Rumbo al abismo

El fantasma de la tercera guerra mundial nos acecha estos días. Las condiciones para que estalle – si es que no estamos ya inmersos en ella – son sencillas de alcanzar. Bastaría la chispa de un error de cálculo, o lo que se pueda hacer pasar por tal cosa ante la opinión pública mundial, para que el incendio, que a fecha de hoy se circunscribe a las fronteras de Ucrania, las traspase y termine afectándonos a todos por alejados y a salvo que nos creamos del corazón de la pira. Bien mirado, las sanciones económicas con las que Occidente pretende asfixiar la economía rusa y disuadir al dictador del Krémlin forman parte ya de esa guerra global porque globales también serán sus efectos en términos de retroceso económico, escasez y encarecimiento de determinados productos básicos. 

AP

Advirtiendo y provocando

En este contexto, el bombardeo ruso de una base ucraniana cercana a la frontera con Polonia tiene todo el aspecto de ser, además de una advertencia, una descarada provocación a la OTAN, de la que ese país forma parte. Cabe recordar aquí que cualquier agresión militar a un país miembro de la OTAN podría activar de inmediato una respuesta del mismo tipo. Se abriría así un escenario de consecuencias terroríficas habida cuenta la capacidad de destrucción del armamento nuclear en manos de los dos bloques.

Hace menos de un mes abundaban quienes, ignorando deliberadamente el destacado currículo bélico de Putin, aseguraban sin pestañear que el sátrapa nunca ordenaría la invasión de Ucrania y hace menos de una semana la posibilidad de una tercera guerra mundial se veía aún como algo no imposible pero sí muy remoto. Hoy ese fantasma no parece tan remoto ni improbable, sino mucho más factible y próximo. 

Optimistas y pesimistas

Quienes ven la situación con optimismo aseguran que las tropas rusas se han atascado, que la invasión no ha sido el paseo militar previsto y que Putin prácticamente ha perdido la guerra después de haber puesto todos sus efectivos sobre el terreno: los ucranianos – dicen - no han salido a las calles a vitorear y a abrazar a los jóvenes soldados rusos, sino que les están haciendo frente con un inesperado valor a pesar de los criminales bombardeos de civiles. Para esta corriente de análisis, antes o después Putin se verá obligado a buscar una salida honrosa tras comprobar que su ataque a Ucrania ha pinchado en hueso y que las sanciones de Occidente, mucho más unido de lo que esperaba, hundirán la economía rusa durante décadas.

"Es cada vez más urgente un ejercicio de contención que frene el avance hacia el abismo"

En el lado de los pesimistas, en el que me incluyo a fecha de hoy, se sostiene que es precisamente la debilidad de Putin la que lo hace más peligroso e imprevisible. A un dictador como él, que ya no tiene reputación internacional que defender, no le costaría nada declarar objetivo militar a cualquier país de la OTAN que preste apoyo armado a Ucrania. No es ni mucho menos casual que Estados Unidos esté enviando tropas a Polonia, para muchos analistas un objetivo militar plausible para Putin como lo serían Letonia, Lituania y Estonia, también pertenecientes a la OTAN. Por no hablar de Moldavia, Finlandia y Suecia, cuyos gobiernos no ocultan su preocupación ante la evolución de los acontecimientos y las amenazas de Putin. 

 En manos de China

Cada día que pasa es más urgente un ejercicio de contención que respete la vida de los civiles y frene el avance hacia el abismo al que el dictador ruso parece querer empujarnos a todos. Lo trágico de esta situación es que el único país con posibilidades de contener a Putin y evitar el desastre es China, su gran aliado geoestratégico y compañero de viaje ante Occidente, cuya neutralidad deja mucho que desear. Cierto es que no apoyó a Rusia en la ONU, pero tampoco condenó el ataque a un país soberano a pesar de que la defensa de la soberanía y de la integridad territorial habían sido hasta la fecha el santo y seña de su política exterior. Su interesada ambigüedad no es una buena tarjeta de presentación diplomática, pero me temo que es la única en estos momentos con posibilidades de éxito.

"Lo trágico es que el único país capaz de contener a Putin es China"

Uno desea creer que el régimen chino es sincero cuando dice que no está prestando apoyo militar a Putin ni lo hará y que quiere ser un “país constructivo”; incluso le gustaría suponer que la diplomacia china está actuando con discreción ante Kiev y Moscú para encontrar una salida satisfactoria para todos. Sin embargo, lo cierto a día de hoy es que las tropas rusas siguen bombardeando ciudades y matando a civiles, que el éxodo ronda los tres millones de ucranianos y que Putin ya dirige sus ataques a las fronteras de la OTAN.

Las preguntas derivadas de este escenario cada vez más atroz erizan el vello con solo plantearlas: ¿qué deberían hacer Estados Unidos, la UE y la OTAN si las sanciones económicas no sirven para disuadir a Putin y éste continúa machacando a Ucrania y amenazando a los países vecinos? ¿Cuál debería ser la respuesta en caso de agresión a un país de la OTAN? ¿Mejor dejarle hacer y confiar en que se conforme tal vez con una Ucrania neutral o habría que pasar a la acción militar directa antes de que sea demasiado tarde? Las consecuencias de ambas opciones son aterradoras, máxime cuando la diplomacia parece haber sido arrinconada en favor de las armas. Y, sin embargo, es la única esperanza que nos queda para detener esta locura y conjurar el fantasma de una guerra a escala planetaria. 

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