No se les puede dejar solos un par de días: me tomo un pequeño respiro para oxigenarme de tanto fasto real y, cuando vuelvo, me encuentro con el antiguo rey aforado para los restos y al nuevo haciendo su primera visita “internacional” al papa Francisco, lo que cabe interpretar como una completa declaración de intenciones de la rejuvenecida monarquía española. En el interín se ha seguido hablando de la reforma fiscal – y lo que te rondaré Montoro – y ahí tenemos a algunas autonomías a las que ya no les cuadran las cuentas. De propina ha dicho el dueño de la caja fuerte que lo de reformar el modelo de financiación autonómico que prometió allá por 2012 antes de que acabara la legislatura va a ser que no, que no toca ahora: no hay dinero para repartir entre todos, tenemos las elecciones autonómicas y locales a menos de un año y encima está el problema con los nacionalistas catalanes. Así que, agua y ajo y a recortar más si con lo que hay no da para atender la sanidad y la educación y cumplir el sagradísimo déficit.
En la peculiar regeneracionista y reformadora hoja de ruta del Gobierno y del PP, el líder dejó caer ayer algo que huele a oportunismo electoral a siete leguas: que los alcaldes sean elegidos de forma directa, es decir, que gobierne el candidato de la lista más votada. Con eso y con reducir el número de aforados que en este país tienen la suerte de que los juzgue el Supremo y no el juzgado de instrucción, considera Rajoy que se regenera la vida política del país.
Vamos por partes: proponer a estas alturas de la legislatura popular que el alcalde sea elegido de forma directa suena a tembleque ante la posibilidad de que las urnas repitan el próximo mayo lo ocurrido en mayo pasado con las europeas, un revolcón electoral en toda regla en ayuntamientos grandes y comunidades autónomas importantes.
Hacer la propuesta de una manera tan ambigua y vaga - ¿se va a suprimir también la posibilidad de presentar mociones de censura en los ayuntamientos si el candidato más votado es un zote o un corrupto? – y hacerla en una reunión de partido y no en el Congreso de los Diputados negociada con todas las fuerzas políticas denota prisas, nervios y tentaciones mal disimuladas de aplicarla por la vía del decreto para intentar salvar los muebles en la cita de mayo. Ante las críticas de la oposición por la forma y el lugar en el que se hizo el anuncio – en la sede de Génova y por la número dos De Cospedal – Rajoy ha dicho hoy en Panamá que se elevará una propuesta al Congreso el próximo mes de septiembre. También se ha mostrado muy abierto al diálogo pero ya sabemos por experiencia lo que eso ha significado en asuntos como la reforma educativa, por citar uno solo.
Por lo demás y al margen de que la propuesta es más vieja que la gripe – ya la planteó el PSOE en 2002 -, que Rajoy llame a ese cambio en la ley electoral “regeneración política” es, como mínimo, para abrir los ojos con estupor. Hasta hoy, yo al menos pensaba que esa expresión era de aplicación sobre todo a asuntos como la transparencia de las administraciones públicas y, principalmente, a la financiación irregular del PP en el “caso Bárcenas”, al caso Noos o al de los EREs andaluces. Sin embargo, sobre esto siguen sin decir nada novedoso el Gobierno y el partido que lo apoya.
Por ahí tendría que haber empezado si quiere verdadera regeneración y luego continuar por un cambio a fondo de la ley electoral y no sólo de aquellos aspectos que más le pueden beneficiar. En cuanto a lo del aforamiento es para caerse de espaldas: ahora, con el rey aforado a pesar de no desempeñar función pública alguna, le da al PP por rebajar el número de los que merecen ese estatus jurídico que, efectivamente, son multitud. Si estas son las medidas con las que Rajoy pretende regenerar la vida política española que venga Bárcenas y lo vea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario