Otro debate de la nacionalidad para olvidar

A la vista de la escasa expectación que genera, ignoro las causas por las que todos los años por estas fechas, cuando el común de los mortales solo piensa en la Semana Santa, se empeñan los partidos políticos y el Gobierno de Canarias en celebrar el cansino debate sobre el estado de la nacionalidad canaria. Será por el continente o por el contenido o por los actores o por todo eso a la vez, pero lo cierto es que a cada año que pasa despierta menos interés entre la ciudadanía. Si no fuera por el esfuerzo y el despliegue de los medios de comunicación, en gran medida injustificado a la vista de la trascendencia de la cita, el debate pasaría absolutamente inadvertido en la calle. Apostaría algo a que ni un solo ciudadano de estas islas se inquietaría lo más mínimo si se borrara definitivamente de la agenda parlamentaria. 

Y no digo yo que no se aborden en él los problemas de las islas y hasta se propongan medidas y soluciones. Sin embargo, ocurre que los discursos están tan trillados, los argumentos están tan masticados y las respuestas son tan previsibles, que aquello que se quiere pasar por una cita parlamentaria trascendental apenas llega a la categoría de pequeño divertimento político y periodístico. A lo anterior solo hay que sumarle una oratoria paupérrima y deslavazada para hacer de este debate algo indigerible para la inmensa mayoría de los ciudadanos. 
Lo que escribí sobre el debate del año pasado podría valer perfectamente, frase arriba o frase abajo, para el de este año y seguramente para el que viene por mucho que estemos ya entonces a las puertas de las elecciones. De hecho, hace un año Clavijo estaba en minoría y un año después sigue en la misma situación y dentro de otro nada habrá cambiado a ese respecto. Que eso ocurra no es culpa ni de Clavijo ni de CC sino de la incapacidad del PP y del PSOE para producir un cambio político en Canarias. A nadie pueden engañar ya las jeremiadas y las críticas de socialistas y populares a las filas nacionalistas, toda vez que su único objetivo político parece ser competir por ser la pareja de baile de CC. Tanto da que el PSOE haga ahora de oposición dura cuando hace una semana era oposición blanda o que Antona se ponga bravo en la tribuna pero tierno en los despachos. 

En  este juego permanente de sillas alrededor de las cuales gira la política canaria, el debate apenas si permite a los canarios hacerse una imagen medianamente cabal de la realidad social y económica de las islas. Los discursos políticos son tan sesgados que, frente al "Canarias va bien" de un Gobierno tan poco proclive a la autocrítica como casi todos los gobiernos, tenemos una oposición para la que "nada va bien" y "todo está mal". Como siempre, es muy probable que la virtud esté en el punto medio entre esas dos posiciones extremas. El problema es que nadie en política está dispuesto a reconocer los errores propios ni los aciertos ajenos. Cuando acaben hoy los discursos se presentarán decenas de propuestas de resolución y aquellas que tengan la suerte de ser aprobadas irán directamente a la papelera de reciclaje: nadie más se acordará de ellas. Si al menos, en el debate del año que viene se hiciera balance de las cumplidas e incumplidas empezaríamos a creer de verdad que este es un debate útil para los ciudadanos. Mientras, seguirá siendo cada vez más una cita política irrelevante y bastante superflua. 

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