Las imágenes que acompañan este post han dado la vuelta al mundo este fin de semana. No es para menos: no todos los días se ve a la Armada de un país democrático embistiendo con sus lanchas a las de una organización ecologista como Greempeace. Eso ha ocurrido en España, más exactamente a escasas millas marítimas de Lanzarote y Fuerteventura. Fruto de la embestida a todo trapo de las lanchas militares es una activista italiana con una pierna rota y evacuada a un hospital y otros dos colaboradores de Greempeace con magulladuras de diversa consideración. Mejor no hacer especulaciones pero, a la vista del ardor con el que parecen emplearse los militares en esas imágenes, es incluso una suerte que no estemos ante un escenario muchísimo peor.
El delito de los activistas fue llamar la atención internacional sobre el inminente inicio de las prospecciones petrolíferas autorizadas a la multinacional Repsol por el Gobierno de España, un proyecto que cuenta con el rechazo de una buena parte de la sociedad canaria, de seis de los siete cabildos insulares, del Gobierno de la Comunidad Autónoma y de todos los ayuntamientos de Lanzarote y Fuerteventura, las islas más próximas a los sondeos. Como es tradición en Greempeace, el objetivo de esta protesta no era otro que el de colocar una pancarta en contra del petróleo y hacer una pintada en el casco del barco. Subir a bordo puede que estuviera entre sus planes pero no parece tarea fácil a la vista de la altura del monstruo marino con el que Repsol quiere perforar las aguas canarias en busca de oro negro.
Que la actuación de la Armada fue como poco desproporcionada es algo que sólo alguien que no quiera ver las imágenes difundidas en la red este fin de semana puede negar. Alegar, como hace el Gobierno español, que los ecologistas cometieron una ilegalidad al penetrar en una zona de exclusión marítima reservada a los pinchazos petroleros de Repsol, no se compadece con la dureza que muestran las imágenes. En todo caso, por muy ilegal que fuera a ojos del Gobierno, la protesta ecologista fue en todo momento pacifica y de forma pacífica pudo haberse desactivado también. La testosterona mostrada por los miembros de la Armada o por quien dio las órdenes de arrollar las lanchas de los ecologistas estaba por completo fuera de lugar.
Es público y notorio que a este Gobierno las protestas ciudadanas le causan sarpullidos y hace todo lo que puede para impedirlas policial y judicialmente. Sin embargo, ha ido demasiado lejos convirtiendo a la Armada de la noche a la mañana en defensora de los intereses privados de una multinacional petrolera mientras los armadores de los pesqueros españoles que afrontan la piratería en el Índico y otros lugares tienen que pagarse la seguridad de su bolsillo.
Confiemos en que más pronto que tarde el ministro de Defensa, Pedro Morenés, comparezca en el Congreso y en el Senado y dé alguna explicación plausible de la sobreactuación de los militares en un asunto que a todas luces les viene demasiado grande. Que explique por qué envió la Armada a desbaratar una protesta ecologista y diga a quién se le ocurrió la idea de abordar sus lanchas por las bravas. Que no se olvide de aclararnos para qué está la Guardia Civil del Mar y si no habría sido mucho más adecuado que fuera ella la que, en todo caso, controlara las acciones de protesta de los ecologistas. Acto seguido debería hacer pública el ministro la destitución del mando militar responsable del desaguisado del otro día en aguas de Lanzarote y Fuerteventura.
A la espera de esas explicaciones, lo que de momento ha conseguido el Gobierno español con la desmesurada actuación de la Armada en este incidente es precisamente lo que Greempeace deseaba por más que no consiguiera colocar su pancarta o hacer sus pintadas: difundir por todo el mundo cómo se las gasta el gobierno de un país como España y de qué herramientas echa mano cuando se trata de acallar las protestas contra la imposición de sus políticas a mayor gloria de determinados intereses privados.
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