Con tantas versiones encontradas y modificadas sobre la marcha no es sencillo hacerse una idea cabal de las causas que acabaron con la vida de 15 inmigrantes que intentaban ganar a nado la ciudad de Ceuta. Sin embargo, la deplorable actuación del Ministerio del Interior y sus explicaciones contradictorias llevan a sospechar que oculta mucho más de lo que dice. Empezando por las grabaciones de las casi 40 cámaras de seguridad que recogieron el momento en el que los inmigrantes intentaron ganar la ciudad española nadando a través de la playa del Tarajal. A las peticiones de la oposición para que esas grabaciones se hagan públicas de manera íntegra ha respondido el Gobierno con una explicación cuanto menos pueril y poco creíble, que las cámaras no graban de forma permanente.
Lo único que ha hecho público el Ministerio del Interior es una grabación editada en la que se muestra a los inmigrantes lanzando piedras contra los agentes de la Guardia Civil, excusa perfecta para intentar culparlos de todo lo ocurrido, incluidas las 15 muertes en el agua. Llama la atención que la fiscalía de Ceuta no moviera un dedo hasta ahora para solicitar unas grabaciones que pueden arrojar mucha luz sobre la actuación de las fuerzas de seguridad, sobre las causas de la muerte de estos inmigrantes y, en consecuencia, ayudar a depurar posibles responsabilidades en lo ocurrido. Con las cintas en manos de la fiscalía el Gobierno tendrá ahora una coartada perfecta para no entregárselas a la oposición alegando que el asunto está bajo investigación judicial.
Que el Gobierno no ha dicho toda la verdad y ha intentado desviar la atención hacia los inmigrantes lo corroboran las versiones diametralmente opuestas que dieron al respecto el delegado del Ejecutivo en Ceuta y el director de la Guardia Civil, ambos aún en sus respectivos puestos a pesar de haber mentido de forma palmaria a la opinión pública. En donde aquellos aseguraron que la Guardia Civil no empleo material antidisturbios en el agua mientras los inmigrantes nadaban hacia Ceuta, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, vino a decir justo todo lo contrario en el Congreso de los Diputados. Eso sí, aseguró que se puso mucho cuidado en que las pelotas de goma que los agentes disparaban sobre el agua – algo expresamente prohibido - cayeran a varios metros de los inmigrantes. La causa por la que 15 de ellos se ahogaron no la explica el ministro quien, sin embargo, también admite que se dispararon incluso cartuchos de fogueo para disuadirlos.
Todo hace suponer que las órdenes eran impedir a toda costa – incluso saltándose la normativa – que los inmigrantes entraran en Ceuta y que ni siquiera pisaran territorio español. Socorrerlos si estaban en apuros, atenderlos adecuadamente y aplicarles en su caso la Ley de Extranjería parece que no formaba parte de esas instrucciones. Porque, aunque el ministro no lo diga, la hipótesis más plausible es que el uso irregular de pelotas de goma y balas de fogueo en el agua asustó a los inmigrantes y provocó el ahogamiento de los que no sabían nadar. A todo ello añádase la devolución “en caliente” a Marruecos de aquellos que consiguieron ganar territorio español, algo que vienen denunciando las ONGs desde hace años y que Interior también niega a pesar de la existencia de imágenes que demuestran lo contrario.
Con la Unión Europea presionando para que se aclaren los hechos – aunque tampoco está la pasiva Bruselas para muchas exigencias ante el fenómeno de la inmigración – no puede el ministro del Interior despachar este asunto con una explicación a todas luces incompleta. La vida de estos 15 inmigrantes no era menos valiosa que la de cualquier otro ciudadano por el hecho de jugársela en busca de un futuro mejor en Europa. Lo ocurrido en Ceuta exige asunción de responsabilidades políticas inmediatas y una investigación judicial a fondo que aclare lo sucedido. Y si con sus medios no puede España hacer frente a la presión de la inmigración debe cuanto antes recabar el apoyo de la Unión Europea y de Marruecos para atacar las causas del problema: la pobreza extrema en los países de procedencia de la inmigración y las mafias que sacan tajada de la desesperación. Intentar culpar a los muertos de su propia desgracia es además de inútil, cínico.
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