Observo que el
espíritu fraternal de la Navidad no ha invadido este año la casa común de
Podemos. En lugar de desearse paz y felicitarse por el inminente sorpasso, las tropas de Pablo Iglesias
aprovecharon que los peces bebían en el río para lanzar un ataque masivo en
Noche Buena contra las huestes de Íñigo Errejón, en ese momento acampadas en
Belén con los pastores. Para quienes observamos los acontecimientos desde fuera,
es una suerte que el arma empleada para este profundo debate de ideas y
proyectos que ocupa estos días a Podemos sea twitter. Ni se imaginan las horas
de estudio, análisis, lectura de bibliografía y reflexión que serían necesarias
para dirimir quién lleva razón en la pelea, si a Iglesias y a Errejón les diera
por plasmar en gruesos tochos sus respectivas propuestas para tomar el cielo
por asalto.
Claro que aquí
no se trata tanto de asaltar el cielo como de asaltar el poder en Podemos, que
es de lo que en realidad va esta guerra nada disimulada de las últimas semanas en la que Iglesias defiende el bastión de los ataques del aspirante Errejón. Y
para eso, para pelear por el control del partido, la verdad sea dicha, tampoco
hace falta andar devanándose demasiado los sesos con elaboradas propuestas
llenas de capítulos, apartados y subapartados. Por resumirlo al estilo tuitero,
Pablo Iglesias cree que el partido es él y sus circunstancias mientras que
Íñigo Errejón piensa que el partido son todos y sus respectivas circunstancias pero con él al frente.
De ahí se
deriva que Iglesias quiera que sus propuestas y su fotografía figuren juntas en
la portada del ideario político de Podemos, mientras Íñigo Errejón, menos dado
al culto a la personalidad que su compañero y sin embargo contrincante, cree que
es mejor separar ambas cosas. Me da la sensación de que, como no depongan los
tuits cuanto antes y sellen una paz honrosa para ambos antes de febrero del año
que viene, fecha de su segundo congreso, la reunión de Vistalegre Dos se puede
convertir en Vistatriste Uno.
En realidad no
me produce insomnio que Iglesias y Errejón se pongan morados a golpes dialécticos ni que parezcan últimamente los Zipi y Zape
de la política ni que en sus respectivos entornos un coro de voces blancas
lance puyas contra la otra parte. Lo que en realidad me maravilla y me llena de
estupor al mismo tiempo es que, quienes protagonizan este entretenido
espectáculo con el que estamos amenizando estas fechas tan señaladas, sean los
mismos que desembarcaron en la política para regenerarla y acabar con la casta.
Quienes sólo veían corrupción, camarillas, conjuras y servidumbres de todo tipo
en los partidos tradicionales, han empezado pronto a comportarse exactamente de
la misma manera que sus hermanos mayores.
Presumen de
primarias pero sólo para los cinco primeros puestos y designan a cabezas de
lista – véase el caso de Las Palmas en las elecciones del 20 de diciembre de
2015 - sin consultarlo más que con su
camisa o su coleta. Aquel que osa levantar la voz para denunciar ausencia de
democracia interna es aislado o cesado directamente por la “dirección” y
aquellos cargos públicos a los que se les descubre un pasado poco respetable se
atornillan al sillón como muchos políticos de la denostada
casta.
Y no es sólo
Podemos: en Ciudadanos, otro partido que también llegó al ruedo político para
regenerar la vida pública y acabar con la corrupción de los partidos
tradicionales, la dirección maniobra para acallar y a ser posible extirpar
cualquier corriente interna de opinión que no concuerde con la del líder y sus
allegados. Y en cuanto a la corrupción, si se trata de tocar poder o influencia
ante quienes lo desempeñan, siempre se pueden retorcer los argumentos para
justificar un oportuno cambio de principios. Por decirlo en tono bíblico, los
hechos nos están permitiendo conocer cuánto había de verdad – poca - y cuánto
de marketing político – mucho - cuando prometían
regeneración y aire político fresco los mismos que hoy se pelean por el poder
como cualquier partido de los de toda la vida. Dime de lo que presumes...