Mutatis mutandi el presidente del Gobierno se nos está haciendo socialdemócrata. Es al menos la segunda vez en poco tiempo que osa alzar la voz para pedirle a la canciller alemana que se olvide por un tiempo de su adorada austeridad e impulse medidas que reactiven la economía, que como sigamos únicamente por la vía del ajuste fiscal imperante no levantaremos cabeza jamás. Se atreve Rajoy a levantarle la voz a Merkel después de un año en el que su única guía política ha residido precisamente en las instrucciones que le llegaban directamente desde la cancillería alemana.
Durante un año ha desoído impasible las múltiples voces que le han venido advirtiendo de que el fanatismo fiscal y los consiguientes recortes en el estado del bienestar, la devaluación de los salarios, la subida de impuestos a las clases medias y los copagos y repagos sanitarios – entre otras medidas - eran justamente el camino contrario al que había que seguir para poder hablar con propiedad de brotes verdes. Y todo ello para ni siquiera cumplir el ansiado objetivo del déficit por el que en último extremo se justifica toda una panoplia de medidas a cual más dura, injusta e inútil.
Enrocado en sus reformas estructurales para crecer y crear empleo ha ido llevando a España a su peor crisis económica y social en décadas y ha conseguido el dudoso honor de presidir un país con seis millones de parados y subiendo gracias a su reforma laboral. Ahora, después del estropicio causado, se nos cae del caballo camino de Berlín y pide a los países “que pueden” – léase Alemania en primer lugar - que hagan algo para reactivar la economía, sea ese “algo” lo que sea, que tampoco Rajoy lo aclara fiel como siempre a su estilo confuso y difuso.
La respuesta de Merkel la recibió Rajoy en vivo y en directo en Santiago de Chile, en donde ambos coincidieron en una cumbre entre la Unión Europea y los países de América Latina y Caribe. Dice la canciller que lo que España debe hacer es ganar en competitividad y exportar más a Iberoamérica. O sea, nicht a implementar medidas expansivas para la economía. A ese no de Merkel no ha respondido aún Rajoy quien, seguramente, se estará pensando la respuesta para cuando la próxima semana se reúna con la canciller en Berlín. Veremos entonces si mantiene la apuesta o recoge velas.
A uno no le parece mal que Rajoy empiece a frecuentar el keynesianismo aunque es inevitable dudar de la sinceridad de su posición y, por tanto, del éxito de esta conversión de última hora a la socialdemocracia. Las medidas que ahora pide a Alemania y con las que intenta que sea Merkel la que le saque del atolladero en el que su política ha metido al país, las debió haber planteado desde el minuto uno de su llegada a la Moncloa e incluso antes, cuando se presentó a los españoles como el presidente taumaturgo que con su sola presencia al frente del Gobierno acabaría con los males de la economía nacional, empezando por el paro. Sin embargo, optó por el “no hay alternativa” y ha empleado todo un año en empeorar gravemente una situación que ya era muy mala con tal de aparecer ante los mercados como un aventajado alumno merkeliano. En su pecado está nuestra penitencia.
Por lo demás, este tímido envite de Rajoy a la canciller alemana sólo puede desembocar en la melancolía si el presidente español no encuentra aliados que apoyen su iniciativa en la Unión Europea. En estos momentos, únicamente el socialdemócrata Hollande estaría en disposición de respaldar esa petición pero de momento no lo ha hecho ni Rajoy lo ha buscado. En un año, además, en el que Merkel está enfrascada en una campaña electoral en la que se juega su continuidad como lideresa comunitaria y heroína del déficit, se me antoja que el recorrido de la petición de Rajoy será tan corto como infructuoso.
Durante un año ha desoído impasible las múltiples voces que le han venido advirtiendo de que el fanatismo fiscal y los consiguientes recortes en el estado del bienestar, la devaluación de los salarios, la subida de impuestos a las clases medias y los copagos y repagos sanitarios – entre otras medidas - eran justamente el camino contrario al que había que seguir para poder hablar con propiedad de brotes verdes. Y todo ello para ni siquiera cumplir el ansiado objetivo del déficit por el que en último extremo se justifica toda una panoplia de medidas a cual más dura, injusta e inútil.
Enrocado en sus reformas estructurales para crecer y crear empleo ha ido llevando a España a su peor crisis económica y social en décadas y ha conseguido el dudoso honor de presidir un país con seis millones de parados y subiendo gracias a su reforma laboral. Ahora, después del estropicio causado, se nos cae del caballo camino de Berlín y pide a los países “que pueden” – léase Alemania en primer lugar - que hagan algo para reactivar la economía, sea ese “algo” lo que sea, que tampoco Rajoy lo aclara fiel como siempre a su estilo confuso y difuso.
La respuesta de Merkel la recibió Rajoy en vivo y en directo en Santiago de Chile, en donde ambos coincidieron en una cumbre entre la Unión Europea y los países de América Latina y Caribe. Dice la canciller que lo que España debe hacer es ganar en competitividad y exportar más a Iberoamérica. O sea, nicht a implementar medidas expansivas para la economía. A ese no de Merkel no ha respondido aún Rajoy quien, seguramente, se estará pensando la respuesta para cuando la próxima semana se reúna con la canciller en Berlín. Veremos entonces si mantiene la apuesta o recoge velas.
A uno no le parece mal que Rajoy empiece a frecuentar el keynesianismo aunque es inevitable dudar de la sinceridad de su posición y, por tanto, del éxito de esta conversión de última hora a la socialdemocracia. Las medidas que ahora pide a Alemania y con las que intenta que sea Merkel la que le saque del atolladero en el que su política ha metido al país, las debió haber planteado desde el minuto uno de su llegada a la Moncloa e incluso antes, cuando se presentó a los españoles como el presidente taumaturgo que con su sola presencia al frente del Gobierno acabaría con los males de la economía nacional, empezando por el paro. Sin embargo, optó por el “no hay alternativa” y ha empleado todo un año en empeorar gravemente una situación que ya era muy mala con tal de aparecer ante los mercados como un aventajado alumno merkeliano. En su pecado está nuestra penitencia.
Por lo demás, este tímido envite de Rajoy a la canciller alemana sólo puede desembocar en la melancolía si el presidente español no encuentra aliados que apoyen su iniciativa en la Unión Europea. En estos momentos, únicamente el socialdemócrata Hollande estaría en disposición de respaldar esa petición pero de momento no lo ha hecho ni Rajoy lo ha buscado. En un año, además, en el que Merkel está enfrascada en una campaña electoral en la que se juega su continuidad como lideresa comunitaria y heroína del déficit, se me antoja que el recorrido de la petición de Rajoy será tan corto como infructuoso.
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