Cuarenta barcos y otros tantos aviones de una docena de países además de satélites y radares de medio mundo llevan casi una semana buscando el avión de Malasia que desapareció en la madrugada del sábado con 239 personas a bordo sin dejar rastro. Y nunca mejor dicho, porque nadie se explica lo ocurrido aunque cada cual tiene varias hipótesis. Asombrado, el mundo se pregunta cómo puede desaparecer un gigante de 60 metros de largo, más de 18 de alto y cerca de 160 toneladas de peso y no dejar tras de sí una mínima señal que permita localizarlo y averiguar qué ocurrió con él.
Hasta ahora y en medio de una confusión total y de la desesperación de los pasajeros, en su mayoría chinos, se han ido descartando una tras otra todas las posibles causas de lo ocurrido. El atentado terrorista fue la primera causa que a muchos se les pasó por la cabeza, máxime tras conocerse que dos pasajeros viajaron con pasaportes falsos. Esa posibilidad no tardó mucho en ser descartada y, a partir de ahí, todo han sido palos de ciego con el Gobierno de Malasia en estado de perplejidad y el chino presionando para que no se abandone la busca.
Pero ¿dónde buscar, si los satélites espía de la propia China y de otros países no han detectado nada y lo mismo les ha ocurrido a los barcos y aviones que rastrean sin descanso un área próxima a los 200 kilómetros cuadrados? Del mismo modo que la teoría del atentado terrorista, también han ido cayendo las esperanzas depositadas en objetos avistados en el mar y la última que ha entrado en cuarentena es la posibilidad de que el aparato continuara volando cuatro o cinco horas más después de que se perdiera la comunicación con él. Volando pero ¿hacia dónde? ¿cambió de ruta? ¿por qué?
En este clima de incertidumbre sobre la suerte del avión y de sus pasajeros, a nadie le extraña que afloren las teorías más pintorescas como que fue absorbido por una misteriosa fuerza desconocida o que pudo aterrizar en la selva y está oculto en un hangar a resguardo del alcance de los satélites, lo que parece mucho suponer con la sofisticada tecnología que emplean en la actualidad las grandes potencias para espiarse mutuamente. Del mismo modo es sorprendente que algunos teléfonos móviles de los pasajeros den tono algo que, según los expertos, sería del todo imposible si el aparato se encontrase bajo el agua.
Desde luego, no es esta la primera vez que desaparece un avión en pleno vuelo sobre el mar pero sí la primera en la que pasa tanto tiempo sin tener la más mínima pista de su paradero y su suerte. A todos nos ha venido a la mente estos días lo ocurrido con un avión de Air France que el año 2009 volaba de Brasil a Francia y que cayó al mar poco tiempo después de despegar. En aquella ocasión los primeros restos fueron localizados cinco días después y en esta ocasión ya superamos ese plazo con creces. Y lo que es más importante, los pilotos del avión francés emitieron un “myday” antes de estrellarse, algo que no ha ocurrido en este caso y ni siquiera las llamadas cajas negras han emitido señal alguna.
Por lo demás, el aparato de las líneas aéreas de Malasia desaparecido, un Boeing 777 que había pasado con éxito una revisión hacia solo diez días, es un modelo diseñado para largos recorridos y catalogado como seguro ya que a lo largo de sus casi 30 años de vida sólo ha registrado unos 60 incidentes. Atentado terrorista, sabotaje, fallo estructural, técnico o humano, lo cierto es que estamos ante la desaparición más misteriosa en la historia de la aviación comercial moderna. Por ahora y mientras continúa la búsqueda, lo único que tenemos son las últimas palabras del piloto del avión desaparecido: “Todo bien, buenas noches”.
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