Rubalcaba tiene invitados este fin de semana a comer. A grandes rasgos, los comensales pueden dividirse en dos grupos. De un lado los que van a comer de su mano y de su plato y de otro los que van comerle el terreno político, ya bastante mordisqueado. Los primeros ven en él al hombre llamado a volver a enfrentarse a Rajoy en las elecciones de 2015 y que digan misa las encuestas del CIS “adobadas con mucho picante”, según chispeante frase del propio Rubalcaba. Creen que, a pesar de cuatro ministerios, una vicepresidencia y 20 años de diputado, en Rubalcaba aún hay fuerzas suficientes para otro embate electoral con la derecha rampante y sin nadie capaz de decirle zape por ahora.
Enfrente están los hombres y mujeres que ya no ocultan sus aspiraciones y que, después de meses de perfil, ahora quieren mirar de frente. Ahí están Patxi López, Susana Díaz, Pagés o Carme Chacón, ésta última con ganas de enjugarse por fin aquellas lágrimas apenas contenidas de la última contienda entre ambos y a la que Rubalcaba le ha dirigido un piropo envenenado: “Inteligente. Bueno, es un poco excesivo. Tenaz”.
Luego están los que añaden candela al fuego, caso de Felipe González, que nada se juega porque está de vuelta de todo pero que disfruta como un niño travieso repartiendo tortas bendiciones a partes iguales. El ex presidente emula a Aznar y le mete el dedo en el ojo a su aventajado discípulo Rubalcaba: “Es la mejor cabeza política de España, pero tiene una crisis de liderazgo”. Y a renglón seguido remata con un golpe de derecha: “Con Rajoy no hay crisis de liderazgo porque nunca lo tuvo”.
Con estos estimulantes prolegómenos comienza hoy en Madrid la Conferencia Política del PSOE en la que la dirección no quería ni oír hablar de primarias sino de ideas, pero en la que es mucho más probable que se hablé más de las primeras que de las segundas. Hacen un esfuerzo los responsables de la Convención para adelantarnos algunas de las iniciativas que piensan poner en práctica nada más desalojar a Rajoy de La Moncloa y reiteran que es el momento de recuperar el terreno perdido y resucitar la moribunda socialdemocracia en vez de ponerse a debatir ya sobre nombres para liderar esta contraofensiva por la izquierda.
Va a ser que no y, en ese caso, el PSOE volverá a perder otra oportunidad para convencer a los ciudadanos de que una vez de vuelta al poder en el Gobierno nacional sabrá qué hacer para que este país recupere los niveles de bienestar que, con la excusa de la crisis, ha deteriorado hasta límites insospechados la derecha ultraliberal. Es cierto, como dice Felipe González, que Rubalcaba sufre una crisis de liderazgo, pero es más cierto aún que la verdadera crisis, la que más debe preocupar al PSOE, es la de las ideas para hacer frente a cuestiones de tanto peso como las tensiones territoriales, el desafecto político, la corrupción, el deterioro de los servicios esenciales o a la pérdida de soberanía a mayor gloria de los mercados y sus agentes.
Ilusionar de nuevo al electorado con un proyecto político coherente, a la altura de las exigencias de los tiempos, capaz de encontrar sinergias en la sociedad sin perder las señas de identidad y nítidamente diferenciado del de la derecha es su gran reto. Si al final todo se sustancia de nuevo en una batalla por el sillón de mando ni siquiera hará falta ponerle pimienta a las encuestas, ni pimienta ni sal.
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