El presidente del país más poderoso del mundo y Premio Nobel de la Paz ha vuelto a decepcionar a quienes vieron en él a alguien capaz de acabar con ignominias como las de la prisión de Guantánamo o la opresiva ocupación israelí de Palestina. Son sólo dos ejemplos en los que Obama ha podido hacer mucho más de lo que ha hecho que, a la postre y en términos prácticos, ha sido nada.
El tercer ejemplo lo acabamos de encontrar en el Sahara Occidental. Susan Rice, la embajadora de EEUU en la ONU, presentó hace poco una propuesta para que la Misión de Naciones Unidas en el Sahara Occidental (MINURSO) asumiera competencias sobre derechos humanos en el territorio ilegalmente ocupado por Marruecos y sobre los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf (Argelia). Cabe recordar – y este es un hecho muy significativo - que la MINURSO es la única de las numerosas misiones de la ONU repartidas por el mundo que carece de esas competencias.
Nada más conocer la iniciativa, Mohamed VI y su gobierno montaron en cólera y desplegaron todo su arsenal diplomático para impedir que saliera adelante en el Consejo de Seguridad de la ONU. Marruecos suspendió incluso unas maniobras militares conjuntas con Estados Unidos que se encontraban a punto de comenzar en un gesto inédito hasta la fecha. La sobreactuación marroquí revela hasta dónde está dispuesto a llegar el régimen de Rabat para impedir que las organizaciones defensoras de los derechos humanos y los organismos internacionales supervisen el trato que recibe la población saharaui, una y mil veces denunciado como contrario a los derechos humanos y otras tantas ignorado. Es precisamente esa sobreactuación la que revela que Marruecos tiene mucho que ocultar en el Sahara ya que, de lo contrario, no debería preocuparle que la MINURSO o las ONGs supervisaran sobre el terreno el cumplimiento de los derechos humanos.
A las presiones de la diplomacia marroquí no tardaron en plegarse Francia y España, algo por otro lado previsible dada la trayectoria de los gobiernos de ambos países en este asunto, siempre más atentos a sus intereses económicos y geoestratégicos en el Magreb que a la solución de acuerdo al Derecho Internacional del enquistado conflicto saharaui. Francia procuró edulcorar la propuesta estadounidense y España, que sigue siendo la potencia administradora del territorio ocupado, calificó la petición de EEUU de “inviable” y tuvo la peregrina idea de proponer que sea la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) la que se encargue de la vigilancia de los derechos humanos en el Sahara Occidental.
Por absurdo que resulte, esa parece que va a ser la decisión que adopte hoy el Consejo de Seguridad de la ONU después de que EEUU haya recogido velas y cambiado la propuesta inicial que tantas esperanzas había despertado por otra completamente inocua para Marruecos. Y todo esto después de que la ONU advirtiera incluso del riesgo de que el terrorismo yihadista arraigue entre la población saharaui que, casi cuarenta años después del inicio del conflicto, observa impotente como la comunidad internacional continúa dándole la espalda y amparando al país ocupador.
La conclusión sólo puede ser una: profunda decepción. Obama, el líder de la primera potencia mundial, también se ha dejado chantajear por Marruecos y Mohamed VI gana este nuevo pulso que vuelven a perder los saharauis, cuyos derechos humanos y políticos se siguen ignorando.
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