El trinque de la troika

Andan por España de nuevo los hombres de negro. Hoy han llegado los del FMI y en unos días lo harán sus colegas del BCE y la UE. El Trío de la Troika – valga la redundancia - vuelve para levantar otra vez las alfombras de los bancos, ver si se van mejorando de la indigestión inmobiliaria y les dan el alta o si por el contrario necesitan una nueva inyección millonaria de euros en vena para que recuperen definitivamente la salud perdida.

De lo que descubran dependerá que le recomienden o no al Gobierno español que deje de hacerse el remolón y amplíe el rescate a la banca para lo cual ya han empezado a presionar suavemente. Educadamente, eso sí, que estos señores son muy considerados, han estudiado en universidades de mucho ringo rango y nunca pierden los estribos cuando hablan de dinero.

Vale, lo admito: sé que hay gente muy sensata que se pone nerviosa cuando se critica que con dinero público y a costa de la piel de los ciudadanos se haya rescatado a la banca con la peor cabeza de la historia de este país. Enseguida sacan a relucir la importancia de los bancos en una economía capitalista, que sin bancos no hay crédito, que sin crédito no hay inversión, que sin inversión no hay empleo y que sin empleo no hay paraíso ni estado del bienestar que merezca ese nombre. Conclusión: hay que rescatarlos cueste lo que nos cueste.

Lo malo que tiene el argumento es que ya está muy gastado: cuando se cumplen cinco años de la crisis no hay crédito, no hay inversión, no hay empleo, cada vez hay menos estado del bienestar y el paraíso es ya poco más que una utopía para charlatanes del optimismo bobalicón por bandera. Por qué no hay nada de eso es un misterio tan insondable como el de los famosos agujeros negros. Del generoso rescate que nunca se ha querido reconocer como tal se han gastado ya 40.000 millones de euros, el Gobierno ha puesto otros 60.000 de nuestros bolsillos y en la suma no entran otras generosas ayudas públicas a la banca. Ni con esas: el crédito sigue congelado, la inversión paralizada, etc., etc..


Eso sí, los mismos bancos tan necesitados de sanear todavía sus balances siguen haciendo un gran negocio con la deuda pública que compran al 4 o al 5% con dinero que les presta el BCE al 1%. Y no entremos ahora en consideraciones políticas de fondo como la pérdida de soberanía que supone para España que unos señores de negro vengan a revolver papeles y a imponernos cuánto dinero más tenemos que darle a los bancos para sacarlos del penoso estado de postración en el que se encuentran.

Sea en malahora que vuelven a España los hombres de negro de la troika, precedidos por una nueva recomendación al Gobierno para que devalúe aún más los salarios, ya por los suelos, y mejore así la famosa competitividad. A este paso, España será en poco tiempo más competitiva que Bangladesh o China, países a los que nos vamos pareciendo más cada día.

Dudo de que sus agendas electrónicas de última generación tengan un hueco libre fuera de las reuniones con los banqueros y el Gobierno, pero les sugiero a estos modernos jinetes del Apocalipsis bancario darse una vuelta por una cola del paro o por un colegio público o por un hospital o por un parque de pensionistas o por el hogar de una familia al borde del desahucio y le pregunten a la gente cómo ve lo de seguir dándole dinero a los bancos. No serviría de nada pero lo que nos reiríamos no está en los libros.

Apadrina un pensionista

Hace poco, la rectora de la Universidad de Málaga y presidenta de la Conferencia de Rectores lanzó la idea – seguramente con toda la buena voluntad del mundo – de recurrir al padrinazgo de particulares o empresas con el riñón bien forrado para costear los estudios de jóvenes sin recursos. La propuesta pretende paliar el desaguisado que ocasionará la política de becas de un ministro como José Ignacio Wert, que ha confundido el tocino con la velocidad y la excelencia académica con la igualdad de oportunidades para acceder a la enseñanza.

De inmediato, la comunidad universitaria se dividió entre quienes no ven mal la propuesta de la rectora y quienes opinan que supone sustituir el derecho a la educación por la caridad particular, arbitraria y voluntaria. Ignoro el recorrido que tendrá la idea de la rectora, aunque algunas universidades ya habían recurrido de hecho a esa fórmula para ir tirando en medio del tsunami de recortes y ajustes que nos ahoga. Tal vez convendría no echarla en saco roto e incluso extenderla a otros colectivos sociales como el de los pensionistas presentes y futuros. 

 
El Gobierno acaba de aprobar el galimatías del factor de sostenibilidad de las pensiones que, en síntesis, consiste en cómo hacer para que los pensionistas pierdan más poder adquisitivo del que ya han perdido con la crisis y encima sigan trabajando como canguros y contribuyendo al sostenimiento de los hijos y nietos en paro. Ya hay estudios que auguran que con esta reforma, la pérdida de poder adquisitivo oscilará entre el 15 y el 28% de unas pensiones que ya son de las más bajas de la Unión Europea.


La sin par Fátima Báñez ha dicho hoy sin sonrojarse que esta reforma proporciona “seguridad, tranquilidad y certidumbre” a los pensionistas. Ninguna de las tres cosas son ciertas: no hay seguridad de la cantidad que se va a cobrar porque el Gobierno desvincula la revalorización de las pensiones del coste de la vida y abre la puerta a la discrecionalidad gubernamental a la hora de fijar la cuantía. Respecto a esa alambicada fórmula que se ha sacado el Gobierno de la chistera para calcular cuánto aumentarán las pensiones año a año y que, según Báñez, permitirá que las pensiones nunca se congelen, sólo cabe decir que no congelarlas no equivale ni de lejos a incrementarlas de acuerdo con el coste de la vida, más bien todo lo contrario.

Por tanto, ni tranquilidad ni certidumbre: desazón y sometimiento al albur del uso político que el gobierno de turno quiera hacer de las pensiones y de los votos de los pensionistas, siempre tan apetecibles para los partidos políticos. De modo que con las termitas neoliberales destruyendo de prisa y sin pausa las vigas maestras del estado del bienestar, desde la educación a las pensiones pasando por la sanidad y los servicios sociales, tal vez haya que ir pensando en trasladar a los pensionistas la idea de la rectora malagueña.

Sustituyamos el derecho a una pensión digna y acorde con el coste de la vida por las pensiones privadas y las asociaciones de damas de benifencencia para los pobres de solemnidad. Eso sí que es un factor de sostenibilidad tan claro y nítido que todo el mundo puede entenderlo y saber a qué atenerse.

Opaca transparencia

Un año han empleado los partidos políticos para ponerse de acuerdo sobre la Ley de Transparencia y no lo han conseguido. La norma se vota hoy en el Congreso de los Diputados y, previsiblemente, saldrá adelante con el voto en contra del PSOE, el principal partido de la oposición.

Era ésta una de las leyes estrella prometidas por Rajoy, pero ya se sabe lo que ocurre con las promesas del presidente: se convierten en lo contrario de lo que prometen. Esta ley llega además tarde, y no sólo por lo asombroso que resulta que se discuta sobre la obligada transparencia que debe presidir el comportamiento de personas e instituciones que se nutren de los impuestos cuarenta años después del retorno a la democracia.También porque durante el año que se ha demorado su tramitación, a pesar de las expectativas de mejorar el gobierno de la res pública con la que se presentó, se han ido destapando una tras otra no pocas sentinas de corrupción pública que bien merecería la situación que la ley se echara a la papelera y se empezara de cero.

Por lo demás, esta es una ley timorata en aspectos esenciales para que merezca el nombre de “transparente”. La Casa del Rey entró en ella a regañadientes del PP y del PSOE que al final cedieron gracias – y tal vez sea lo único que haya que agradecerle – a las andanzas de Iñaki Urdangarín y su regia esposa. Eso sí, ma non troppo: los miembros de la Casa Real no estarán obligados a detallar los gastos de sus numerosas actividades públicas ni a dar cuenta de los negocios que realicen gracias a las asignaciones que reciben de los Presupuestos Generales del Estado. Si un colectivo o un particular tiene la mala idea de interesarse por el destino que la Casa Real da a esos recursos públicos será el Gobierno el que decida si facilita o no la información.

Ejemplo diáfano de la opaca transparencia de la ley es que, a pesar de reconocer el derecho a la información, le impone un largo listado de restricciones que van desde la seguridad nacional al secreteo profesional pasando por la seguridad pública, la prevención, las garantías de los procesos judiciales o los intereses económicos y comerciales. En resumen, un derecho a la información lleno de pegas y restricciones que lo convierten en puro papel mojado sin contenido práctico y efectivo alguno.

El Gobierno se arroga también proponer al presidente del pomposo e “independiente” Consejo de Transparencia y Buen Gobierno, que supuestamente debe velar por el cumplimiento de la Ley de Transparencia: lo nombrará por mayoría el Congreso a propuesta del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas. ¿Independiente? ¿De quién?

Más, qué Ley de Transparencia cabe esperar de un Gobierno cuyo presidente lleva meses guardando silencio contumaz y cómplice sobre el caso de corrupción más grave de la democracia.

España hace aguas

Admito que hoy ha sido fácil dar con el título de esta entrada en el blog, algo a veces más complicado de lo que parece. La catarata que esta mañana inundó el Congreso de los Diputados en la primera sesión del nuevo curso político es una espléndida metáfora de la situación general del país.

Ahí estaban muertos de la risa unos cuantos turistas presuntamente japoneses sacando fotos del chaparrón parlamentario. A su regreso se las enseñaran a los amigos para demostrarles lo serio que es el país que quería arrebatarle a Tokio y a Estambul los Juegos Olímpicos de 2020 con el imbatible argumento de lo relajante que es tomarse una cup of café y leche en la Plaza Mayor. 

Así, mientras el Congreso de los Diputados amenazaba con convertirse en una piscina olímpica, el presidente Rajoy ponía cara de palo y reiteraba que, sobre Bárcenas, no tiene nada más que decir y que nadie ha desmentido lo que ya dijo en aquel fiasco de pleno anterior al verano. Todo eso un día después de que conociéramos las nuevas andanzas de la misteriosa cabeza borradora que pulula por Génova 13, que poco a poco ha ido acabando con los discos duros de ordenador sospechosos de contener información comprometida para la cúpula popular y su cada vez menos presunta contabilidad b.

La eficiencia de este virus que acaba con todo lo que contenga la palabra Bárcenas afecta ya hasta a las agendas de las secretarias de los tesoreros populares que, ni cortas ni perezosas, no dudaron en destruirlas para que nunca se llegue a saber quiénes visitaban la sede popular a depositar la mordida que les permitía luego hacerse con jugosos contratos públicos en las administraciones gobernadas por el PP.

Nada de esto inmuta a Rajoy y a los suyos: ellos se limitan a ver llover y esperan pacientes a que escampe aunque el diluvio amenace ya con anegar el país entero de lodo.

Obama se lo piensa

Y hace bien en contar hasta tres antes de atacar a Siria. No redundaría en beneficio de su maltrecho prestigio nacional e internacional convertirse en el primer Premio Nobel de la Paz que ordena iniciar una guerra. Obama tiene dudas sobre lo que hacer en Siria y son comprensibles, todos las tenemos.

Duda del alcance y efectividad de un eventual ataque; duda de los rebeldes, amalgama de grupúsculos de todo tipo y condición con presencia contrastada de miembros de Al Qaeda; duda de sus esquivos aliados europeos y estos dudan de él, aunque algunos como Rajoy no duden en apuntarse a un bombardeo sin ni siquiera dar cuenta al parlamento de su país; duda del Congreso norteamericano y duda de sus compatriotas, no muy proclives a ver a Estados Unidos embarcado en otra aventura militar en el avispero de Oriente Medio. Bastante escaldados están ya con lo ocurrido en Irak y Afganistán como para meterse de coz y de hoz en otro conflicto en el que, como ocurre en todos los conflictos de este tipo, se sabe cuándo se entra pero no cuándo se sale.

Todo el mundo duda sobre si lo que más conviene en estos momentos es lanzar unos cuantos misiles sobre Damasco a modo de lección al régimen para que no se le vuelva a ocurrir gasear a su propio pueblo, aunque a la postre sea precisamente ese pueblo al que se dice proteger con la intervención militar el que termine pagando las consecuencias del ataque.

Nadie sabe muy bien qué hacer con El Asad y, por eso, Obama ha terminado aceptando la posibilidad de que Siria entregue su arsenal químico, una idea cazada al vuelo por Rusia y aceptada por Damasco después de haberla lanzado como sin querer el Secretario de Estado John Kerry. O tal vez fue queriendo con el fin de darle una oportunidad a Obama de que se lo piense un poco más.

Hasta ha aceptado el presidente esperar a que los inspectores de la ONU concluyan el informe sobre las muestras recogidas sobre el terreno aunque no aclararán quién empleó las armas químicas. Eso ya se encargaron de establecerlo los servicios secretos estadounidenses, británicos y franceses y concluyeron sin duda que fue El Asad.

Pero las dudas persisten: ¿cómo comprobar en un país que arde por los cuatro costados que el régimen entrega todo su arsenal químico, uno de los más grandes del mundo según diversas fuentes? ¿cómo transportarlo y destruirlo en condiciones de seguridad si hasta los inspectores de la ONU fueron impunemente tiroteados por francotiradores de no sabe bien qué bando? ¿cómo descartar la hipótesis de que aceptando esa opción El Asad no busca evitar el ataque y ganar tiempo para seguir masacrando a placer a su población?

Montañas de dudas para montañas de preguntas. Por eso Obama se piensa lo que hace una semana parecía tener meridianamente claro: había que darle una lección a El Asad. Y mientras duda y se lo piensa, obtiene un insólito protagonismo en el ámbito internacional el papa Francisco que apuesta por una salida negociada que no cause más dolor al pueblo sirio, una salida que todo un Premio Nobel de la Paz está obligado a explorar.

Cierro paréntesis

Toca volver a la normal anormalidad en la que se desarrolla la vida en estos tiempos de incertidumbre y retomar el pulso de las cosas que nos pasan, intentando averiguar por qué nos pasan y cuáles son sus consecuencias. Creo que la recomendación es extrapolable a los promotores patrios de la candidatura olímpica madrileña, que acaban de regresar de Buenos Aires con el rabo entre piernas. Sinceramente, ni me enfría ni me calienta que los aros olímpicos se los haya quedado Tokio. Por tanto, no caeré en la tentación patriotera de atribuirlo todo a una conjura judeomasónica para arrebatarle a la Villa y Corte lo que esos mismos promotores daban por hecho antes de haber cazado la piel de los miembros del COI.

Del mismo modo me produce una enorme pereza intentar analizar las razones ocultas de la decisión de los olímpicos votantes, cuánto pesó la pasividad española ante el dopaje, los recelos que genera la situación económica del país o el escaso don de lenguas del presidente del Gobierno y la alcaldesa madrileña. Esa tarea se la cedo encantado a los analistas de guardia que desde el sábado por la noche intentan buscar explicaciones alambicadas a lo que se explica de manera muy sencilla: España no pinta apenas nada en el concierto internacional y el COI, además de los grandes intereses creados que alberga en su seno, no se fía de un país de segunda fila para organizar un encuentro deportivo en el que se mueven muchos miles de millones de dólares.

En cualquier caso, me da igual: a decir verdad, casi me siento aliviado con solo pensar que la derrota madrileña nos evitará meses de propaganda gubernamental sobre el prestigio de la maltrecha “marca España”, hoy más maltrecha que nunca, la salida ipso facto de la crisis gracias a los Juegos y el respeto que merece el país por esos mundos de Dios. 

Sólo por no escuchar a Rajoy y a los suyos usando las Olimpiadas para desviar la atención sobre el “caso Bárcenas”, el paro o el acoso y derribo del estado del bienestar al que se han entregado con pasión desmedida en estos últimos meses, me alegro de que las Olimpiadas se hayan ido a Tokio, aunque lo mismo me daría que se las hubiese quedado Estambul.

Me duele, eso sí, por los deportistas españoles, los únicos que representan con dignidad la “marca España” por el mundo; aunque no más que lo que me duelen los parados que no encuentran trabajo, los trabajadores que temen perder el suyo si no se someten a las condiciones leoninas que se les imponen, los pensionistas que verán su pensión aún más recortada, los hogares que lo han perdido todo o los estudiantes que no podrán acceder a la universidad salvo que sus familias tengan el riñón bien forrado.

Ellos sí tienen que hacer verdaderos esfuerzos olímpicos diarios para continuar adelante a pesar de todas las trabas que se les ponen en el camino y es muy improbable que unas olimpiadas dentro de siete años hubiesen servido para que mejorara en algo su situación a corto y medio plazo. Así que “a relaxing cup of café y leche”, que las Olimpiadas pueden esperar.

Un paréntesis

Llegados a esta altura del año, este blog hace un paréntesis para recuperar fuerzas. Gracias a quienes lo siguen y comentan. Volveremos a la carga a finales de agosto o principios de septiembre. Mientras, se quedan con Cecilia y sus reflexiones sobre este país, muchas de ellas válidas aún. ¡Feliz verano!

Si yo fuera Mariano

Si yo fuera Mariano Rajoy a esta hora me habría afeitado la barba, me habría puesto unas gafas oscuras y una camisa estampada de flores y volaría rumbo a algún país lejano y desconocido, Botswana, por ejemplo, donde nadie me encontrara y reconociera. Mejor aún: si yo fuera Mariano y hubiera pasado la vergüenza de decir lo que él ha dicho esta mañana ante la representación de la soberanía popular española, junto con el discurso de rigor habría llevado en la cartera mi dimisión como presidente del Gobierno y habría expresado con claridad mi voluntad de quedar a disposición de la Justicia para lo que hubiera menester aclarar, fueran cuales fueran las consecuencias.

Pero Mariano sólo hay uno y se apellida Rajoy. Sólo él puede decir ante los diputados que se equivocó al confiar en una persona que no merece confianza y no dar el paso inexcusable que viene a continuación: dimitir irrevocablemente y convocar elecciones anticipadas o, al menos, cederle el testigo a otro miembro del Gobierno. Sólo Mariano Rajoy es capaz de decir, sin obrar en consecuencia ni darse cuenta de la contradicción flagrante de sus palabras, que ha dejado de confiar en alguien de quien al mismo tiempo dice que no se ha demostrado su culpabilidad.

Hablando de culpabilidades, Mariano no se siente culpable de nada, es un hombre recto y honrado que no acepta chantajes al Estado democrático de derecho con el que vuelve a confundirse. Dijo al principio de su intervención que no caería en el “y tú más” pero no tardó mucho en recordar que no es el suyo sino otro el partido condenado por financiación ilegal. Le echó en cara al PSOE usar la moción de censura en fraude de ley pero no se atrevió a admitir que, sin el amago de su presentación, hoy estaría veraneando apaciblemente sin haber reconocido al menos ante todos los españoles que metió la pata.

Ahora bien, persiste la duda: ¿se equivocó? ¿fue engañado? ¿se dejó engañar? Dicho de otro modo: ¿sabía lo que ocurría con la financiación de su partido y no hizo nada para poner fin a unas prácticas que tal vez han durado más de dos décadas? ¿cobró sobresueldos en negro con cargo a la caja B del PP? Si sabía lo que pasaba y no hizo nada para ponerle fin, como ir al juzgado, es cómplice. Si, además, cobraba sobresueldos en negro es culpable de fraude fiscal. Pero si a pesar de ser presidente del PP no se enteraba de nada de lo que ocurría en su propio partido - algo muy difícil de aceptar - entonces estaría completamente incapacitado para el liderazgo político por zote.

Él dice que no y que las cuentas del partido han sido auditadas sin tacha por el Tribunal de Cuentas aunque con unos cuantos años de retraso. Mariano Rajoy nos toma por tontos y ofende la inteligencia de los ciudadanos: ¿qué contabilidad en B se incluye en las cuentas oficiales que se presentan al órgano fiscalizador? Nada aclaró tampoco sobre este aspecto, enrocado toda la mañana en que se equivocó, sí, pero que está limpio de polvo y paja y por tanto ni dimitirá ni convocará elecciones.

Rajoy se siente un presidente providencial e insustituible, sin cuya presencia al frente del Gobierno este país ya se habría hundido de manera irremisible, aunque eso es precisamente lo que quería Montoro para que el PP pudiera rescatarlo. Camino va de conseguirlo, de hundirlo me refiero, con todas sus promesas incumplidas, sus mentiras contumaces y su pringue en el fango de la corrupción en el que chapotea Rajoy como un náufrago agarrado a un sillón presidencial.

Sé que Rajoy interpreta las críticas menos como un ataque contra él que como un acoso intolerable al país en el que le gusta encarnarse y a su imagen exterior, como si la corrupción que salpica a su partido no hubiese contribuido de forma decisiva a enmierdar la delicada imagen que tanto le preocupa. Él está por encima de la responsabilidad que le achacó hoy a su contrincante Pérez Rubalcaba y al que zahirió con un bombardeo de citas respondidas por el socialista con los tiernos mensajes del presidente a ese señor con el que se equivocó y de cuyo nombre de pila y apellido se acordó hoy en nada menos que en catorce ocasiones después de un largo periodo de amnesia.

Oídos sus “razones” frente a los “débiles argumentos” de la perversa oposición que sólo busca su dimisión y la ruina de España, los ciudadanos nos preguntamos qué debe ocurrir en este país para que un presidente, que reconoce haberse equivocado al confiar en un delincuente – así llama el propio PP a su delincuente –, dimita. Claro que esos ciudadanos no se llaman Mariano Rajoy, el hombre que reconoce equivocaciones de esa gravedad pero que no ve la necesidad de asumir ninguna responsabilidad política. Dijo Antonio Gala: “los políticos honrados se quitan de en medio cuando cae sobre ellos la sospecha”. Fin de la cita.

¡Ánimo y al toro, Mariano!

A una hora más propia de un encierro de San Fermín – las ocho de la mañana – que de una corrida con sol de justicia y puro, Mariano Rajoy se vestirá mañana de luces para lidiar el toro de la corrupción. Lo hará en el Senado, que en el Congreso andan de reformas veraniegas, pero tanto da: en la calle de Correos o en la plaza de las Ventas el morlaco al que se enfrentará es igual de peligroso y el riesgo de ser empitonado muy alto. Trae en sus afiladas astas papeles a cuadros con anotaciones a mano en las que dice que el PP lleva años financiándose ilegalmente y sus dirigentes cobrando sobresueldos en negro.

Pero Rajoy, que también aparece azul sobre blanco en esos peligrosos papeles, es un torero valiente que ha tenido la osadía de pedir motu propio la alternativa sin que nadie se la exigiese por activa, por pasiva y por transitiva, que menudo es él cuando tiene que afrontar un reto. Quiere demostrar así que no hay astado que pueda con él por la vía del chantaje al Estado de derecho con el que tanto le gusta confundirse. Sólo que, en lugar de capote rojo, el valeroso diestro se propone hipnotizar al toro y al respetable con un fleje de folios – a ordenador y en letra bien gorda – del que durante la corrida es probable que se le vayan cayendo una buena cantidad de cifras, porcentajes, proyectos de ley, reales decretos, decretos leyes, previsiones halagüeñas y, en definitiva, todo tipo de quincalla económica hasta que vea la oportunidad de entrar a matar.

Si la cosa se pone muy fea siempre le quedará la opción de esconderse en el burladero que le proporciona su cuadrilla popular, tan dispuesta como siempre a proteger la integridad política de su jefe, y esperar a que pase el peligro. Claro que tambien cabe la posibilidad de que haya que devolver el toro a los corrales por falta de valentía del torero para que lo lidie otro, pongamos un juez, por ejemplo. Sin embargo, no creo que sea eso lo que ocurra mañana habida cuenta la valentía demostrada en estos últimos meses por un matador como el que mañana concentrará todas las miradas del país y al que cada vez que se le ha preguntado por su bestia negra solo ha expresado un deseo incontenible de darle unos cuantos pases maestros y rematarlo en el momento justo.

No me cabe la más mínima duda de que mañana a eso del mediodía, cuando el tendido empiece a silbar y a pedir las orejas y el rabo del torero en lugar de las del toro, y después de haber conseguido alelar al cornúpeta con su florida exhibición de prestidigitación económica, Rajoy sacará su espada y se la hundirá hasta la empuñadura sin ni siquiera preguntar primero cómo se llamaba y, por tanto, sin haber pronunciado su nombre ni una sola vez.

Hay mucha expectación por contemplar con la respiración contenida el encierro político de mañana por la mañana. Puede que en la cárcel de Soto del Real cierto interno haya pedido que le lleven el desayuno a la celda para no perderse detalle. El diestro Rajoy está ante su prueba de fuego como lidiador de la corrupción en su finca popular y sólo tiene dos opciones: o acabar con el toro o terminar empitonado y, encima, salir a gorrazos de la plaza para esconderse otra vez en el burladero de La Moncloa o tras una tele de plasma y esperar que el bicho se vuelva sólo por dónde ha venido, aunque esto último puede tener por seguro que no ocurrirá. Así que ¡ánimo y al toro, Mariano!

Audiencia Nacional: abierta por corrupción

Debería de tener más tiento el juez Ruz y no anunciar que llama a declarar como testigos a Cospedal, Arenas y Álvarez Cascos sólo dos días antes de que Mariano Rajoy se aparezca en persona personalmente ante sus ansiosas señorías para explicarse sobre los papeles de Bárcenas. El PP va a terminar pensando que Ruz les quiere fastidiar la pascua florida que nos tienen preparada para el jueves al modo en el que los socialistas ponen a caer de un trolley a la jueza Alaya de los ERES fraudulentos. Y encima, en pleno mes de agosto, en el que en Madrid sólo permanecen los Rodríguez de toda la vida y los turistas despistados buscando una sombra con la misma urgencia que Rajoy un burladero para esconderse de un morlaco llamado Bárcenas.

Lo cierto es que Ruz quiere que Cospedal y sus dos antecesores en la secretaría general del PP le piquen menudito lo de las donaciones al PP y los sobres en negro a algunos dirigentes, empezando por ella misma, sin ir más lejos, y continuando por Rajoy. Se ve que el juez es persona metódica a la que no le gusta dar puntada sin hilo y quiere acudir a las fuentes directas para comprender bien el intríngulis de las cosas. La cita es para mediados de agosto, con lo que ya pueden irse despidiendo de parte de las vacaciones los interpelados que, además, tendrán que viajar a un Madrid en el que por esos días sólo habrá cámaras, micrófonos y periodistas pendientes exclusivamente de ellos, de sus gestos y de sus palabras.

Al menos hasta esa fecha tienen tiempo para echar mano de la Wikipedia y averiguar bien quién es ese Luis Bárcenas, un señor sobre el que quiere preguntarles el juez pero del que ninguno de ellos ha oído hablar en su vida ni ha cobrado indemnizaciones en diferido del PP ni ocultó sus modestos ahorrillos de una vida de duro trabajo a la fresca sombra de unos bancos suizos.

Puede que les ilumine para su declaración en la Audiencia Nacional la histórica pieza oratoria que se espera perpetre el jueves Rajoy en el Congreso. Lo que el presidente diga en su comparecencia “a petición propia” para contar su “versión” de ese “asunto que a usted le preocupa” será la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad revelada por el líder y a ella deben abrazarse con fe inamovible Cospedal, Arenas y Álvarez Cascos, aunque de éste último no me fiaría yo mucho puesto que ya se las tuvo tiesas con su ex partido allá por Asturias.

Sólo la verdad transparente que Rajoy dejará caer el jueves como un bálsamo sobre la incrédula y perversa oposición es la medicina para cerrar la boca de los que murmuran, convencer a los que dudan y henchir el corazón de gozo de los que ya creen ciegamente en él. Lo de menos es que esa verdad la revele Rajoy envuelta en el espeso follaje de esa enredadera de maravillosos porcentajes y cifras puntiagudas en la que se convertirá más pronto que tarde la “delicada flor de invernadero” que es la economía española, según la inspirada metáfora vegetal de ese poeta de las finanzas llamado Luis de Guindos.

En Rajoy deben pues esperar iluminación y orientación Cospedal y los demás y de este modo podrán aclararle al curioso juez que ese señor por el que pregunta no es más que el fruto de la calenturienta mente de la oposición y de gente que no quiere que el PP saque a España de la crisis.

Se busca chivo expiatorio

Que el maquinista del tren que descarriló a las puertas de Santiago de Compostela causando 79 víctimas mortales y unos 130 heridos haya declarado ante el juez que “se despistó” sobre el tramo por el que circulaba y frenó tarde, no significa automáticamente que sea el único responsable de la tragedia. Al menos no todavía y, de hecho, el juez ha ordenado su puesta en libertad sin fianza y bajo los cargos de 79 homicidios por imprudencia. La caja negra del tren se abrirá mañana y será entonces cuando se pueda arrojar algo más de luz sobre las causas últimas del trágico accidente.

Eso ocurrirá antes incluso de que la ministra de Fomento o los máximos responsables de RENFE y ADIF (Administración de Infraestructuras Ferroviarias) hayan comparecido en tiempo y forma ante la opinión pública para esbozar al menos una primera aproximación a las causas del accidente. Por el contrario, llama poderosamente la atención que el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se apresurara el viernes a señalar con el dedo acusador al maquinista antes incluso de que declarara ante el juez. Como se empezó a sospechar a raíz de la publicación de las imágenes captadas por las cámaras de seguridad de la vía, el exceso de velocidad fue la causa última del descarrilamiento y la consecuente tragedia. Todo apunta a que el maquinista cometió un error fatal al no percatarse del tramo de vía por el que circulaba y hacerlo por encima del doble de la velocidad permitida, de manera que cuando quiso frenar ya era tarde.


Ahora bien, como el propio presidente de ADIF ha revelado en un medio de comunicación, el sistema ERMTS (Sistema Europeo de Gestión del Tráfico Ferroviario), diseñado específicamente para la Alta Velocidad, habría sido capaz de detener el convoy sin necesidad de la mano del hombre. Ocurre que el sistema está instalado pero los trenes Alvia como el del siniestro no lo utilizan en el tramo de Alta Velocidad entre Orense y Santiago. Usan en cambio el ASFA (Anuncio de Señales y Frenado Automático), pensado para vías convencionales y que sólo podría detener el tren si se superasen los 200 kilómetros por hora que en este caso parece que no se alcanzaron, aunque la caja negra seguramente desvelará ese extremo.

La pregunta es por qué los trenes como el del accidente no utilizan el sistema de seguridad más avanzado. De momento no hay respuesta de RENFE, a la que le corresponde implantarlo, pero es lícito pensar en un ahorro en costes de seguridad con las fatales consecuencias ya conocidas y lamentadas. Todo esto sin contar las dudas de los técnicos sobre el trazado de la curva en la que se produjo el descarrilamiento o el hecho de que la línea férrea en cuestión sea una suerte de híbrido un poco chapucero y apresurado entre Alta Velocidad y línea convencional que, sin embargo, se pretende hacer pasar como de Alta Velocidad en todo su recorrido.

Es inevitable pensar en los intereses políticos para presumir de inaugurar nuevas y modernas líneas al tiempo que se demora la implementación de los sistemas de seguridad más avanzados. Se acumulan las preguntas y escasean las respuestas que el Gobierno, RENFE y ADIF están obligados a dar cuanto antes por mucho que puedan dañar los contratos millonarios en algunos países para construir líneas de Alta Velocidad.

Pretender cargar toda la responsabilidad sobre los hombros del maquinista convirtiéndolo en chivo expiatorio sin aguardar a conocer las conclusiones de la comisión de investigación y sin ni siquiera haberse dignado a dar una explicación pública coherente sobre las medidas de seguridad,  es una intolerable falta de respeto a las víctimas, a sus familiares y a la verdad de los hechos.

El bolero de Bárcenas

Bárcenas se ha puesto sentimental y se ha arrancado por un bolero judicial ante el juez Ruz. Le ha dicho que antes de ser presidente, Rajoy era muy cariñoso con él: “por qué ya no me quieres/ por qué ya no me miras”. No sé explica el hombre qué ha pasado a partir de entonces y por qué aquel que tanta confianza depositó en él ha dejado que fuera a dar con sus huesos en la cárcel. Esto no se lo ha dicho al juez pero se intuye: “por qué ya no suspiras/ al compás de mi dolor”.

Ya sé que de puertas afuera en el PP no creen una palabra de lo que el romántico ex tesorero canta con acompañamiento de maracas ante el magistrado: “por qué despedezaste nuestro amor”. El hombre que durante 20 años manejó la contabilidad A y B del PP – “tú diste luz al sendero / en mis noches sin fortuna” - es hoy un apestado, un delincuente, un innombrable para el partido del que cobró en diferido hasta el otro día – “por qué ya no me nombras” - que tendrá que demostrar ante la justicia cómo amasó el porrón de millones de euros que le han descubierto en Suiza. 


Él, despechado por un amor de tantos años tan mal recompensado – “por qué ya no me besas” - ha hecho lo que suelen hacer las parejas en estos casos: sacar a relucir todos los trapos sucios de la relación: las donaciones ilegales y los sobresueldos en negro. Además, su encono le ha llevado a revelar incluso que con dinero negro pagó los trajes de Rajoy que iba el hombre como si se hubiese vestido en el rastro de La Latina: “tanta vida yo te dí /que por fuerza llevarás / sabor a mí”. Y esas corbatas espantosas y esas gafas de culo de botella, por Dios, hay que cambiarlas inmediatamente por otras que den mejor en televisión, que así no te vas a comer un rosco electoral en la vida: “tú nunca me podrás olvidar”.

Para que viajara a Canarias en compañía de Francisco Álvarez Cascos – cuenta en su bolero judicial Bárcenas – le abonó los gastos con cargo a la cuenta B del partido y ahora solo recibe a cambio desdén y silencio: “yo no sé cuánto me quieres / si me extrañas o me engañas”.

Es fácil imaginar lo que habrá pensado al enterarse de que Rajoy acudirá la próxima semana al Congreso a hablar de él: “hay que vivir el momento / qué nos importa el pasado / que critiquen y murmuren”. Lo que no puede entender es por qué Rajoy ya no es cariñoso con él, por qué no responde a sus sms, por qué no dice su nombre en público, por qué niega la evidencia, por qué se empeña en decir que todo es mentira salvo algunas cosas. “Si tú me dejas / la vida sería / todo un desastre de locura / un cataclismo para los dos".

Tragedia en Santiago

Mientras continúa aumentando el número de víctimas mortales, se agolpan las preguntas sobre las causas del gravísimo accidente ferroviario en Santiago de Compostela. Sin duda, no es lo más urgente en estos momentos cuando aún no han sido identificados todos los cadáveres, más de treinta personas permanecen en estado crítico y decenas de heridos se recuperan en hospitales gallegos en donde el personal sanitario ha dado insuperables muestras de solidaridad al incorporarse a sus puestos tras abandonar incluso las vacaciones. Son esos heridos los que necesitan todos los cuidados sanitarios posibles y los familiares de las víctimas mortales los que requieren toda el apoyo y la atención profesionalizada que precisen para empezar a superar un trauma que, aun así, seguramente marcará sus vidas para siempre.

Respecto a las causas, todavía son muchas más las preguntas que las respuestas. Lo único que parece seguro es que el tren circulaba a una velocidad muy superior a la permitida en el lugar de la tragedia pero no sabemos a ciencia cierta lo que podríamos llamar la causa de la causa del accidente. Por tanto, no cabe señalar el fallo humano como el único responsable de lo ocurrido por más que el maquinista, que tendrá que declarar como imputado, alardeara en las redes sociales de circular a 200 kilómetros por hora, lo cual no quiere decir que ayer lo hiciera de manera voluntaria y hasta suicida.

Los expertos coinciden en que en un accidente de esta magnitud y gravedad concurren varias causas concatenadas de entre las cuales, por supuesto, no se puede excluir el fallo humano. El estado de la vía o los sistemas de frenado y seguridad del tren son elementos esenciales a tener en cuenta antes de llegar a una conclusión fundada sobre el origen último de la tragedia.

Por el bien de las familias de las víctimas, cabe confiar en que la investigación que se ha abierto no se demore años como ha ocurrido con otros gravísimos accidentes registrados en España, sin ir más lejos el del avión de Spanair en Barajas, del que está a punto de cumplirse un lustro, con un saldo de 154 víctimas mortales. Los familiares libraron una lucha a brazo partido con la Administración para encontrarse, cuatro años después del accidente, que la Justicia sobreseía el caso en la vía penal al considerar que no se había podido determinar las causas técnicas de lo ocurrido, obviando las posibles causas humanas a pesar de las peticiones de los afectados. Hoy siguen reclamando justicia para reparar la pérdida sufrida y, sobre todo, para que una tragedia como aquella no se repita.

Esto ocurre en un país como España en el que políticos de todo tipo y condición acuden en tropel, raudos y veloces, al lugar de los grandes siniestros sea una inundación, un incendio, un terremoto, un accidente de aviación o una tragedia ferroviaria como la de Santiago. Se solidarizan con los afectados, dan ánimos y prometen investigaciones exhaustivas pero al poco tiempo lo olvidan todo y dan largas cuando se les pregunta por sus promesas. 

Esperemos que no vuelva a ocurrir lo mismo con las víctimas del tren de Santiago, que la investigación sea rigurosa y lo más ágil posible para depurar las responsabilidades a que haya lugar y para que un hecho de esta gravedad no se repita. Como en el caso de Spanair y tantas otras tragedias vividas en nuestro país, es lo mínimo que se merecen los que hoy sufren la pérdida irreparable de sus seres queridos en la curva mortal de una vía férrea.    

Griñán: ¿por qué te vas?

Dices que tu decisión de bajar la persiana como presidente de la Junta de Andalucía obedece a motivos personales. Dices también que no hay razones jurídicas para imputarte por el caso de los ERES fraudulentos. Me llama la atención que afines tanto con lo de las “razones jurídicas”: qué otras razones podría haber para llamarte a declarar como imputado si no son de tipo jurídico. No sé, disculpa que piense así, pero me suena como si te hubieses puesto la venda antes de la herida.

¿Tiene algo que ver el hecho de que mañana esté llamado a declarar, él sí como imputado, el ex interventor autonómico que te advirtió una quincena de veces – nada menos – que lo de los ERES era irregular siendo tu entonces consejero de Economía y Hacienda? ¿Es que al ver como ha sido imputada tu predecesora en el cargo, Magdalena Álvarez, has llegado al convencimiento de que tú serás el siguiente? Si no es indiscreción, cuéntanos por qué te vas. Dinos qué razones personales te han llevado a tomar esta determinación cuando hace sólo un mes decías que agotarías la legislatura. ¿Por qué has cambiado de opinión en tan poco tiempo? ¿Por qué te vas cuando sólo llevas al frente de la Junta un año escaso? Tal vez podías haberlo pensado antes de presentarte a las elecciones.

Nos tienes desconcertados: primero dices que no te volverás a presentar a las elecciones autonómicas, para las que aún faltan tres años. Sin embargo, como secretario del PSOE en Andalucía pones patas arriba el partido y organizas unas primarias de prisa y corriendo para elegir a tu sucesor o sucesora. Se celebran no sin quejas de los que se vieron desplazados por el aparato del partido y sale ganadora Susana Díaz, que ahora tendrá que recoger el testigo que tu le endosas cuando, a lo mejor, ella esperaba que eso ocurriera, en todo caso, allá por 2016.

Dices también que agotarás la legislatura pero a las primeras de cambio y alegando razones personales das un giro copernicano y le pones fecha a tu marcha, tan pronto como el 27 de agosto. Todo esto es muy raro. Afirmas que el caso de los ERES te ha afectado sobre todo por “las mentiras”. Hombre, entiendo que te afecte pero ninguna razón personal en relación con ese asunto debería de atribularte si todo ha sido legal o si tu no sabías cómo se repartían los millones de los ERES, aunque permíteme que te diga que como consejero de Economía y Hacienda tu obligación era saberlo y, por descontado, denunciarlo. Es lo que los juristas, tan amantes de los latinajos, llaman culpa in vigilando, tú ya me entiendes.

También me llama la atención que dejes la presidencia de la Junta pero no la secretaría del PSOE andaluz ni la presidencia del PSOE federal. Ya sé que el segundo de los cargos es como un jarrón chino que uno no sabe muy bien dónde colocar, que diría Felipe González. Siento decirte esto, pero me recuerdas a Esperanza Aguirre, salvando todas las distancias: también dejó la presidencia de Madrid pero ha seguido al frente del PP en esa comunidad autónoma repartiendo estopa a diestro y siniestro en el sentido literal de la expresión. Ya sé que tu estilo es diferente pero, digo yo, qué necesidad tienes de mantener esas dos responsabilidades afectado personalmente como estás por el asunto de los ERES.

Supongo que no querrás ejercer de una suerte de Aguirre a la andaluza y marcarle el terreno a Rubalcaba, que ya bastante tiene el pobre con Rajoy, como hace la lideresa con su fraternal enemigo el presidente del Gobierno; francamente, no te veo en ese papel, aunque todo puede ser. ¿Se trata acaso de no soltar las riendas del partido para controlar desde él a tu sucesora? No sé qué pasa en estos momentos por tu cabeza. Sí sé en cambio que llevas muchos años en política y cambiar de actividad, aunque comprendo que no es sencillo porque el hábito termina haciendo al monje, siempre es bueno para la salud y la mente.

Y me queda también la duda de si tu marcha supondrá un adelanto electoral en Andalucía ahora que has cogido al PP con el paso cambiado y, por no tener, no tiene ni candidato. A lo mejor – igual tú lo sabes – todo va a depender al final de que la jueza Alaya aparque el trolley con ruedas que arrastra a diario por las calles de Sevilla y empiece a llamar a las decenas de imputados que llevan años esperando poder sentarse ante ella para decir su nombre y a qué dedicaban sus esfuerzos cotidianos. ¿Es eso lo que temes? ¿Son esas las razones personales de las que hablas? ¿Por eso has cambiado de opinión? ¿Prevés que tú también te tendrás que sentar más pronto que tarde ante la jueza del trolley y la mirada inescrutable que tan mal le cae a tu partido? Dinos: ¿por qué te vas?