Ucrania: sin novedad en el frente

De la perorata de Putin con motivo de la celebración del aniversario de la victoria soviética sobre Hitler se esperaba alguna señal de por dónde irán los tiros en la guerra de Ucrania a partir de ahora. Pero pincharon en hueso los que tal cosa esperaban: el sátrapa ruso, rodeado de una nutrida corte de generales cargados de hojalata hasta el cuello, rememoró en la Plaza Roja de Moscú los viejos desfiles militares de la era soviética pero no soltó prenda sobre lo que piensa hacer en el país que lleva masacrando a conciencia desde hace dos meses y medio. Más allá de su retórica belicista y de sus ya conocidas tergiversaciones sobre las causas que le llevaron a invadir un país soberano, lo único que cabe concluir de sus palabras es que la guerra continuará aunque las cosas no le estén yendo como esperaba. No ha habido declaración oficial de guerra, lo que habría implicado una movilización general, ni señal alguna que aliente las esperanzas de alcanzar al menos un alto el fuego que alivie el sufrimiento de la población civil mientras se busca un acuerdo de paz.

AFP

Normalizando la guerra

Mientras la ONU eleva ya a más de 3.300 las víctimas civiles ucranianas de las tropas rusas y los refugiados se acercan a los seis millones, no hay en el horizonte próximo ninguna señal de que la guerra podría estar acercándose a su fin. Al contrario, todo indica que a la población ucraniana aún le queda un largo calvario que soportar a manos del ejército invasor. Tanto Rusia como Occidente parecen haber normalizado un status quo bélico sin que por ninguna de ambas partes se conozcan esfuerzos de ningún tipo para dejar de disparar y empezar a hablar de paz. La normalización del conflicto se aprecia incluso en los medios de comunicación occidentales, en donde los peores sufrimientos del pueblo ucraniano ya ni siquiera abren informativos o portadas periodísticas.

Es innegable que la democracia se juega mucho en este envite ante el dictador de Moscú y en ningún caso puede abandonar a su suerte al pueblo ucraniano. Sin embargo, junto al imprescindible apoyo militar y económico a Kiev, deberían estarse haciendo esfuerzos mucho mayores para que el ruido de las armas sea sustituido por las conversaciones de paz. 

Si como señalan algunos analistas ni Rusia puede perder esta guerra ni Ucrania ganarla, cabe preguntarse hasta dónde y hasta cuándo considera Occidente que puede seguir enviando armamento a Ucrania sin que Putin decida que el conflicto ha desbordado las fronteras del país invadido y ponga a los países occidentales en su punto de mira. No es necesario ser un experto en estrategia militar para darse cuenta de que cuanto más se alargue la guerra más riesgo de una conflagración nuclear existe, bien sea por error o por cálculo que, como dice el refrán, las armas las carga el diablo.

Peregrinación a Kiev sin estrategia para la paz

Casi sin excepción, los líderes occidentales, en particular los de la UE, han peregrinado a Kiev para expresar su apoyo al pueblo ucraniano y el presidente Zelensky ha hablando en los parlamentos europeos, pero es su pueblo el que está poniendo los muertos civiles en esta guerra cruenta. Es legítimo preguntarse por qué no ha surgido aún una iniciativa conjunta en Occidente para detener la guerra, lo que incluye no solo a la UE y a la ONU, sino incluso a la OTAN. Lo cierto es que no parece que exista estrategia alguna tendente a alcanzar un alto el fuego y, en paralelo, un acuerdo de paz duradera, aceptable para ambas partes, avalada por el pueblo ucraniano y garantizada por la comunidad internacional. Al contrario, lo que se percibe es más bien la voluntad de mantener indefinidamente el enfrentamiento militar con Putin a través de Ucrania.

“Las esperanzas puestas en China han resultado infundadas"

Las esperanzas puestas en China al comienzo de la guerra han resultado infundadas. Pekín sigue jugando al despiste, a pesar de que era el país con más posibilidades de conseguir que Putin aceptara un alto el fuego y se sentara a hablar de paz. Pero si no lo hizo entonces, mucho menos cabe esperar que lo haga ahora. China comparte con Rusia la misma visión del mundo, plasmada negro sobre blanco en la declaración conjunta suscrita por Putin y Xi Jinping dos semanas antes de la invasión de Ucrania. Sin duda, en Pekín inquieta la situación en Ucrania pero, mientras los chinos no vean en serio peligro sus intereses económicos globales, es dudoso que muevan un dedo para detener la guerra. Uno no desea ser ave de mal agüero, pero diría que esta situación puede convertirse en el camino más directo hacia la Tercera Guerra Mundial, si es que ésta no ha comenzado ya.

De los negocios de Schröder, estos lodos

En el plano económico, las cinco rondas de sanciones al régimen de Moscú no parecen estar haciendo demasiada mella de momento en la economía rusa. Sobre todo si se toma en consideración que los países europeos siguen sin ponerse de acuerdo sobre cómo y cuándo cortar las importaciones de hidrocarburos rusos, con Alemania como escollo casi insalvable para tomar esa decisión sin quebrar la ya frágil unidad comunitariaLa elevada dependencia europea de esas fuentes de energía es el fruto en gran medida de los negocios alemanes con el gas ruso, con el ex canciller Schröder como gran beneficiado, y de la desidia de una Comisión Europea a la que no le importó poner la mayoría de los huevos de su aprovisionamiento energético en la misma cesta. 

Para hacernos una idea del coste de esa dependencia baste decir que en en los dos meses y medio de guerra en Ucrania, la UE ha pagado a Moscú la friolera de 35.000 millones de euros por su petróleo y su gas. Para desgracia del pueblo ucraniano, sin planes de paz a la vista y con ese maná que Europa le entrega graciosamente al dictador al que al mismo tiempo combate a través de Ucrania, sería iluso pensar que la guerra está cerca de llegar a su fin. 

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