Los que siguen este blog saben que uno de mis personajes europeos favoritos es Olli Rehn, el comisario de economía que llegó del frío finlandés dispuesto a apretarnos el cinturón y a fe que lo está consiguiendo. Otra cosa son las consecuencias del ajuste, pero eso a Rehn no le inmuta lo más mínimo como hemos visto esta misma semana. De mi colección de grandes figuras de la Unión Europea forma parte también Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo. Este llegó a ese puesto procedente del sur, de la soleada y cálida Italia, después de pasar por bancos de tanto prestigio como Goldman Sachs, una entidad que tiene el alto honor de haber asesorado al Gobierno griego de cómo ocultar el déficit público del país con las consecuencias que no hace falta recordar aquí. Pecados de juventud, supongo, como la privatización de un buen número de empresas públicas italianas a su paso por el gobierno de su país.
Lo cierto es que desde que se hizo cargo del BCE, con sede en Frankfurt, al italiano Draghi se le contagió el espíritu alemán de hierro contra la inflación y hasta hoy mismo ha estado resistiendo como un jabato ante las reiteradas peticiones para que bajara los tipos de interés en la eurozona y fomentara el crédito a familias y empresas. Hoy ha dado el paso, por fin, y lo ha hecho con mejor cara que en comparecencias públicas anteriores, en las que mostraba un permanente aspecto de haber dormido mal y hasta de haber tenido pesadillas. La responsabilidad del cargo debe de ser pero sobre todo el riesgo de enrabietar a la jefa Merkel. Este hombre, que habla para su camisa aunque lo que dice se expande como la pólvora y causa de inmediato convulsiones bursátiles y taquicardias en los mercados, se ha atrevido hoy a bajar los tipos de interés en la eurozona del 0.25% al 0.10%.
No contento con eso, ha puesto fin a la sinrazón económica de que los bancos guarden su dinero en el BCE a cambio de una jugosa remuneración, mientras si a usted se le ocurre pedir un crédito al director de la sucursal se lo tienen que llevar a urgencias con un ataque imparable de risa. Ahora tendrán que pagar el 0.10% por tenerlo en el BCE por lo que en teoría se espera que lo muevan y lo presten, que para eso se supone que sirve el dinero, para regar la economía y que salgan algunos brotes verdes de verdad y no de los que vende Rajoy. Y ha hecho más Draghi en su comparecencia de hoy: ha anunciado que hay 400.000 millones de euros en el BCE esperando a que los bancos los pidan y los destinen al crédito aunque con condiciones: nada de aprovechar las ventajas que ofrece el BCE para destinar ese pastón a las hipotecas o a la compra de deuda pública.
Estos ingredientes forman parte de la receta que se le venían pidiendo al hombre de las ojeras desde hacía mucho tiempo y que hoy se ha atrevido a anunciar. Cosa distinta será cuándo comenzará el remedio a hacer efecto, si es que ya no es demasiado tarde para salvar al enfermo, y con qué intensidad se apreciará la recuperación del moribundo. Para los que tengan una hipoteca a interés variable sin cláusula suelo, la bajada de los tipos de interés no creo que les dé para brindar con champán la próxima Navidad. El Euribor – el índice de referencia en los préstamos hipotecarios - están ya tan bajo que es poco probable que baje mucho más a pesar del recorte de los tipos de interés del BCE.
Que los bancos tengan que pagar por el dinero que tienen en el BCE y prestarlo a las familias y las empresas no implica que de golpe se vayan a formar colas a las puertas de las sucursales si los intereses y el resto de condiciones siguen haciendo el crédito inaccesible para la mayoría. Y lo mismo cabe decir en principio de la lluvia de millones con la que Draghi quiere engrasar la reseca maquinaria crediticia mientras los bancos sigan sacando ladrillos hasta ahora desconocidos y otras porquerías de debajo de sus alfombras, un proceso que no parece tener final.
No digo yo que no sean buenas las intenciones y las medidas anunciadas hoy por Draghi, pero se debieron de tomar hace mucho tiempo y no esperar a que, por falta de crédito y por las condiciones leoninas impuestas por los bancos a quienes los solicitan, miles de empresas hayan cerrado y mandado a sus empleados al paro. Que estas medidas contribuyan a alejar el fantasma de la deflación es algo que ni me enfría ni me calienta demasiado, aunque ese sea el objetivo último siempre y cuando la inflación no pase del 2%, en cuyo caso Merkel montaría una buena zapatiesta y a Draghi le volverían a salir las ojeras.
Aquí en España, con cerca de 6 millones de parados, ya estamos bastante deflacionados con unos salarios de miseria y unos precios catatónicos por la congelación del consumo, como para que la deflación famosa nos importe gran cosa. De momento y a la espera de los resultados de la pócima anunciada hoy, disfrutemos de ver a Mario sonriendo al menos por una vez..
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