Dimita ya, señor Rajoy. Regrese a su bien remunerado puesto de registrador de la propiedad y mejore su maltrecha situación económica. Aunque, en realidad me importa un bledo que gane menos en la política. Es más, no me lo creo. Los españoles hemos aprendido en carne propia lo que vale su palabra y no espere que empecemos a creer en ella justo en estos momentos.
En cualquier caso, no me cuente su vida triste. Lo que tenía que haber hecho era demostrar ante todos los españoles que no llegó Usted a la política para enriquecerse ilícitamente y enriquecer por el mismo modo a los que le rodean. Ha tenido usted tiempo suficiente para hacerlo pero no ha querido o podido. No lo sé ni me importa. A los hechos me remito y estos, a día de hoy, son los que aparecen en los medios de comunicación.
Sí sé que ha preferido enviar a su ventrílocua Cospedal a negarlo todo sin aclarar nada. Usted mismo, que debió ser el primero en dar la cara, se escondió ayer como un ratón asustado detrás de un video para pronunciar un soliloquio patético y victimista. Su crédito, ya al límite antes de las últimas informaciones, presenta ahora elevados números rojos. Si cree que enseñando unas cuantas declaraciones del IRPF, mostrando una increíble auditoría interna y haciendo un par de declaraciones solemnes pasará la tormenta, es que nos vuelve a tomar por imbéciles.
Este no es un episodio más de corrupción a la que por desgracia tan acostumbrados estamos en España, es la corrupción en todo su hedor y Usted aparece salpicado de manera muy directa. Perdone, no es nada personal, pero me ocurre como a otros muchos españoles: no le creo, no me inspira confianza ni Usted ni muchas otras personas de su partido en donde, sin embargo, estoy seguro de que la mayoría es gente honrada.
Usted ocultó su programa electoral y engañó a todo un país prometiendo no hacer lo que después ha hecho. Su seguidismo político y económico de lo que deciden Berlín y los mercados tiene a España sumida en su más grave crisis económica y social en décadas. Pero fíjese que hasta comprendo porque ha actuado Usted así después de recibir la confianza de la mayoría de los electores. Puede decirse que es su carácter como lo es el del escorpión picar a la rana que le ayuda a cruzar el charco: sencillamente no lo puede evitar.
Sin embargo, las últimas informaciones que han escandalizado a este país aturdido con sus recortes y que Usted no ha demostrado que sean falsas, han acabado con toda su autoridad moral para hablar de la corrupción de los demás y proponer pactos contra ella. Me atrevo a decir que su legitimidad política para seguir al frente del Gobierno de un país serio como éste, o que por lo menos quiere serlo, también ha caducado. Debe irse cuanto antes.
Pero primero vaya Usted al Congreso de los Diputados a rendir cuentas. Después, dé la cara ante los medios de comunicación y conteste a todas las preguntas de todos los periodistas que quieran preguntarle. Regrese entonces a su despacho de registrador para que podamos olvidarnos de Usted lo antes posible, sin que ello sea óbice para que asuma las responsabilidades no políticas a las que hubiere lugar.
Cuanto antes se valla antes podrá empezar a ver este país brotes verdes y no sólo en la economía, también en la transparencia en el manejo de las cuentas públicas y el respeto a la palabra comprometida con los ciudadanos. Hágale un gran servicio a España y a los españoles y dimita.
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