Iban un español y una alemana


- ¡Gürtel Morgen, Ángela! ¿Cómo estás?
- Dabuten, Mariano. Pero no es Gürtel Morgen, sino Guten Morgen.
- Perdona, es que llevo unos días que ya no sé ni lo que me digo.
- La verdad es que te veo muy desmejorado. ¿Qué te pasa?
- No me hables. Me persigue desde Madrid una nube de periodistas y no sé cómo quitármelos de encima.
- ¿Y qué es lo que quieren?
- Que les responda a unas cuantas preguntas
- ¿Qué quieren saber?
- Que les diga si he cobrado en negro de mi partido. Hasta ahora he podido evitarlos pero me temo que hoy no voy a tener más remedio que responderles. ¿Tú podrías echarme una mano?
- ¿Cómo?
- No sé. ¿Qué te parece si hacemos una declaración institucional sin preguntas al final de nuestro encuentro? Podríamos poner un plasma en la sala de prensa y que se limiten a grabar nuestras palabras. Podemos decir que nos admiramos mutuamente, que nuestras relaciones son inmejorables y que los dos estamos muy comprometidos con el crecimiento y el empleo.
- Seguro que no colará. Además, en Alemania no le tenemos miedo a las preguntas de los periodistas; las contestamos siempre aunque no digamos la verdad.

- Pues algo tendré que decirles.
- ¿Has pensado en alguna respuesta?
- No sé, no tengo las ideas muy claras. ¿Qué te parece si les digo que todo es falso, salvo algunas cosas?
- ¿Tú crees que se lo tragarán?
- Me temo que no. Ya dije el sábado que todo es falso pero no sólo no me creyeron sino que hasta la oposición empezó a pedirme la dimisión. ¿Tú te lo puedes creer?
- Yo ya no sé muy bien que creer de ustedes los españoles. Me tienen realmente preocupada, con tantos jóvenes en paro. ¿Qué hacen durante todo el día esos chavales que ni estudian ni trabajan? Seguro que se van a la playa a tomar el sol.
- De eso precisamente venía a hablarte, Ángela. ¿Tú podrías echarnos una manita anunciando que vas a permitir que los países ricos como el tuyo pongan en práctica medidas que reactiven la economía No hace falta que te comprometas mucho, sólo que nos des alguna esperanza después de tanta austeridad fiscal.
- No puedo, Mariano. Sabes que tengo elecciones este año y los alemanes ya están cansados de ayudar a países como el tuyo.
- No me hagas esto, Ángela. Dame un respiro. Tengo que volver a España con alguna promesa tuya de que nos vas a dar un respiro.
- Lo siento mucho, Mariano. Lo que sí puedo hacer cuando salgamos ante la prensa es decir que eres un tío admirable, que tus reformas son una nueva maravilla mundial y que más pronto que tarde darán resultados.
- ¡Pero Ángela! ¡Que tengo seis millones de parados, a toda la oposición en contra, a la gente de la calle que ya no confía en mí porque dice que he hecho lo contrario de lo que había prometido, como si tú me hubieses dejado otra salida. Ahora, para colmo de males, me persigue por todos los rincones un tío en el que confié ciegamente y una nube de periodistas que no hace más que preguntas incómodas. ¡Tienes que ayudarme!
- Ya te he dicho que lo siento, Mariano. No puedo hacerlo, me juego las elecciones y no querrás tener que negociar después con un socialdemócrata manirroto. Sospecho que eso no va contigo.
- ¡Cómo eres, Ángela!
- Mira, tú sales ahí y les dices que vas a poner en marcha algunas acciones para reactivar la economía, pero sin demasiados detalles que después te lo echan en cara si no lo cumples. Yo, por mi parte, diré que estoy obnubilada con tus reformas y que te voy a enviar todos los años a millones de turistas alemanes; hasta yo voy a seguir haciendo turismo en La Gomera, por cierto ¡qué bien se come allí! Eso sí, tienes que prometerme una cosa.
- Lo que tu digas.
- Tienes que decir que sigues comprometido hasta las corvas con el objetivo del déficit y las reformas estructurales. A los alemanes les encanta escuchar eso cuando vienen otros como tú a pedirme dinero.
- Vale. Así lo haré.
- ¡Ánimo, hombre! ¿Nos vemos en el Consejo del jueves?
- ¡Y qué remedio!
- ¡Guten Morgen, Mariano!
- ¡Gürtel Morgen, Ángela!

La mano paralizada de Rajoy

Hace apenas unos días, el aún presidente del Gobierno y del PP Mariano Rajoy prometió que no le temblaría la mano si se descubrían irregularidades en su partido. Fue a propósito de la aparición de una hucha con 22 millones de euros que Luis Bárcenas tenía en Suiza fruto de sus desvelos para la vejez a la vista de cómo se presenta el panorama de las pensiones y de que empezaran a circular informaciones de sobresueldos en el PP, de los que el propio presidente aparece como perceptor. 

De eso hace ya casi dos semanas y a la vista de lo que ha hecho Rajoy en todo este tiempo a pesar de la acumulación de evidencias de financiación irregular y pagos opacos a dirigentes y cargos públicos del PP, sólo cabe concluir que el presidente tiene completamente paralizada la mano de acabar con las irregularidades. O se le ha dormido o se la han atado a la espalda. Tengo para mí que es seguramente lo segundo. No sólo es que no haya firmado su propia dimisión que ahora le pide hasta el siempre constructivo Alfredo Pérez Rubalcaba, quien no debería levantar mucho la voz ni ponerse muy gallito a la vista del fuerte olor a cerrado en su partido y a la esperpéntica historia de Amy Martin y sus artículos sobre cine nigeriano a 3.000 euros la pieza para la Fundación Ideas. Por no citar los ERES andaluces y otros sabrosos relatos para no dormir.

La cuestión es que Rajoy ni siquiera se ha atrevido a firmar la destitución fulminante de su ministra de Sanidad de la que ahora se sabe con certeza que recibió costosos regalos, billetes aéreos, alquiler de coches y hasta una tonelada de confetis de la trama Gürtel para ella y su ex marido, el cual guardaba además en el garaje del domicilio familiar un flamante Jaguar que ella nunca vio y que debieron de haber dejado allí los Reyes Magos. Tal vez le convendría que le revisara la vista un competente oftalmólogo, privado, por supuesto.

Ana Mato, la ministra del copago, el repago y los recortes sanitarios para garantizar una sanidad pública, universal y de calidad, resulta así alcanzada directamente por la mayor red de corrupción política y financiación irregular de partidos que ha visto España desde los tiempos de FILESA. A la vista de que no tiene intención alguna de dejar de velar por nuestra salud y bienestar, el presidente no sólo no le ha dado la baja permanente en el Gobierno sino que la ha animado a que continúe en su puesto. Todo un ejemplo de lo firme y rápida que es la mano de Rajoy cuando se trata de acabar con las irregularidades en su partido.

Váyase, señor Rajoy

Dimita ya, señor Rajoy. Regrese a su bien remunerado puesto de registrador de la propiedad y mejore su maltrecha situación económica. Aunque, en realidad me importa un bledo que gane menos en la política. Es más, no me lo creo. Los españoles hemos aprendido en carne propia lo que vale su palabra y no espere que empecemos a creer en ella justo en estos momentos.

En cualquier caso, no me cuente su vida triste. Lo que tenía que haber hecho era demostrar ante todos los españoles que no llegó Usted a la política para enriquecerse ilícitamente y enriquecer por el mismo modo a los que le rodean. Ha tenido usted tiempo suficiente para hacerlo pero no ha querido o podido. No lo sé ni me importa. A los hechos me remito y estos, a día de hoy, son los que aparecen en los medios de comunicación. 

Sí sé que ha preferido enviar a su ventrílocua Cospedal a negarlo todo sin aclarar nada. Usted mismo, que debió ser el primero en dar la cara, se escondió ayer como un ratón asustado detrás de un video para pronunciar un soliloquio patético y victimista. Su crédito, ya al límite antes de las últimas informaciones, presenta ahora elevados números rojos. Si cree que enseñando unas cuantas declaraciones del IRPF, mostrando una increíble auditoría interna y haciendo un par de declaraciones solemnes pasará la tormenta, es que nos vuelve a tomar por imbéciles.

Este no es un episodio más de corrupción a la que por desgracia tan acostumbrados estamos en España, es la corrupción en todo su hedor y Usted aparece salpicado de manera muy directa. Perdone, no es nada personal, pero me ocurre como a otros muchos españoles: no le creo, no me inspira confianza ni Usted ni muchas otras personas de su partido en donde, sin embargo, estoy seguro de que la mayoría es gente honrada.

Usted ocultó su programa electoral y engañó a todo un país prometiendo no hacer lo que después ha hecho. Su seguidismo político y económico de lo que deciden Berlín y los mercados tiene a España sumida en su más grave crisis económica y social en décadas. Pero fíjese que hasta comprendo porque ha actuado Usted así después de recibir la confianza de la mayoría de los electores. Puede decirse que es su carácter como lo es el del escorpión picar a la rana que le ayuda a cruzar el charco: sencillamente no lo puede evitar.

Sin embargo, las últimas informaciones que han escandalizado a este país aturdido con sus recortes y que Usted no ha demostrado que sean falsas, han acabado con toda su autoridad moral para hablar de la corrupción de los demás y proponer pactos contra ella. Me atrevo a decir que su legitimidad política para seguir al frente del Gobierno de un país serio como éste, o que por lo menos quiere serlo, también ha caducado. Debe irse cuanto antes.

Pero primero vaya Usted al Congreso de los Diputados a rendir cuentas. Después, dé la cara ante los medios de comunicación y conteste a todas las preguntas de todos los periodistas que quieran preguntarle. Regrese entonces a su despacho de registrador para que podamos olvidarnos de Usted lo antes posible, sin que ello sea óbice para que asuma las responsabilidades no políticas a las que hubiere lugar.

Cuanto antes se valla antes podrá empezar a ver este país brotes verdes y no sólo en la economía, también en la transparencia en el manejo de las cuentas públicas y el respeto a la palabra comprometida con los ciudadanos. Hágale un gran servicio a España y a los españoles y dimita.

Sobrecarga en el PP

Al PP están a punto de saltársele los fusibles. La intensidad del caso de los sobresueldos unida a la regularización fiscal del dinero que el ex tesorero Bárcenas ocultaba en Suiza y que blanqueó con el primor de quien usase zumo de limón, tienen al partido y al Gobierno ante uno de los trances más comprometidos de su historia.

Sin embargo, en lugar de dar explicaciones claras y convincentes para intentar al menos rebajar la intensidad de la descarga que se avecina con la Fiscalía anunciando que investigará el caso, opta por escudarse en la negación sistemática y por matar al mensajero contra el que se esgrimen todo tipo de amenazas judiciales. ¿Y las pruebas que demuestran que es falso lo que publicó EL PAÍS ayer después de que lo adelantara unos días antes EL MUNDO – aunque sin papeles manuscritos de por medio? ¿Se querellarán también el PP y los miembros de la lista de Bárcenas contra el diario de Pedro J.?

Dolores de Cospedal afirmaba hace unos días que “no le constaban” sobresueldos en el PP y casi se tomaba a coña la noticia. En su lamentable comparecencia de ayer en la que impidió que preguntaran los periodistas de EL PAÍS – otro gesto suyo de transparencia – afirmó sin embargo que no existen los sobresueldos, que contabilidad en el PP sólo hay una y ésta es limpia, legal y transparente como los chorros del oro. Estamos por tanto – dijo - ante una invención que sólo quiere hacer daño al partido que está intentando crecer y crear empleo para sacar a España de la crisis. Una irresponsabilidad y un cruel gesto de incomprensión hacia sus desvelos por los problemas de los españoles, vamos.

Para la mano derecha de Rajoy en el PP, que el presidente del Senado, Pío García Escudero, haya admitido que recibió un crédito del partido que luego devolvió, no significa que sea cierto que todos los demás que aparecen en la lista de Bárcenas también recibieran sobresueldos de oscura procedencia - ¿tal vez jugosas comisiones por grandes contratos públicos? - a los que no se sabe si se le aplicaron las oportunas retenciones y si los perceptores los declararon a Hacienda. Ocurre, sin embargo, que además de García Escudero también lo han reconocido ya Jaime Ignacio del Burgo, Jaume Matas y, previamente un ex diputado del PP. Y los que previsiblemente podrían hacerlo en las próximas horas.

Para Cospedal, que también aparece en la ya famosa lista como perceptora de jugosos sobresueldos, todo lo que no coincida con su versión oficial de los hechos simplemente es falso y sólo pretende dañar al verdadero partido de los trabajadores, como ella misma lo definió en una feliz ocasión. Ella y su partido siguen haciéndonos creer que la ridícula auditoría interna dirigida por una funcionaria del PP a la que seguirá otra externa aún sin responsable ni fecha, esclarecerá de verdad lo ocurrido y volverá a resplandecer el sol en las finanzas populares. Debe pensar, y seguramente lo piensa, que somos tontos.

Mientras Cospedal lo niega todo sin aclarar nada, el presidente del PP y del Gobierno se atrinchera en La Moncloa como si la cosa no fuera con él y no apareciera en la lista Bárcenas como perceptor de un sobresueldo de 25.000 euros anuales durante 11 años. Mañana reunirá con urgencia a sus varones pero ni siquiera se sabe si será él quien salga a dar explicaciones y anunciar acciones contundentes y convincentes para esclarecer las cosas, o volverá a ser Cospedal la que se encargue una vez más de intentar convencernos de que la caja de fusibles del PP no está a punto de arder. Mas no es en el PP en donde Rajoy debe dar explicaciones respecto de la procedencia del dinero de los sobresueldos, incluido en primer lugar el suyo, y si es negro, grisáceo o blanco. Es en el Congreso de los Diputados en donde los españoles exigimos que comparezca cuanto antes. El gravísimo caso de financiación irregular del PP y sobresueldos de presunta procedencia ilícita posiblemente pagados al margen de la Hacienda Pública y de la Seguridad Social tiene que debatirse y aclararse en la sede de la soberanía nacional.

El partido que iba a sacar a España de la crisis más pronto que tarde, el de la austeridad en los sueldos públicos y el de los recortes sociales que, además, se proponía regenerar la vida política de este país, carece en estos momentos de la mínima autoridad moral para dar lecciones de transparencia y moralidad y, en consecuencia, para ofrecer pactos contra la corrupción a nadie. Al menos hasta que no depure las responsabilidades que se adivinan tras las informaciones periodísticas y los documentos judiciales de los últimos días, incluida la del propio presidente del Gobierno. Y si se quema definitivamente la caja de fusibles del PP, que se queme. Así no podemos seguir.

Montoro ante el espejo

El ministro de Hacienda tiene un problema muy serio: cuando se mira al espejo ya no se refleja su imagen sino la de Luis Barcenas interpuesta con mirada altiva y desafiante. El problema dura ya al menos una semana. El jueves pasado fue al Congreso de los Diputados a cantar las bondades de la amnistía fiscal que él mismo impulsó. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos para convencer a sus señorías del éxito de la medida, la imagen interpuesta de Bárcenas se le aparecía por todos los rincones de la sala.

Intentó conjurarla empleando un frase lapidaria: la regularización – vulgo perdón fiscal – no encubre el delito. Pero ni con esas. Esta mañana ha ido a afeitarse y ahí estaba de nuevo, interpuesta en el espejo, la imagen de Bárcenas mostrándole el escrito que le ha enviado al juez en el que le confirma que sí, que no hay duda alguna de que se aprovechó de la generosa amnistía fiscal para lavar su dinero oculto en Suiza y que lo hizo a través de una empresa suya con cuenta en ese país. Montoro ya no sabe qué hacer para acabar con la pesadilla sin tener que mudarse de domicilio, aunque es lo que debería hacer cuanto antes.

No es sólo al ministro al que se le aparece interpuesta la imagen de Bárcenas. Todo apunta a que por el mismo calvario pasan estos días otros compañeros de Gobierno o de partido. El propio Mariano Rajoy, en aparente estado de alucinación catatónica desde que estalló el escándalo de las cuentas en Suiza, tampoco pudo contemplar su imagen en el espejo cuando esta mañana entró al baño. Ahí estaba interpuesto Luis Bárcenas mostrándole el cuaderno en donde anotaba a mano y con letra un tanto desgalichada los sobresueldos que le pagó a él y a otros cargos del partido durante varios años. La epidemia ya se ha extendido a Mayor Oreja, Cospedal, Arenas, Álvarez Cascos, Rato y Acebes, entre otros. Incluso aparecen encumbrados empresarios y algún imputado en la trama Gürtell a los que también les da verdadero pavor mirarse al espejo no vayan a ver, en lugar de sus caras, la de Bárcenas libreta en mano.

La situación puede calificarse ya de pandemia. En la Casa Real, el Jefe del Estado se mira al espejo y desde hace varios meses lo único que ve es la imagen interpuesta de su yerno entreverada desde hace unos días con la del secretario personal de sus hijas.

El país entero tampoco se refleja ya en el espejo. Millones de ciudadanos entran todos los días al baño con la radio encendida y en el espejo sólo salen las imágenes interpuestas de Bárcenas, Camps, el Bigotes, Urdangarín, Carlos Mulas y muchos más en un totum revolutum indescifrable. Pasan los días, las semanas, los meses y los años y la alucinación general no remite.

Muchos españoles se plantean poner fin a la pesadilla rompiendo el espejo y construyendo uno nuevo que no refleje a toda hora las caras de la rapiña y la impunidad que nos devuelve con insistencia desde hace demasiado tiempo. Romper el espejo en mil pedazos es la única alternativa que nos queda para acabar con esta alucinación colectiva. Sólo así podremos volver a mirarnos en él sin espantarnos de la imagen que nos devuelve.

Cumpleaños infeliz

El príncipe Felipe cumple hoy 45 años con pocas razones para celebrarlo. Ha alcanzado una edad en la que si no has logrado llegar a lo que querías ser de mayor debes empezar a preocuparte seriamente. En la melosa entrevista con Hermida su padre dijo de él que es una persona muy preparada, pero ahí sigue haciendo de meritorio a la espera de que un día le llegue su oportunidad como le acaba de llegar por fin a Guillermo de Holanda, su colega del gremio principesco.

En el país de los tulipanes la abdicación es una cosa corriente pero en España ningún rey abdica sino que muere en la cama con la corona puesta o, tal vez, en una cacería real. Y no lo digo yo, lo ha dicho la mismísima reina Sofía en un libro de cotilleos reales y que de estos asuntos debe de saber más que nadie. Cosas del norte y del sur, supongo, siempre tan distintos hasta en las cuitas del trono y la corona.

La cuestión no es solo que en España parece imposible conjugar el verbo abdicar, es que no existe ley que regule la eventualidad aunque así lo prevea la Constitución. Si don Juan Carlos abdicara, cosa que a muchos no les parecería mal dada su edad – la misma a la que se ha jubilado Beatriz de Holanda – su estado de salud y su pérdida de popularidad a raíz de sus cacerías y canas al aire, la zapatiesta sería histórica de verdad. Por eso dicen los que no están de acuerdo con la abdicación que mejor dejarlo correr no vayamos a complicar más las cosas en un momento en el que el país no está precisamente para fastos majestuosos.

Sin embargo, más allá del hecho de que don Felipe continúe engrosando por tiempo indefinido la tasa de príncipes en paro proactivo – véase el caso de Carlos de Inglaterra, a punto de jubilarse sin haber sentido sobre sus hombros el peso del armiño - lo que de verdad le debe estar amargando su cumpleaños de hoy es el río de aguas malolientes que discurre por las alcantarillas de La Zarzuela. Los negocietes de su impúdico y empalmado yerno, que la Justicia investiga lentamente pero sin pausa, tienen a la Casa Real y a la Monarquía como institución en el punto de mira de una opinión pública que quisiera no dar crédito a lo que lee y escucha.

Pero ahí están, negro sobre blanco en documentos judiciales, las trapisondas del cuñado y ahora también del secretario personal de las hermanas que en sus ratos libres prestaba su puesto y contactos para que el dinero público fluyera con suavidad de una empresa sin ánimo de lucro a unas cuentas muy lucrativas. El listo de la familia – ahora convertido en oveja negra, desahuciado de La Zarzuela y expulsado de la web real – se ha hecho con un capital utilizando su influencia y su nombre, del que no dudó en burlarse groseramente a través de los correos que su ex compañero de aventuras financieras ha tenido a bien poner en conocimiento del juez para escarnio de la monarquía e indignación de los ciudadanos.

Mientras, quien se supone que debería haber impedido que todo esto ocurriera y que, según parece, sabía que ocurría mucho antes de que llegara a los juzgados, se ve ahora arrastrado por los acontecimientos y en la afrentosa obligación que salir a comentar decisiones judiciales que le afectan directamente. Por méritos propios, la monarquía en España vive hoy de un descrédito inédito en la etapa democrática a la que – justo es reconocerlo – ha prestado importantes servicios. Un brillante expediente aparece ahora seriamente emborronado por la inacción de uno y la acción presuntamente delictiva de otros. Hasta se vuelve a traer a colación el que para muchos es su mayor pecado original, haber sido impuesta por Franco sin que los españoles tuvieran oportunidad de decidir en su momento entre monarquía y república.

Amargo cumpleaños el de hoy para un príncipe muy preparado pero que, aún viendo como la corona es arrastrada por periódicos y terulias,  no tendrá otra alternativa que continuar haciendo méritos con la esperanza de que llegue el día de salir de la lista de parados de larga duración. Eso, en el supuesto de que para entonces exista la monarquía.

Rajoy se cae del caballo

Mutatis mutandi el presidente del Gobierno se nos está haciendo socialdemócrata. Es al menos la segunda vez en poco tiempo que osa alzar la voz para pedirle a la canciller alemana que se olvide por un tiempo de su adorada austeridad e impulse medidas que reactiven la economía, que como sigamos únicamente por la vía del ajuste fiscal imperante no levantaremos cabeza jamás. Se atreve Rajoy a levantarle la voz a Merkel después de un año en el que su única guía política ha residido precisamente en las instrucciones que le llegaban directamente desde la cancillería alemana.

Durante un año ha desoído impasible las múltiples voces que le han venido advirtiendo de que el fanatismo fiscal y los consiguientes recortes en el estado del bienestar, la devaluación de los salarios, la subida de impuestos a las clases medias y los copagos y repagos sanitarios – entre otras medidas - eran justamente el camino contrario al que había que seguir para poder hablar con propiedad de brotes verdes. Y todo ello para ni siquiera cumplir el ansiado objetivo del déficit por el que en último extremo se justifica toda una panoplia de medidas a cual más dura, injusta e inútil.


Enrocado en sus reformas estructurales para crecer y crear empleo ha ido llevando a España a su peor crisis económica y social en décadas y ha conseguido el dudoso honor de presidir un país con seis millones de parados y subiendo gracias a su reforma laboral. Ahora, después del estropicio causado, se nos cae del caballo camino de Berlín y pide a los países “que pueden” – léase Alemania en primer lugar - que hagan algo para reactivar la economía, sea ese “algo” lo que sea, que tampoco Rajoy lo aclara fiel como siempre a su estilo confuso y difuso.



La respuesta de Merkel la recibió Rajoy en vivo y en directo en Santiago de Chile, en donde ambos coincidieron en una cumbre entre la Unión Europea y los países de América Latina y Caribe. Dice la canciller que lo que España debe hacer es ganar en competitividad y exportar más a Iberoamérica. O sea, nicht a implementar medidas expansivas para la economía. A ese no de Merkel no ha respondido aún Rajoy quien, seguramente, se estará pensando la respuesta para cuando la próxima semana se reúna con la canciller en Berlín. Veremos entonces si mantiene la apuesta o recoge velas.

A uno no le parece mal que Rajoy empiece a frecuentar el keynesianismo aunque es inevitable dudar de la sinceridad de su posición y, por tanto, del éxito de esta conversión de última hora a la socialdemocracia. Las medidas que ahora pide a Alemania y con las que intenta que sea Merkel la que le saque del atolladero en el que su política ha metido al país, las debió haber planteado desde el minuto uno de su llegada a la Moncloa e incluso antes, cuando se presentó a los españoles como el presidente taumaturgo que con su sola presencia al frente del Gobierno acabaría con los males de la economía nacional, empezando por el paro. Sin embargo, optó por el “no hay alternativa” y ha empleado todo un año en empeorar gravemente una situación que ya era muy mala con tal de aparecer ante los mercados como un aventajado alumno merkeliano. En su pecado está nuestra penitencia.

Por lo demás, este tímido envite de Rajoy a la canciller alemana sólo puede desembocar en la melancolía si el presidente español no encuentra aliados que apoyen su iniciativa en la Unión Europea. En estos momentos, únicamente el socialdemócrata Hollande estaría en disposición de respaldar esa petición pero de momento no lo ha hecho ni Rajoy lo ha buscado. En un año, además, en el que Merkel está enfrascada en una campaña electoral en la que se juega su continuidad como lideresa comunitaria y heroína del déficit, se me antoja que el recorrido de la petición de Rajoy será tan corto como infructuoso.