Ahí los tenemos de
nuevo: los jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea osando
hollar las alfombras comunitarias en las que ha pisado la canciller alemana Angela
Merkel. Nueva cumbre europea en Bruselas para escenificar una vez más
y ad nauseam la
pleitesía a las políticas de masoquismo fiscal que impone Berlín.
¡Eureka! gritó en griego un comisario europeo – da lo mismo cuál –
cuando hace un par de días se alcanzó un acuerdo para crear un
supervisor bancario único de los países de la zona euro al que
podrán adherirse
otros
países de la Unión que lo deseen.
Dado que se trata de que el
todopoderoso – con permiso de Alemania – Banco Central Europeo
meta aún más las narices en las cuentas de los sistemas financieros
nacionales, el Reino Unido, Suecia y la República Checa ya han dicho
no, gracias. No podrán hacer lo mismo los países del euro como
España en donde el citado supervisor controlará el 90% del sistema
financiero, de lo que cabe concluir que el Banco de España puede ir
empezando a preparar los papeles para convertirse en una fundación
benéfica o similar.
Con todo, de las 6.000 entidades financieras que
hay en la Unión Europea, el mencionado supervisor sólo controlará
unas 150, todas aquellas que superen los 30.000 millones de euros en
activos. Entre las que no controlará estarán las más de 400 cajas
de ahorro alemanas que, aunque no alcanzan por separado ese límite,
suman todas juntas en torno al billón de euros, algo así como el
Producto Interior Bruto de España.
¿Y eso por qué? Pues porque
Merkel no quiere, sencillamente y no se hable más. Buena es ella
para permitir que anden otros husmeando en las cuentas de sus cajas
de ahorro, de las que se sospecha que están también atiborradas de
activos tóxicos y no vaya a ser que se vea obligada a liquidarlas o
a pedir un rescate, menuda vergüenza tendría que pasar.
Logrado este triunfo, la insaciable Merkel acaba de propinarle otro
bofetón a las tímidas esperanzas de países como España de crear
un fondo para financiar la prestación por desempleo ahora que las cuentas de la Seguridad Social se colorean de rojo intenso gracias a la reforma laboral.
Nein,
ha
dicho Merkel y, no lo ha dicho pero seguro que lo ha pensado, que
se las apañen solos esos haraganes del sur que sólo piensan en
vacaciones y puentes. Como considera que el plan en cuestión sería
un pozo sin fondo, ha propuesto una suerte de rescate de parados
consistente en que, quien quiera dinero para hacer frente al pago por
desempleo, que firme contratos
bilaterales con
Bruselas y apechugue con las inevitables condiciones derivadas –
vulgo más recortes a mansalva. Tras lo cual ha aparecido en la tele
Mariano Rajoy ataviado con bufanda al cuello y ha dicho que “en una
negociación nunca se puede obtener el cien por cien” -, salvo que
seas Merkel, claro.
Pero una cosa es obtener el cien por cien y otra
bien distinta es no obtener nada de nada y eso exactamente es lo que
ha conseguido Rajoy a pesar de ser un aventajado alumno merkeliano:
un
palo y ni un brote verde de zanahoria. Así se construye la Europa de
nuestros días, la ganadora del Premio Nobel de la Paz: con Merkel über alles y el resto unter Merkel.
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