Aunque creo
que ha dejado el vicio, no me extrañaría que Rajoy haya encendido un buen
veguero para celebrar como se merece que su padrino Aznar haya renunciado a la
presidencia de honor del PP. Se acabó por fin la brasa insufrible de sermonearme
a toda hora con lo que debo hacer y pensar sobre la economía, los impuestos, Cataluña
o el partido, habrá dicho para sus entretelas el gallego. De Rajoy sabemos que
ya le pueden hacer cosquillas en las plantas de los pies que no moverá un solo músculo
de la cara. A las críticas de Aznar, eternamente enfurruñado y de mala uva,
Rajoy ha respondido con el desdén del silencio o como quien oye llover
plácidamente en Pontevedra. Todo lo contrario del vallisoletano, incapaz de expresar sus puntos de vista sin
torcer el gesto y mascullar las palabras como si hablara para su camisa y no
para quienes le escuchan.
Ahora bien,
que Rajoy parezca una estatua del Museo de Cera y que las críticas parezca que
no le afectan no quiere decir que la procesión no vaya por dentro. Aznar fue y
sigue siendo el “presidente” para la derecha carpetovetónica nacional, la misma para la que Rajoy no es más que “Maricomplejines”
– Jiménez Losantos dixit. Junto con eso, que alguien que te eligió a dedo para
ser su heredero político te esté tirando casi a diario de las orejas no debe
ser tampoco plato de buen gusto para nadie, ni siquiera para el aparentemente
inconmovible Rajoy.
Sin embargo, y
aunque lo disimulen muy bien los dirigentes del PP cantando ahora las
excelencias políticas de Aznar, lo cierto es que al partido le viene de perlas
que este Pepito Grillo de la derecha más caduca pase a la condición de simple
militante. En el imaginario de la mayoría de los españoles Aznar aparece con
los pies sobre la mesa junto a Bush y sus compiches, en el trío de las Azores o
mintiendo a los españoles sobre los atentados de Atocha. Es también, aunque los
populares canten sus bondades económicas, el responsable político de la burbuja
inmobiliaria que ha provocado la peor crisis vivida en décadas en este país; y
al mismo tiempo es el que hablaba catalán en la intimidad con Pujol y el que
invitó a la boda de su hija a la flor y nata de la trama Gürtel.
Por eso, cuanto
menos le recuerden los españoles y cuantas menos homilías haya que soportar sobre
lo que debe hacer o dejar de hacer el Gobierno del PP, mucho mejor para los
populares. Aunque temo que se equivoquen si dan por hecho que este martillo de
herejes no les seguirá leyendo la cartilla cada vez y tenga oportunidad. Renunciar
a la presidencia de honor del PP le deja las manos libres para arremeter contra
Rajoy o contra quien estime conveniente y con la dureza que estime conveniente.
A su servicio tiene la fundación FAES, a la que ya ha desconectado del PP, y
hasta la posibilidad de fundar un nuevo partido a la derecha de la derecha.
De naturaleza
política rencorosa, Aznar no se va a retirar de la primera línea así como así
ni va a perdonar que Rajoy y el PP hayan ignorado las reiteradas críticas y
recomendaciones de un hombre que se siente imbuido de la verdad absoluta e
inapelable. Haría bien Rajoy en apurar su puro e irse preparando para las
embestidas aznaristas que seguramente le estarán esperando a la vuelta de la
esquina y que, esta vez sí, puedan terminar obligándole a romper el silencio
sobre su arrogante padrino político.