Si uno se toma la molestia de escuchar las intervenciones de Ángel Víctor Torres en el reciente debate sobre la nacionalidad canaria, no podrá encontrar nada que el presidente no haya hecho bien en todos los frentes en los que ha tenido que combatir, desde la pandemia a la erupción palmera pasando por la inmigración. Ni en las 79 páginas del discurso con el que comenzó el soporífero pleno parlamentario ni en las réplicas y contrarréplicas a los portavoces de los grupos políticos, es posible hallar una sola brizna, por pequeña que sea, de autocrítica, algo que el presidente admita que debió haber hecho de otra manera. Mucho menos es posible dar con el más leve reproche al trato que Pedro Sánchez sigue dispensando a esta malhadada comunidad autónoma. De manera que, a la postre, estos debates sobre el estado de la nacionalidad solo sirven para que el presidente y los grupos que le apoyan hagan un ejercicio de autocomplacencia y para que la oposición juegue a hacer de oposición: la realidad del hemiciclo y la que se vive en la calle se vuelven a parecer como un huevo a una castaña.
Un gobierno débil
Nadie niega las graves consecuencias de la pandemia, pero esta no puede ser la coartada permanente para ocultar la falta de proactividad del Gobierno del Pacto de las Flores ante una agenda plagada de asuntos pendientes, ni para explicar su mansedumbre ante los sucesivos desplantes de Sánchez. Basta acudir a las hemerotecas para comprobar la debilidad con la que Torres y su Gobierno siguen respondiendo a los incumplimientos de Madrid en cuestiones como la celeridad de las ayudas a los afectados por el volcán de La Palma, el eterno convenio de carreteras, el traspaso de las competencias recogidas en el reformado Estatuto de Autonomía o el respeto al Régimen Económico y Fiscal.
Y ni siquiera es preciso tirar de hemeroteca, porque pervivirá mucho tiempo en la memoria de los canarios, para recordar el desdén con el que Madrid sigue tratando el fenómeno de la inmigración irregular que llega a Canarias por mar. Ahí están para demostrarlo los golpecitos de buena voluntad en la espalda y las largas que el Ejecutivo central sigue dando a la regulación legal del reparto de los menores inmigrantes no acompañados entre las comunidades autónomas, para que no sea Canarias la que deba hacer todo el esfuerzo en solitario.
"La cesión de España en el Sahara abre una gran incertidumbre en Canarias"
El penúltimo episodio de esa actitud ha sido la cesión en el contencioso del Sahara, ignorando olímpicamente los lazos emocionales e históricos entre el pueblo canario y el saharaui y generando una enorme incertidumbre sobre las consecuencias económicas y políticas de esa decisión para el Archipiélago. Aún así, el presidente canario ha reaccionado con la docilidad que le caracteriza y de inmediato ha hecho suya la falsedad que disemina ahora su partido, según la cual el histórico giro no supone una nueva traición en toda regla al pueblo saharaui. La suerte que tiene Torres es que la oposición parece haberle dado bula y sus socios en el Gobierno, especialmente Podemos y NC, se conforman con hacer aspavientos pero ni se les pasa por la cabeza despegarse de los sillones del poder.
Voluntarismo presidencial
Si por algo se ha caracterizado la intervención de Torres en ese debate, además de por la ausencia absoluta de autocrítica, ha sido por el voluntarismo con el que afronta la salida de la grave situación en la que se encuentra el Archipiélago. Todo, según Torres, va a ir viento en popa a partir de ahora y la economía canaria va a crecer más que ninguna otra en España. Eso, claro está, siempre y cuando no la fastidie una nueva ola de coronavirus y haya que volver a los ininteligibles niveles de riesgo o que el precio de los combustibles por la guerra en Ucrania obligue a dejar los aviones de turistas en tierra.
Pero mientras cruza los dedos para que el virus desaparezca y acabe la guerra, la sociedad canaria desconoce cuál es la hoja de ruta que piensa seguir para superar esta crisis y transformar y relanzar la economía canaria, más allá del fárrago de planes, estrategias y agendas tan bienintencionados como poco realistas en la situación actual. Por lo pronto, ni siquiera piensa en tomar ya alguna medida para paliar el alza del precio de los combustibles que sufren los transportistas. Como obediente alumno de Sánchez también esperara a que su jefe anuncie sus ayudas para él aprobar las suyas, no vaya a ser que se equivoque y alguien le llame a capítulo.
Servicios sociales: el talón de Aquiles
Pero donde de verdad hace aguas el discurso de Torres es en el terreno social. Por más que presuma de que la cobertura social es “la mayor de la historia” no puede borrar las escandalosas estadísticas de exclusión y pobreza que padece el Archipiélago. La atención a la dependencia sigue estancada después de casi tres años gestionada por Podemos, el número de personas en situación de pobreza severa continúa creciendo y la cobertura del Ingreso Mínimo Vital, que tantas esperanzas despertó y con el que tanta propaganda política se hizo, es de las peores de España. No cabe presumir de nada ante estas estadísticas ni todo puede ser anotado en el debe de la pandemia, sino en el de una lamentable gestión de los servicios sociales cuando más se les necesita y ante la que Torres ha sido incapaz de poner orden y exigir eficiencia a la consejera responsable.
"El interés de las islas debería estar por encima de la disciplina de partido"
Nada que no supiéramos hemos sabido en el debate sobre el estado de la nacionalidad, ni nada ha salido de él que nos ayude a atisbar cómo superará Canarias esta encrucijada histórica. Cierto es que una guerra en Europa y los efectos de una pandemia que aún no podemos dar por definitivamente superada oscurecen el futuro. Ahora bien, aún así, esas circunstancias históricas no pueden convertirse en la excusa ni en la justificación de la preocupante falta de empuje y liderazgo de un Gobierno autonómico cargado de buena voluntad pero ineficaz en el desempeño de sus competencias, que no son pocas, e incapaz de hacerse valer ante el Gobierno central.
No basta amenazar con revirarse para luego agachar la cabeza y dar por buena cualquier excusa de Madrid: ante la gravedad de la situación debería pasar a un segundo plano la disciplina de partido y exigir claro, alto y con firmeza el trato que merecen y necesitan las islas para tener alguna posibilidad de salir con bien de esta crisis. Y si no se está dispuesto a hacer ese sacrificio por Canarias sería mucho más honroso dejar el despacho e irse a casa.
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