se base en el pacto voluntario de los gobernados, la única forma de poder que considera legítima. "El mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto", escribe. Y añade: "Lo deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por la justicia. La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en cada momento lo que crea justo". Esas ansias de justicia llevan a Thoreau a manifestarse abiertamente contra el esclavismo, el conflicto que llevó a los Estados Unidos a una guerra civil poco después de la muerte de nuestro autor en 1862. Con invocaciones frecuentes a la Biblia, de la que se nos revela como un buen conocedor, Thoreau repudia la política esclavista de Estados Unidos y apoya sin dudarlo a quienes, como el capitán John Brown, lo arriesgan todo para ayudar a los esclavos a escapar de su situación. A este personaje singular dedica precisamente uno de sus escritos, recogido también en el libro, en el que ensalza el carácter ejemplar de la lucha de Brown contra el esclavismo y llega a equiparar su sacrificio (terminó ahorcado) con la crucifixión de Cristo. 

"Desobediencia civil"

"Desobediencia civil", tal vez uno de los escritos más difundidos de Thoreau por lo que tiene de revolucionario para su época, es también un encendido alegato contra la invasión estadounidense del vecino México, que el escritor atribuye acertadamente a motivaciones de expansionismo económico. Es también en este escrito en el que encontramos bien definido su contumaz rechazo a someterse a las decisiones de un gobierno que consideraba ilegítimo. Eso le llevó a negarse a pagar impuestos, algo que le costó ir a la cárcel. "No me niego a pagar los impuestos por ninguna razón en concreto, simplemente deseo negarle mi lealtad al estado", escribió, y añadió: "Solo pueden obligarme aquellos que tienen una ley superior a la mía". Como se apuntaba más arriba, nada más lejos de la realidad que considerar democrático en el sentido actual el pensamiento de Thoreau. De hecho, era absoluta su desconfianza de la utilidad del voto para resolver problemas como el de la esclavitud o la guerra. 

H.D. Thoreau

A modo de conclusión cabe preguntarse por la vigencia de las ideas de Thoreau casi dos siglos después de que las dejara por escrito. De lo que no hay duda es de que su espíritu indomable, como alguien lo ha definido, tuvo una influencia muy notable en personajes como Tolstoi, Gandhi o Martín Luther King. Hoy, el racismo contra el que luchó sigue presente en la sociedad norteamericana a pesar de los innegables avances que se han producido desde entonces. En cambio, su postura política cercana al anarquismo nihilista, parece fuera de lugar en las democracias occidentales, en las que se han constitucionalizado y consolidado derechos políticos que facilitan la participación de todos los ciudadanos en la vida pública sin renunciar a su libertad individual. Sin embargo, en una época como la actual, en la que es patente la deriva autoritaria y populista de los gobiernos, incluso en las democracias consolidadas y avanzadas, conviene tener presente el pensamiento de Thoreau y ser capaz de pensar por nosotros mismos para defender con uñas y dientes los espacios de libertad individual que tanto nos ha costado conquistar frente al totalitarismo estatista de todo signo. 

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