De Mariano
Rajoy ha dicho hoy Ángela Merkel que, como dicen en Alemania, “tiene piel de
elefante". Creo que Merkel no podía describir mejor y con menos palabras el
carácter político de su admirado presidente del Gobierno español, el político
más fiel y cumplidor de sus medidas de austericidio que podía encontrar en la
Unión Europea. Mariano Rajoy es un paquidermo - grupo de mamíferos herbívoros, de tamaño y peso grandes y con la piel gruesa y dura que incluye elefantes o hipopótamos - al que las críticas, por muy
duras y fundamentadas que sean, literalmente le resbalan. Incluso las que
proceden de su entorno político más próximo, pocas pero aceradas como las que
suele hacer a veces la lideresa Aguirre, le producen poco más que un leve
cosquilleo.
Los ataques por la corrupción y de la que con seguridad sabe mucho más de lo que aparenta, son para él pequeños tábanos que despacha con un displicente “todo es falso salvo algunas cosas que están ahí” y sigue rumiando tranquilamente. Si las críticas tienen que ver con sus inmisericordes recortes a mayor gloria de su admiradora Merkel, el efecto no es mayor que el de una leve pluma posándose sobre su piel de paquidermo. Y si se le acusa de prometer una cosa y hacer la contraria el color de su piel sigue siendo exactamente el mismo: jamás veremos ponerse colorado a Rajoy porque alguien le eche en cara haber mentido a todo el país. Expresar sentimientos y estados de ánimo no está en sus genes políticos y por tanto no tiene reflejo alguno en su epidermis, salvo que le den una galleta como en Pontevedra.
Rajoy tampoco
cometerá nunca el error de entrar en una cacharrería y ponerlo todo patas
arriba. Él esperará en la puerta a que salgan sus rivales y dejará que den
vueltas a su alrededor hasta que terminen agotados y se rindan. Entonces
actuará como un paquidermo: lenta y pesadamente pero con el convencimiento de
que su movimiento será inexorable. Porque Rajoy no sólo tiene la piel de un
elefante sino que actúa como uno de ellos. Apenas se mueve si no es por comida
y cuando lo hace sus pasos son cortos y premiosos pero seguros.
Su posición
favorita es la inmovilidad absoluta, sabedor de que el movimiento alocado
termina en mareo o en algo peor. Si buscan un ejemplo piensen en lo que ha
pasado este año y en las vueltas que se han dado en este país después del 20 de
diciembre de 2015 para que el final el presidente del Gobierno siga siendo el
mismo político de piel de elefante que hoy ha piropeado Merkel. Su naturaleza
inmovilista y calculadora y su inmunidad a las críticas más hirientes le llevaron
a camuflarse con el paisaje y a esperar que el desgaste de sus rivales le
sirviera el triunfo en bandeja y sin coste político alguno.
Al contrario,
su piel se ha endurecido más si cabe y se ha vuelto mucho menos
vulnerable de lo que lo era hace un año. Si a todo eso unimos un electorado
altamente fiel para el que la corrupción sólo son maledicencias de la oposición
y los injustos recortes medidas dolorosas pero necesarias, es fácil comprender la
razón por la que Rajoy es la envidia de la fauna política de dentro y de fuera
de nuestras fronteras.
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