Mensaje irreal

Las bajas cotas de audiencia cosechadas por el último mensaje navideño del Rey ponen de manifiesto el creciente alejamiento entre la Corona y buena parte del pueblo español. El fenómeno es claramente extrapolable al conjunto de la llamada clase política, como también evidencian de forma reiterada los sondeos de opinión. Para una gran mayoría de los españoles, ni la Corona ni los poderes públicos han sido capaces de ponerse a la altura de las graves circunstancias que vive el país.

En el caso de la Corona, las causas de la desafección hay que buscarlas en el comportamiento del propio monarca y en el de su entorno familiar. Su cacería secreta en África con posterior propósito de la enmienda, sus declaraciones animando a los españoles a salir de la crisis “con un cuchillo en la boca” y la corrupción en la que está inmerso su yerno – por sólo citar tres factores determinantes de la pérdida de estima que le dispensan los españoles - configuran un annus horribilis para él y para la institución que encarna.

Ninguno de estos asuntos mereció al menos un par de frases en su último mensaje navideño, nada que sonara a autocrítica sobre su propia responsabilidad se escuchó de sus labios. Su apelación a la unidad y al esfuerzo de todos para superar esta situación, sonó hueca y cansina, como si la inmensa mayoría de los ciudadanos no estuviera ya hasta la coronilla de esfuerzos, recortes y sacrificios.

También sus alusiones a los que “intentan dividir”, contestadas agriamente desde Cataluña, han dado la imagen de un rey incapaz de descender de su palacio a las cabañas del paro, la exclusión social, los desahucios, el empobrecimiento de los pensionistas, el deterioro y la privatización de los servicios públicos, en resumen, a la realidad pura y dolorosa del país del que es el Jefe del Estado.

Todo en su mensaje ha sonado como contado desde muy lejos y de oídas, incapaz por tanto de conectar con una ciudadanía harta ya de golpecitos de ánimo en la espalda mientras sufre las embestidas feroces de un Gobierno que, aprovechando la crisis, está haciendo tabla rasa de todo lo que tanto tiempo y esfuerzo ha costado poner en pie. Una realidad ante la que el Rey no puede limitarse a ser un mero libre oyente.

Indemnización de bajo coste

Era previsible. Una vez que la Justicia cerró la vía penal y abrió la civil para depurar responsabilidades en el accidente del avión de Spanair que se estrelló el 20 de agosto de 2008 en el aeropuerto de Barajas con el resultado de 154 víctimas mortales y 18 heridos, la aseguradora de la compañía ya desaparecida no ha tardado en ofrecer un acuerdo extrajudicial de indemnización a toda luces raquítico. En total, MAPFRE ofrece a los familiares de las víctimas 12,7 millones de euros de indemnización, lo que equivale a una media de menos de 80.000 euros por cada fallecido, exceptuando los miembros de la tripulación que disponían de su propio seguro.

Se da la circunstancia de que la póliza que Spanair tenía contratada con MAPFRE asciende a 1.500 millones de euros, así que no es difícil concluir que la aseguradora busca lisa y llanamente hacer un gran negocio a costa del dolor de los familiares y de la delicada situación por la que atraviesan muchos de ellos. El baremo para calcular la indemnización, que la Asociación de Víctimas ya ha rechazado por ofensiva, ha sido el que se aplica a un accidente de tráfico y no a una gran tragedia como aquella, la mayor en la historia de la aviación en nuestro país en los últimos veinticinco años. 

La generosidad de la aseguradora con los familiares de las víctimas tiene una contrapartida bien clara: deberán renunciar para siempre a cualquier tipo de acción penal o civil contra Spanair, SAS, la propia MAPFRE, McDonnell Douglas, Boeing, Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea y Aviación Civil, así como contra cualquier otra entidad que pudiera ser hallada responsable del siniestro. Se escuda en que un proceso por la vía civil, que los familiares ya han emprendido en un juzgado de lo mercantil de Barcelona, sería muy largo y obligaría a los afectados a abonar las injustas tasas judiciales de Ruiz-Gallardón. Ya en junio del año pasado, antes de que se cerrara la vía penal, MAPFRE había ofrecido un acuerdo extrajudicial similar a las familias que sólo unas pocas aceptaron.

La Asociación de Víctimas, que siempre ha tenido a gala resaltar que su objetivo en este largo proceso no era la compensación económica sino esclarecer lo ocurrido para que no se repita, vive aún con profunda decepción que la Justicia haya sido incapaz de establecer responsabilidades penales en relación con la catástrofe después de cuatro años de estéril investigación judicial. Cerrado el cauce penal se les ha obligado a recurrir al civil en donde están ahora puestas sus últimas esperanzas de que no se les vuelva a decepcionar.

El hecho de que la vida humana no pueda ser apreciada en términos económicos no impide que sean compensados con justicia por los daños y quebrantos de todo tipo que aquel accidente les ha generado. Sabemos que no es más que la imperfecta justicia humana y ninguna indemnización por elevada que sea podrá devolverles a sus seres queridos. Sin embargo, desgraciadamente es la única a la que les queda apelar frente a la oferta de una compañía aseguradora a la que sólo parece preocuparle su cuenta de resultados.

¡Felices Fiestas y Próspero 2012+1!

Me pasé el viernes escudriñando el cielo en busca de señales apocalípticas y no ocurrió nada. Por la noche constaté descorazonado que todo continuaba igual. Sin ir más lejos, Rajoy seguía en la Moncloa afilando las tijeras y preparando el balance de su primer año de gobierno, que comunicará urbi et orbe en fecha tan apropiada y oportuna como la del Día de los Santos Inocentes.

En Ferraz seguía también Alfredo Pérez Rubalcaba unido con poxipol al sillón; Artur Mas había resistido la tentación de proclamar la independencia para ver a Cataluña convertida en nuevo Estado de Europa al menos por unas horas; Alberto Ruiz Gallardón y José Ignacio Wert seguían en sus puestos de vigías de Occidente; Merkel seguía siendo la irreductible heroína del déficit y ningún banquero había ido a la cárcel: el mundo giraba con aparente normalidad y el orden natural de las cosas no se había alterado lo más mínimo.

Pensé entonces que tal vez los mayas la pifiaron al sacar los cálculos sobre el fin del mundo, error natural en una época en la que no existía la casio y había que contar con los dedos o con palotes. ¿Y si no era el 21 sino el 22 cuando nos teníamos que ir todos a tomar viento? No sólo los mayas se pueden equivocar: a banqueros, políticos, jueces, abogados, periodistas y futbolistas les pasa todos los días. ¿Y qué me dicen de los augurios sobre la crisis que hicieron no pocos economistas, esos expertos que te explican mañana la razón de que no se cumplan hoy las previsiones que hicieron ayer?

Así que me pasé también todo el 22 buscando signos de que el mundo tenía las horas contadas pero tampoco ocurrió nada significativo: un año más el mundo y los bombos de la lotería giraron acompasadamente al son del guineo de los niños de San Ildefonso y ni siquiera pillé un reintegro, señal inequívoca de que mi suerte – mala – seguía siendo la misma que la del año anterior y el anterior y el anterior…..¿Cómo se va acabar el mundo sin que yo haya pescado al menos una terminación de la lotería? Sencillamente, no puede ser – me dije - y corrí a comprar un número para los rascaos.

No me explico lo ocurrido, no sé si los mayas se llevaron una o dos de más o de menos, si estaba nublado a la hora de sumar ciclos lunares o si los expertos que interpretaron sus profecías habían consumido más peyote del que es recomendable para no padecer alucinaciones divinas. Lo cierto es que, a día de hoy, el mundo sigue su agitado curso, que cantaba Graciela, y esa es una mala noticia, entre otros, para Díaz Ferrán, que no podrá librarse de tener que cenar turrón amargo, y para Urdangarín, obligado a vivir una solitaria velada sin más compañía tal vez que la del Gaitero, el pobre.

Superado el susto, he llegado a la conclusión de que el taponazo mundial no será el fruto de ninguna remota profecía sino la consecuencia de una predicción matemática de los mercados que los economistas nos explicaran con todo lujo de detalles cuando estemos criando malvas. Mientras ese momento llega les deseo...

¡Felices Fiestas y Próspero 2012+1!

Portugal: un país en venta


El Gobierno de Portugal ha colgado un cartel bien visible y escrito con grandes caracteres en el que puede leerse “País en venta”. La venta incluye todas las joyas de la corona, o de la República, si lo prefieren. El lote comprende desde la compañía aérea de bandera, la TAP – única aerolínea nacional – hasta los aeropuertos, las compañías eléctricas – ya adquiridas por dos empresas estatales chinas -, las participaciones públicas en la petrolera GALP, astilleros, los trenes de mercancías, varios bancos, Correos y Telégrafos, la televisión pública y, en definitiva, todo aquello con lo que se pueda hacer caja aunque sea a precios de saldo.

Esta furia vendedora de las empresas públicas portuguesas al mejor postor es el resultado del rescate de 78.000 millones de euros solicitado a la famosa troika – FMI, UE y BCE - por el Gobierno del socialista José Socrates para evitar la bancarrota del país. Bancarrota que, de todos modos y gracias a los recortes de todo tipo aplicados por los conservadores de Passos Coelho en el poder, Portugal está sufriendo ya en términos de dramático empobrecimiento social y económico del conjunto de la población.



Con el objetivo de hacer caja para cumplir con las generosas condiciones de la troika a cambio del rescate, el Gobierno ha incrementado la jornada laboral en media hora, ha recortado las vacaciones de 25 a 22 días, ha eliminado la paga de Navidad, ha alargado la edad de jubilación, ha aprobado una brutal subida de impuestos que en la práctica supondrá que los trabajadores portugueses tendrán que dedicar el salario de todo un mes para poder pagarlos y ha eliminado los días libres con los que se premiaba a los funcionarios más diligentes. Y de propina, tiene sobre la mesa rebajar de 20 a 12 días las indemnizaciones por despido.

Como era de suponer, aunque esto ni al Gobierno ni a la troika de marras parece importarles lo más mínimo, la economía se contrae a pasos agigantados con caídas anuales del 3% del PIB, un paro en el 16% y una reducción del consumo del 2%. Ni siquiera una sociedad más bien introvertida y acostumbrada a sufrir como la portuguesa ha podido resistir tantos golpes y miles de personas se han echado a las calles para protestar.

Por su parte, los sindicatos ya han convocado dos huelgas generales en menos de un año y hasta en el partido del Gobierno hay voces críticas con una política de recortes a mansalva, contraproducente e injusta, que mete al país en un túnel sin salida ni brotes verdes de ningún tipo. Todo hace indicar que sólo un estallido social en toda regla podrá parar esta locura y obligar a buscar alternativas - que las hay - a unas políticas que, a la vista están en Grecia y en la misma España, son absolutamente erróneas. La cuestión es que, como en Grecia y como está ocurriendo también en España aún sin haber pedido el rescate integral aunque sí el bancario, ya no son los portugueses y sus representantes quienes tienen en sus manos las riendas del país. Al pedir el rescate se las entregaron con todas las consecuencias a los hombres de negro y nada de lo que digan o hagan los ciudadanos de a pie es tenido en cuenta.

La gente y sus sufrimientos no importan lo más mínimo, son daños colaterales despreciables que no deben estorbar el objetivo final: vender Portugal y a los portugueses atados de pies y manos a los mercados. La situación es tan grave que Portugal ni siquiera enviará el próximo año representante al Festival de Eurovisión para ahorrarse costes. A decir verdad, ni falta que le hace y, siempre y a pesar de los pesares, ni la troika podrá arrebatarles el fado, ese género musical tan bello y tan adecuado para describir la intensa saudade que sufren hoy los portugueses.

Viajar es un placer

Seamos serios. A un señor llamado Gonzalo Moliner no le hace gracia viajar en clase turista y prefiere la business, supongo que como la inmensa mayoría de los ciudadanos que pudiera permitirse pagárla. Pero Gonzalo Moliner no es un ciudadano de a pie, sino el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo del Poder Judicial, cargos en los que sustituyó a un viajero empedernido por cuenta del erario público llamado Carlos Dívar.  

Aquellos viajes pagados a escote por los ciudadanos y aquellos caribeños fines de semana terminaron por costarle el cargo. Después de aquel bochornoso episodio se decidió que los gastos del presidente y de los vocales del CGPJ fueran examinados con lupa y controlados al céntimo, de manera que al señor Moliner se le obliga a viajar en clase turista lo que, a su juicio, no da una buena imagen de la Justicia. Como si la imagen de tan egregia señora se labrara en función de la clase en la que viajen sus más encumbrados representantes institucionales a los que el común de los mortales apenas tiene el honor de conocer. 
 
Ítem más: sus señorías los senadores y diputados volarán siempre en clase preferente, salvo que la compañía aérea no disponga de otra opción. En caso de viajar en tren, lo harán en clase Club o similar. Así consta en el documento de rige los desplazamientos de las delegaciones oficiales de las Cortes Generales pero en el que – miren por dónde – no se detallan los costes. Secreto de Estado debe ser. 

Es cierto, y así lo han subrayado varios grupos parlamentarios, que el Congreso y el Senado tienen acuerdos de colaboración con las compañías aéreas que permiten a sus señorías viajar en preferente en la medida en la que esa opción les permite más flexibilidad y disponibilidad para cambiar un vuelo. Ahora bien, eso no puede significar que deban optar siempre por la clase preferente y que las Cortes prefieran esa opción a la clase turista y, encima, no digan lo que nos cuesta la preferencia a los ciudadanos. 

Todo esto no ocurre en un país idílico llamado Jauja en el que la miel brota de los árboles sino en la España de los recortes nuestros de cada día en la que los gestos tienen un gran valor. Lo que daña la imagen de la Justicia – ya bastante maleada – no es que su máximo representante institucional viaje en clase turista sino que se queje por ello. 

Y lo que daña la imagen de los representantes públicos – que tampoco pasan por sus mejores momentos – no es que tengan que viajar en preferente si no hay otra alternativa, sino que usen esa opción por defecto y además oculten a los ciudadanos cuánto nos cuesta la preferencia. Y es que, como la caridad, el respeto bien entendido siempre empieza por uno mismo. 

El extraño caso de la patera

La Delegación del Gobierno en Canarias parece haber adoptado la técnica del cuentagotas para informar de la tragedia de una patera la semana pasada en aguas de Lanzarote. El balance – un fallecido, siete desaparecidos y 17 supervivientes -  es lo suficientemente grave como para esperar de la Administración competente en la materia una información clara y completa de lo ocurrido.

La primera versión oficial se emitió más de doce horas después de los hechos. En ella, la Delegación aludía a un “desafortunado accidente” y admitía que entre la patrullera y la barquilla de los inmigrantes se  había producido un  “contacto”, sin especificar con claridad quién y cómo lo había  provocado.

Al mismo tiempo comenzaron a circular toda suerte de especulaciones y rumores, entre ellos, que el patrón de la patera se había lanzado al mar para no ser detenido  y la embarcación había quedado sin control hasta chocar contra la patrullera de la Guardia Civil que había salido a su encuentro. Se recordó también que el cabo que patroneaba la patrullera de la benemérita era el mismo que en 2008 estaba al mando de una lancha de la Guardia Civil que encalló en una baja de la Isla de Tenerife, lo que le costó un expediente y la correspondiente sanción.

Sin embargo, no fue hasta que el diario EL PAÍS, citando fuentes de la propia Guardia Civil, informó ayer de que la patrullera había sufrido una avería que la dejó sin gobierno y provocó el choque contra la patera, cuando la Delegación  se apresuró a emitir una nueva nota oficial en la que admite que se produjo la colisión entre ambas embarcaciones. Además de que cuesta creer que la Delegación del Gobierno no dispusiera de esa información el mismo día de los hechos, a nadie se le escapa que entre el simple “contacto”  y una “colisión” o “choque” hay una diferencia de intensidad notable.

Al mismo tiempo, y en contra de lo que aseguran los supervivientes, la Delegación y la Guardia Civil aseguran que la patrullera ni se dirigió a gran velocidad hacia la barquilla ni llevaba las luces apagadas. Se argumenta en cambio que la patrullera, debido a la avería que sufría, no pudo maniobrar para esquivar a la patera que se estrelló contra ella . Tampoco queda claro si se cumplió el protocolo de aplicación en estos casos y se dio aviso a Salvamento Marítimo para que socorriera a los inmigrantes desde el momento en el que se tuvo conocimiento de que una patera se acercaba a las costas de la isla. Según ha informado la Cadena SER, el aviso a Salvamento Marítimo sólo se produjo después del choque entre barquilla y patrullera a pesar de que desde primera hora de la tarde del día anterior se tenían noticias de la llegada de la embarcación de los inmigrantes y que ésta fue detectada en los radares del SIVE unas dos horas antes del fatal encuentro.

Por tanto, son varias las preguntas que no tienen aún respuesta clara: ¿chocó la patera contra la patrullera u ocurrió el revés? ¿llevaba o no la patrullera las luces encendidas y se acercó despacio a la patera o pasó como dicen los supervivientes? ¿se avisó a Salvamento Marítimo a tiempo o sólo cuando ya se había producido la colisión? ¿era esta la primera avería que sufría esta patrullera o ya había tenido otras antes? ¿por qué iban en la patrullera sólo cuatro agentes cuando se trata de una embarcación con capacidad para once o doce? ¿tenía el agente al mando de la patrullera la pericia y las capacidades suficientes para el puesto?

Es de suponer que la investigación judicial en marcha aclarará todos estos extremos. Ello no impide que la Delegación del Gobierno se apresure a ofrecer un relato completo y pormenorizado de los hechos sin esperar a que le madruguen los medios de comunicación. Por justicia para con las víctimas de la tragedia y por respeto al buen nombre y a la brillante labor de la Guardia Civil ante el fenómeno de la inmigración.

¡Que inventen ellos!

También los científicos e ivestigadores de este país van a salir mañana por unas horas de sus laboratorios y se van a echar a las calles para protestar contra los recortes en los presupuestos destinados a investigación y desarrollo, eso que hoy conocemos como I+D y a lo que se le ha añadido un "i" minúscula para aludir a la innovación. Sobre lo que significa en realidad  esa "i" y para qué se usa en nuestro país, pueden echar un vistazo a este artículo que lo aclara a la perfección: "El fracaso de la investigación no permite cambiar el modelo productivo". 

La cuestión es que, desde hace tres años, los presupuestos estatales y, como un reflejo de ellos, los autonómicos, vienen recortando sin piedad las partidas destinadas a la investigación. Esa política ha hecho que en nuestro país el porcentaje del Producto Interior Bruto que se dedica a ese fin haya  evolucionado en sentido contrario a como lo ha hecho en el conjunto de la Unión Europea y la OCDE. De tal manera que, lejos de abandonar los vagones de cola de la investigación, cada vez estamos más atrás.

 En términos humanos, esa realidad se traduce en "fuga de cerebros", investigadores y científico de una gran capacidad que han hecho las maletas para ofrecer su conocimientos a países en los que se valora y apoya desde las instancias públicas y desde la empresa privada la investigación científica. Junto a ellos se han ido también - y otros muchos no tendrán más remedio que seguir sus pasos - muchos jóvenes universitarios que, acabada su formación, ambicionan emprender una carrera como investigadores. Maltratados por la burocracia, apenas reconocidos socialmente y luchando siempre contra las miserias económicas con las que tienen que desarrollar su labor, muchos tiran la toalla y los que son más capaces de resistir a las adversidades ponen tierra de por medio.

En términos económicos y como dice el artículo citado más arriba, esa pérdida de capital humano en el mundo de la investigación se traduce en un país condenado a ser colonizado científica y tecnológicamente por aquellos otros países que sí ven en el dinero que destinan a Investigación y Desarrollo una inversión a medio y largo plazo y no un gasto superflúo, como parece ocurrir en España. Esa realidad contribuye poderosamente a perpetuar en nuestro país un modelo económico en el que el sector servicios, de escaso valor añadido, seguirá ostentando un peso descomunal frente a  las actividades relacionadas con la sociedad del conocimiento. 

De nada deberíamos sorprendernos porque, al fin y al cabo, los brutales recortes que sufre la investigación científica en nuestro país no son otra cosa que la continuidad lógica de los que se aplican también en la enseñanza obligatoria y universitaria. Con un gobierno como el anterior y el actual, empeñados en darle al desarrollo y la modernización del país varias décadas hacia atrás, no tardaremos mucho en llegar a los inicios del siglo XX y exclamar con  Miguel de Unamuno aquello de ¡Que inventen ellos!

Las lágrimas no bastan

Las lágrimas de dolor que hemos visto derramar al presidente de los Estados Unidos y a las familias de las víctimas inocentes de una nueva matanza en una escuela de Conneticut no bastan para poner fin a la locura de las armas que reina en ese país. Son comprensibles, humanas y reconfortantes para mitigar el dolor causado, pero no sirven para atacar las causas últimas de una tragedia que se repite con demasiada regularidad en un país en el que hay casi tantas armas como habitantes.

Esas causas van desde el feroz individualismo de la sociedad norteamericana a su miedo incomprensible para quienes vemos la tragedia desde lejos a un gobierno despótico, sin olvidarnos del gran negocio que el acceso a las armas representa para la poderosa industria que las fábrica y a cuyos intereses responden muchos políticos tanto demócratas como republicanos y representa la estúpida Asociación Nacional del Rifle.

El derecho a poseer armas – reconocido en la propia Constitución - está tan arraigado en los genes de la sociedad norteamericana que cualquier intento de al menos restringir el acceso es tildado sin falta y como poco de antiamericano, uno de los insultos políticos más duros que puede dirigirse contra un estadounidense. Miles de personas mueren todos los años en Estados Unidos víctimas de homicidios, asesinatos y suicidios gracias a la proliferación de armas de todo tipo en cuyo uso muchos padres no dudan en familiarizar a sus hijos desde muy temprana edad.


Las galerías de tiro y las ferias de armas son algo tan común en ese país como en Europa los mercadillos de frutas y verduras o los rastrillos: se exponen, se prueban, se rebajan y se venden como otra mercancía cualquiera sin más exigencia legal que mostrar el carné de conducir. Las armas – normalmente más de una – suelen colocarse en cualquier lugar del domicilio, en un cajón de la cocina, en la mesilla de noche, detrás de la puerta, al alcance de cualquier miembro de la familia, incluidos menores con graves problemas psicológicos o de sociabilidad como el autor de la masacre del viernes.

En definitiva, nada que no se haya vivido una y otra vez sin que nadie se haya atrevido a ponerle coto. Sólo el presidente Bill Clinton se atrevió en su día a restringir el acceso a las armas de asalto con una suerte de moratoria que concluyó en 2004. Aquella iniciativa recibió invectivas de todo tipo y pasó a la historia con más pena que gloria.

Ahora, Barak Obama ha dicho en dos ocasiones en menos de dos días que “hay que hacer algo” para acabar con esta locura. No ha dicho exactamente qué es lo que piensa hacer pero al menos abre una puerta a la esperanza de que no se repitan los horrores del viernes. Falta por saber si será capaz de resistir a las presiones en su contra de quienes prefieren derramar lágrimas de cocodrilo ante estas reiteradas tragedias y no hacer nada para evitarlas.

Merkel über alles

Ahí los tenemos de nuevo: los jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea osando hollar las alfombras comunitarias en las que ha pisado la canciller alemana Angela Merkel. Nueva cumbre europea en Bruselas para escenificar una vez más y ad nauseam la pleitesía a las políticas de masoquismo fiscal que impone Berlín. ¡Eureka! gritó en griego un comisario europeo – da lo mismo cuál – cuando hace un par de días se alcanzó un acuerdo para crear un supervisor bancario único de los países de la zona euro al que podrán adherirse otros países de la Unión que lo deseen. 

Dado que se trata de que el todopoderoso – con permiso de Alemania – Banco Central Europeo meta aún más las narices en las cuentas de los sistemas financieros nacionales, el Reino Unido, Suecia y la República Checa ya han dicho no, gracias. No podrán hacer lo mismo los países del euro como España en donde el citado supervisor controlará el 90% del sistema financiero, de lo que cabe concluir que el Banco de España puede ir empezando a preparar los papeles para convertirse en una fundación benéfica o similar. 


Con todo, de las 6.000 entidades financieras que hay en la Unión Europea, el mencionado supervisor sólo controlará unas 150, todas aquellas que superen los 30.000 millones de euros en activos. Entre las que no controlará estarán las más de 400 cajas de ahorro alemanas que, aunque no alcanzan por separado ese límite, suman todas juntas en torno al billón de euros, algo así como el Producto Interior Bruto de España. 


¿Y eso por qué? Pues porque Merkel no quiere, sencillamente y no se hable más. Buena es ella para permitir que anden otros husmeando en las cuentas de sus cajas de ahorro, de las que se sospecha que están también atiborradas de activos tóxicos y no vaya a ser que se vea obligada a liquidarlas o a pedir un rescate, menuda vergüenza tendría que pasar. 

Logrado este triunfo, la insaciable Merkel acaba de propinarle otro bofetón a las tímidas esperanzas de países como España de crear un fondo para financiar la prestación por desempleo ahora que las cuentas de la Seguridad Social se colorean de rojo intenso gracias a la reforma laboral.

Nein, ha dicho Merkel y, no lo ha dicho pero seguro que lo ha pensado, que se las apañen solos esos haraganes del sur que sólo piensan en vacaciones y puentes. Como considera que el plan en cuestión sería un pozo sin fondo, ha propuesto una suerte de rescate de parados consistente en que, quien quiera dinero para hacer frente al pago por desempleo, que firme contratos bilaterales con Bruselas y apechugue con las inevitables condiciones derivadas – vulgo más recortes a mansalva. Tras lo cual ha aparecido en la tele Mariano Rajoy ataviado con bufanda al cuello y ha dicho que “en una negociación nunca se puede obtener el cien por cien” -, salvo que seas Merkel, claro. 

Pero una cosa es obtener el cien por cien y otra bien distinta es no obtener nada de nada y eso exactamente es lo que ha conseguido Rajoy a pesar de ser un aventajado alumno merkeliano: un palo y ni un brote verde de zanahoria. Así se construye la Europa de nuestros días, la ganadora del Premio Nobel de la Paz: con Merkel über alles y el resto unter Merkel.

A Rajoy se le paró el reloj

Fue en diciembre de 2011 y desde entonces no se ha movido ni un segundo. Sólo así cabe explicar que, 12 meses después, siga escudándose en la herencia recibida del gobierno socialista para justificar la cada día más deteriorada situación económica, social y política del país. Parece como si durante el último año las previsiones económicas no hubiesen empeorado y no haya continuado aumentando el paro y, lo que es peor, con perspectivas de seguir haciéndolo hasta no se sabe cuándo a pesar de la panacea de la reforma laboral.

También parece como si no hubiese sido el gobierno que Rajoy preside el que ha recortado en sanidad y educación, el que ha mentido a los jubilados con la revalorización de las pensiones o el que ha subido los impuestos, medidas todas ellas – hay que recordarlo una vez más – que prometió que nunca aplicaría. Tampoco debe de haber sido su Gobierno el que pidió el rescate millonario de la banca que pagaremos a escote todos los ciudadanos ni el que lleva un año mareando la perdiz del rescate integral del país. Nada de todo eso se le debe achacar a Rajoy y a su Gobierno sino a la herencia socialista – que existe, de eso no hay duda – o a que “no hay otra alternativa”.

Los primeros y decididos pasos para la privatización de servicios públicos esenciales como la sanidad, el copago farmacéutico que ya se extiende a los hospitales y al transporte sanitario, los paños calientes ante el drama de los desahucios, las injustas tasas judiciales, la privatización del Registro Civil, el endurecimiento del Código Penal con claros visos de inconstitucionalidad, la retrógrada reforma educativa y el agravamiento de las tensiones con Cataluña a propósito de la financiación autonómica o la inmersión lingüística son culpa tan sólo de la “herencia socialista” y no de quien las ha aprobado y puesto en práctica. El corolario de todas esas acciones y medidas fruto de la “herencia recibida”, según la falaz justificación de Rajoy, es un país empobrecido y atenazado por la incertidumbre y el miedo al que, para mayor escarnio, se le toma el pelo con los alucinógenos brotes verdes.

Lo cierto es que también al PSOE se le ha parado el reloj, incluso mucho antes que a Rajoy. Desde que en las últimas elecciones locales vio como su esfumaba buena parte de su poder y lo perdía casi por completo en las generales de 2011 y en las autonómicas de este año, su reloj también se ha quedado como petrificado e incapaz de ponerse en hora con las demandas y preocupaciones de la sociedad. Los socialistas llevan también más de año y medio esperando el milagro de que su reloj vuelva a andar solo. O no saben o no quieren o no pueden ponerlo en manos de los relojeros adecuados para que resuelvan la avería, simplemente esperan que obre el prodigio.

También tenemos los relojes - de lujo - de los Urdangarín, Díaz Ferrán, políticos corruptos y directivos bancarios trincones que, no sólo no se han parado, sino que van muy adelantados desde hace mucho tiempo sin que nadie, salvo los jueces, sea capaz de ponerlos en la hora correcta

El único reloj que parece ir en hora en este país es el de los ciudadanos, que viven agobiados el día a día de la crisis y a cada minuto que pasa sienten que se acaba el tiempo para evitar que el que se pare definitivamente sea el reloj del país.