Más que una moda es una plaga. Empezó dando ejemplo Benedicto XVI cuando arrojó báculo, mitra, casulla y zapatillas rojas para retirarse a meditar a sus aposentos como papa emérito. Su marcha nos trajo un papa argentino que habla más que hace y del que seguimos esperando que pase de las palabras a los hechos con la ayuda de Dios y del Espíritu Santo. Pasados algunos meses se animó también a dejarlo Juan Carlos I, rey de España. Hoy el Parlamento ha dicho que le parece bien que aparte de sí el amargo cáliz de la corona y, aunque algo magullada y no muy bien oliente, se la ceda al que la genética quiso que fuera su heredero, el Príncipe de Asturias. Y no se hable más del asunto, que diría Rajoy para zanjar el cansino debate entre monarquía y república y hasta la necesidad de aprovechar el histórico momento para darle un repasito a una Constitución algo ajada por el paso de los años.
Lo que va a hacer ahora el rey será cosa suya aunque, por si acaso, hay una ola popular – del PP, quiero decir - partidaria de aforarlo convenientemente y hasta de mantenerle la inmunidad de por vida ante el riesgo de que apenas y se quede solo vuelva a las andadas y asista este país al inédito espectáculo de un ex rey en el frío banquillo de un espartano juzgado patrio. Cosas veredes, Sancho.
Unos días antes había abdicado Rubalcaba, el líder socialista que se aferró a la silla después de su debacle electoral de 2011 en lugar de abrir la puerta a la renovación que ahora, cuando las urnas se le han vuelto a atragantar, ve tan necesaria. De aquellos polvos estos lodos. De la pesada e ingrata tarea de pilotar un partido sin líder y sin norte abdicó ayer mismo Susana Díaz, la “preelegida” por los barones para que pusiera rumbo hacia alguna parte, el que fuera. La señora Díaz gobierna la comunidad autónoma más grande de España y tengo para mí que compaginar ambas responsabilidades no lo habrían entendido ni los andaluces ni muchos militantes socialistas, por no hablar de la oposición, que la habría zaherido a conciencia con la acusación no exenta de razón de que dedicaría más tiempo al partido que a sus paisanos.
También abdicó hace poco el líder de los socialistas vascos, Patxi López, del que muchos dicen que tiene mucho mejor cartel fuera que dentro de su tierra natal. Tal vez por eso también se ha quedado por ahora de mero espectador de la carrera por la secretaría general de su partido, aunque la dimisión está relacionada con el batacazo electoral que también sufrieron los socialistas vascos en las europeas pasadas. Por esa misma razón, otros muchos como él deberían seguir su ejemplo, y no sólo en el PSOE.
Y esta misma tarde acabamos de asistir a la última abdicación política por ahora y también es un socialista el protagonista de la espantada. Se trata de Pere Navarro, el primer secretario del Partido de los Socialistas Catalanes, medio hermanos del PSOE, que desde que a Artur Mas se le ocurrió hacer ondear la señera no da una a derechas ni a izquierdas. También ellos se estrellaron en las europeas pero sospecho que no es ese el principal motivo de esta nueva abdicación en las filas socialistas, sino la división interna sobre si Cataluña debe de ser “una nueva nación europea” como pregona el independentismo.
Desgarrado entre los seguidores de la burguesía independentista catalana de nuevo cuño y las viejas señas de identidad federal que nunca terminan de concretarse en nada, el PSC-PSOE se abre en canal para satisfacción de quienes siempre ven una ventaja en la división de los rivales. Desde luego, para ser un partido de “hondas raíces republicanas”, el verbo abdicar lo manejan en el PSOE con bastante soltura, lo cual no es necesariamente malo.
Y creo que no me dejo ninguna abdicación importante más en el tintero y si es así pido humildes disculpas. De momento, que yo al menos tenga constancia, no ha abdicado nadie más en los últimos minutos. Eso sí, se me ocurren unos cuantos nombres de personajes públicos que nos harían un gran favor marchándose por donde vinieron no sin antes pagar los gastos. Pienso incluso en muchos que ya abdicaron hace tiempo y a los que también se les agradecería convenientemente que renovaran su decisión de desaparecer de la vida pública para siempre. ¿A ustedes no se les ocurre ninguno?
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