Puede que el
título de este comentario parezca algo exagerado pero creo que se ajusta como
un guante al momento histórico que está viviendo el PSOE. Lo del próximo
domingo son mucho más que unas primarias en las que casi 188.000 afiliados
tendrán la posibilidad de elegir un nuevo líder o lideresa. En
otras circunstancias sería tal vez una pequeña conmoción que no
tardaría en superarse y tras la que volvería la normalidad. En este
envite eso no va a ser así por mucho que dirigentes y cargos
públicos socialistas sigan autoengañándose con el mantra de que el lunes por la
mañana la familia socialista española volverá a ser una como por arte de magia
y como si no hubiera pasado lo que ha pasado en los últimos 8 meses.
El del domingo
será un momento crucial, realmente clave, que marcará durante mucho tiempo la
vida de una formación política con 140 años de historia y ahora más esencial que nunca para la democracia de este país. Lo
dramático es que, si se cumplen los pronósticos, ese después
que empezará el domingo por la noche cuando se conozcan los resultados de las
primarias, no será un camino de rosas sino de abrojos ante los que
tendrá que demostrar mucho más que cintura para sortearlos la persona en la que
los afiliados depositen su confianza.
“El del
domingo será un momento crucial, realmente clave, para un partido con 140 años
de historia”
El riesgo de
que el partido salga de estas primarias aún más roto que del penoso comité
federal del 1 de octubre del año pasado es altísimo y casi me atrevería a decir
que inevitable a estas alturas. Es indiferente si la elegida es Susana Díaz –
como parece bastante probable – o si es Pedro Sánchez, algo que no
puede descartarse por completo. Desde el inicio de la campaña para la recogida
de avales hasta la fecha, Díaz y Sánchez han protagonizado un enfrentamiento
suicida sobre las posiciones de cada cual en el pasado que corrobora toda la razón que hay en aquel sagaz
comentario atribuido a Konrad Adenauer: “Hay enemigos, enemigos mortales y
compañeros de partido”.
Los dos
candidatos con más posibilidades de convertirse en líderes del PSOE
actúan exactamente como compañeros de partido, es decir, procurando hacerse
todo el daño posible y rebuscando en el argumentario para desacreditarse y desprestigiarse
recíprocamente sobre sus respectivas intenciones
políticas. La inquina ha tomado tal intensidad que en los afiliados
que vayan a votar el domingo pesará mucho más si le pasan factura a Sánchez o a
Díaz que la fortaleza del liderazgo que puede representar cada uno al frente
del PSOE.
Esos
militantes en los que se escuda Sánchez y a los que apela Díaz apenas
dispondrán para elegir entre uno y otro de proyectos, modelos o idea general de
partido. De ellos se pretende un voto más sentimental que racional, más
voluntarista que informado y basado más en la fe del carbonero que en la
calidad de las propuestas. La falta de ideas en estas primarias ha sido tan
clamorosa que sólo de patético puede calificarse escuchar a Díaz prometiendo
créditos a los jóvenes como si estuviéramos en la campaña para las elecciones
generales.
“De los afiliados
se espera un voto más sentimental que racional, más voluntarista que informado”
La cuestión es
si hay alternativa al abismo al que Sánchez y Díaz parecen llevar al PSOE con su guerra
sin cuartel. De hecho la hay pero sus posibilidades son muy escasas. Son las que
atesora Patxi López, el único de los
tres candidatos que ha evitado el enfrentamiento para, en medio del griterío de
los otros dos, intentar plantear propuestas constructivas sobre el futuro
del PSOE. Hay que reconocer que ha fracasado por completo, en parte porque
carece del carisma mediático de sus contrincantes pero, sobre todo, porque la
sensatez y el diálogo para resolver las diferencias estratégicas y políticas parecen
haber huido despavoridas de Ferraz desde el nefasto comité federal.
Aunque es muy
improbable que la obtenga, López merecería que los afiliados le brindaran la
oportunidad de evitar que el PSOE se inmole en la hoguera de las vanidades políticas
que han encendido Díaz y Sánchez para arrojarse dentro de ella. Me temo que es
de las últimas oportunidades que le quedan al PSOE para que la cita que tiene
el domingo con su futuro no se convierta en el principio de una travesía que
puede desembocar en la nada política. De
los afiliados depende.
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