En mi galería personal de ilustres personajes de la Unión Europea figuran ya Olli Rehn, el comisario de economía que llegó del frío para helarnos la sangre, o Mario Draghui, el taciturno presidente del Banco Central Europeo. Hoy quiero incorporar a la colección al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso. Siempre me ha llenado de admiración su capacidad para obedecer dócilmente a los dictados de Angela Merkel, a la que en buena medida le debe el cargo. Ahora que le quedan dos telediarios al frente del presunto ejecutivo comunitario, ha venido a España y ha soltado una bomba. Ha dicho en Santander que las causas de la crisis económica en España no hay que buscarlas ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas sino en casa.
Más concretamente en el Banco de España que, mientras las cajas de ahorro se indigestaban de ladrillo de pésima calidad, miró para otro lado hasta que estalló la burbuja inmobiliaria y nos arrastró a todos con su onda expansiva que aún perdura. Se lamenta nuestro hombre – y en eso lleva toda la razón – de que cada vez que alguien en Bruselas preguntaba a los españoles cómo andaban de salud las cajas de ahorro de nuestro país la respuesta siempre era la misma: dabuten, fetén, viento en popa a todo crédito. Hasta que pasó lo que pasó y empezaron los líos, salieron a flote los balances falsos e inflados, se pusieron en marcha las fusiones con los resultados conocidos, algunos se lanzaron a la piscina bursátil sin pensárselo dos veces y, de propina, afloró la estafa colectiva de las preferentes.
Claro que de esto último no dijo nada Durao Barroso: supongo que está convencido de que el toco mocho de las preferentes es cosa de la microeconomía y él sólo habla de macroeconomía como corresponde a su elevada responsabilidad europea. Aún así, no le falta razón en el repaso en toda regla que le ha dado hoy al supuestos supervisor bancario español y a su contrastada desidia ante el hinchamiento de la burbuja inmobiliaria: ni parece que se preocupara gran cosa por la calidad de los créditos que alegremente concedían las cajas para comprar pisos y a los que añadían unos miles de euros más para el coche y los muebles, ni mostró el más mínimo interés por averiguar el grado de toxicidad de las preferentes que suscribían niños de pecho y jubilados que firmaban con el dedo.
Lo que Durao ha dicho hoy ya lo habíamos dicho muchos hace tiempo, en cuanto empezó a emanar un intenso olor a podrido de las cuentas de resultados de las politizadas cajas españolas. Cuando alguno se atrevía a sugerir que el gobierno y el Banco de España debieron pinchar la burbuja inmobiliaria para evitar lo que luego sucedió, se nos respondía con displicencia que eso no era posible sin afectar, entre otras cosas, a la recaudación de ayuntamientos y otras administraciones a través de las licencias urbanísticas. Por no hablar de la corrupción política que la locura inmobiliaria que se desató en el país engordó a conciencia.
Supongo que al ex gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez – MAFO, para los amigos – y al ex presidente Zapatero las palabras de Durao Barroso no deben de haberles llenado de orgullo y satisfacción sino más bien todo lo contrario. Siempre defendieron contra viento y marea y hasta contra las evidencias, que el sistema financiero español era solvente y estaba preparado para afrontar el peor de los escenarios económicos imaginables. Sólo que cuando se comprobó que no era así sino que buena parte de las entidades estaban podridas hasta los cimientos, hubo que tirar del rescate bancario que no fue rescate sino “generoso préstamos” – Rajoy dixit - pero que al final terminamos pagando todos los españoles.
Claro que en las declaraciones del presidente de la Comisión no está toda la verdad sino sólo una parte de las causas de la crisis. La casi patológica obsesión por la reducción del déficit público y el consiguiente austericidio que impone Alemania y que él, como una de las tres patas de la troika, ha seguido a pies juntillas sin atreverse a chistarle a Merkel también forma parte del origen de esta situación. Por no añadir la indecisión y la falta de rumbo sobre cuestiones trascendentales como la unión bancaria de la que él es tan responsable como el que más. Me parece bien el rapapolvo que hoy le ha echado al Banco de España y al gobierno de Zapatero por su pasividad ante lo que estaba ocurriendo ante sus mismas narices con la burbuja inmobiliaria. Lo que no es de recibo es que Durao Barroso pretenda de este modo desviar a córner y escamotear sus propias responsabilidades por acción u omisión durante esta interminable crisis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario