Canarias, sola ante el desafío migratorio

Escribir o reflexionar sobre la inmigración y Canarias es como vivir en el día de la marmota: pareciera como si el tiempo se hubiera detenido y estuviéramos condenados de por vida a padecer la misma desidia, desinterés e incompetencia de los responsables públicos ante este drama humanitario, cubierto todo ello con el manto del silencio y la indiferencia social. Las administraciones implicadas se pasan el problema entre ellas y todas a una piden a la UE que haga algo para lo que ha demostrado con creces su impotencia: dotarse de una política migratoria común que merezca tal nombre. Mientras, casi a diario se registran nuevas llegadas, naufragios y pérdidas de vidas en el mar, como si lo que está ocurriendo fuera una tragedia inevitable ante la que nada se puede hacer, salvo darse golpes de pecho en las redes, pronunciar frases tan vacías e impostadas como hipócritas y esperar que, con un poco de suerte, el problema tal vez se acabe resolviendo por intercesión divina o por ciencia infusa.

EFE

Arrastrando los pies

Para nadie que siga la actualidad con un mínimo de interés es un secreto que la inmigración y la tragedia de las muertes en el mar no forma parte de la agenda política del Gobierno que más ha presumido y presume de progresista desde el inicio de la etapa democrática. Lástima que, una vez más, solo sea propaganda y autobombo que no se compadece con la dura realidad de quienes pierden la vida o de los que, tras su llegada, se hacinan durante semanas en un muelle pesquero o en unos barracones malolientes. Como de lastimoso y sangrante es que ese postureo teatral del Gobierno pretenda ocultar la realidad de los casi 3.000 menores que tutela a duras penas la comunidad canaria, mientras Madrid arrastra los pies en la búsqueda urgente de una solución que permita una distribución más equitativa de la carga entre todas las comunidades autónomas.

La escandalosa insensibilidad con la que el Gobierno de Madrid se toma esta situación trae causa de la irrelevancia y el escaso peso político de Canarias en el contexto nacional. Las quejas con sordina del presidente canario declarándose “consternado” o amagando con "revirarse" y los lamentos farisaicos de Podemos, olvidando una vez más que forma parte de los gobiernos canario y central, apenas si llegan a la categoría de cosquillas políticas ante gente como Escrivá o Grande-Marlaska, dos ministros con un acreditado currículo de torpezas y falta de interés por lo que ocurre en las islas con la inmigración irregular. 

Por no hablar del propio presidente, para quien las islas parecen solo ese lugar al que viajar todas las semanas para fotografiarse a los pies de un volcán en erupción y anunciar ayudas que no terminan de llegar, cuando no destino de unas relajadas vacaciones junto al mismo mar en el que el año pasado perdieron la vida más de 1.300 personas y por el que arribaron al Archipiélago más de 20.000.

Ni está ni se le espera

Cierto que el Gobierno de Canarias se desvive para dar respuesta a la situación, no lo vamos a negar porque faltaríamos a la verdad. Pero tampoco se puede obviar la limitación de los recursos propios para que la respuesta sea acorde al desafío y es ahí en donde el Gobierno central ni está ni se le espera a corto plazo y no sabemos si a medio y largo tampoco. La pachorra y el desinterés es tal que uno se ve obligado a preguntarse si en Madrid seguirían silbando y mirando al tendido si el drama humanitario que se desarrolla en las costas canarias estuviera ocurriendo en las catalanas o vascas.

La cuestión es cuántas personas más deben morir o desaparecer en las frías aguas atlánticas para que el asunto merezca la atención que requiere por parte de todos, incluidos unos medios de comunicación que en su gran mayoría se conforman con hacer el cansino recuento diario de llegadas, muertes y desapariciones. ¿Cuántos mensajes de compungido dolor tendremos que leer aún en las redes por parte de gente que no duda en acusar de racista o xenófobo a cualquier que se atreva a alzar la voz ante esta situación, pero evita cuidadosamente señalar con nombres y apellidos a quienes tienen una elevada responsabilidad en este estado de cosas?

Saturación en los centros de menores

Particularmente acuciante es la situación de los menores no acompañados que han desbordado los centros de la comunidad autónoma, sin que el Gobierno central haya hecho nada eficaz para aliviar esa situación alcanzando acuerdos de derivación con otras regiones o agilizando los trámites para determinar si los que dicen ser menores lo son realmente. Es más, el inefable Escrivá no se ha privado de recordar que la tutela de esos menores es competencia de la comunidad autónoma, todo un aviso a navegantes de que el asunto no le va a quitar el sueño, a pesar de que es al Estado al que le corresponde hacer honor y cumplir los convenios internacionales sobre protección de la infancia, algo que el ministro parece ignorar.  

Cuando Canarias se queja de que ya no puede más, Madrid saca a relucir una cosa llamada Estrategia Estable de Atención Integral a la Infancia Migrante no Acompañada – el nombre es todo un monumento a la fatuidad – del que únicamente se conoce un borrador presentado en septiembre. Como no podía ser de otra manera, el Parlamento canario creó en septiembre una "comisión de estudio" sobre la inmigración, una manera tan socorrida como inútil de la que suelen echar mano los políticos cuando quieren dar la falsa sensación de que están muy preocupados por un problema.

Solos ante el desafío

Como señalé en un post reciente, la única estrategia reconocible es poner el problema en el tejado de Bruselas e ir tirando como buenamente se pueda sin hacer excesivo ruido mediático. Ocurre que en la capital comunitaria es cada vez más evidente la impotencia para disponer de algo que merezca el nombre de política migratoria común, como no sea la de blindar las fronteras exteriores, tal y como acaba de pedir Macron hace unos días para ganarse al electorado de la derecha. Así, todo el esfuerzo parece mucho más dirigido a impedir las llegadas que a mejorar los rescates en alta mar. Eso, y pagar para que estados fallidos como Libia o regímenes autoritarios como Turquía taponen las salidas, es todo lo que parece dispuesta a hacer la UE en esta materia. 

Todos los analistas coinciden en que la inmigración irregular está ya muy lejos de ser una cuestión pasajera o coyuntural y se ha convertido en una realidad permanente agravada por factores como el incremento de las desigualdades a raíz de la pandemia, el aumento de los conflictos y las consecuencias del cambio climático. Canarias está hoy prácticamente sola ante un fenómeno que la supera y para el que es imprescindible el apoyo de un gobierno estatal que se niega sistemáticamente a ver la gravedad de la situación, de manera que cuando reacciona lo hace tarde, de mala gana y de forma improvisada. Pero eso sí, nos tenemos que consolar recordando que jamás antes había tenido España un gobierno tan progresista y preocupado por los más débiles como el actual. 

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