Cómo será la
cosa que hasta la mismísima ministra de Empleo, Fátima Báñez, animó el otro día
a empresarios y a sindicatos a ponerse de acuerdo para que el crecimiento del
empleo “se vea acompasado por el de los salarios”. Y no sólo Báñez, también el
patrón de patrones, Joan Rosell, acaba de reconocer que es imposible llegar a
fin de mes cobrando 800 euros, aunque no creo que lo diga por experiencia propia. Yo llevo
un par de días restregándome los ojos para creerme lo que leo porque, hasta
ahora, mencionarle a un dirigente empresarial la necesidad de que los jugosos
beneficios que ya obtienen las empresas reviertan en unos salarios
desnutridos y al borde de la inanición, era como mentarle la bicha: que si la
competitividad, que si la consolidación del crecimiento, que si hay que ver la
situación empresa a empresa, que si la
inflación.
En su mayor
parte monsergas y excusas para no abrir la cartera y permitir que los que dan
el callo en el curro empiecen a creerse de verdad aquello de que ya hemos
salido de la crisis y estamos en la senda del crecimiento. Sobre todo esos
trabajadores que, según organizaciones como Cruz Roja o Caritas, no salen de
pobres trabajando en precario y a tiempo parcial porque sus salarios no les impiden
tener que acudir al banco de alimentos más próximo. Y aún se sorprenden algunos
sesudos analistas de que la economía sumergida campe por sus respetos y
represente sólo en Canarias cerca de una tercera parte de la economía total.
“Hablarle a un dirigente empresarial de subir salarios es como mentarle la bicha”
Se dan por
tanto las condiciones para que por fin los sindicatos consigan arrancar de los
empresarios la primera subida salarial decente después de años de congelación
de sueldos o de subidas insignificantes como las del año pasado. El listón lo
han puesto los sindicatos en el 3%, aunque soy mas bien escéptico ante la
posibilidad de que los empresarios estén tan ágiles como para alcanzar ese
nivel de incremento salarial que, como mucho, podrían aceptar para las
retribuciones más bajas. Y quien aún tenga dudas de que los salarios se han
quedado en la edad del hielo y los beneficios empresariales ya corresponden a
la de las naves espaciales, sólo tiene que poner en relación el crecimiento del
PIB con lo que ganan las empresas y lo que ganan sus empleados.
En un estudio
reciente, la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS) revela que este año el
crecimiento de la economía ya se ha situado por encima de los niveles previos a
la crisis y eso se ha debido precisamente y en gran medida a las ganancias de
las empresas. En concreto, los beneficios empresariales ha aumentado un 26%
frente a un crecimiento de los salarios del ¡2%!. Algunos alegan que los
salarios tampoco es que hayan perdido tanto poder adquisitivo si tenemos en
cuenta que la inflación ha sido moderada, como si no fuera precisamente unos
salarios de miseria los que frenan el consumo y, por tanto, la subida de los
precios.
“La subida salarial tiene que llegar a los 5,4 millones de empleados en precario"
En todo caso,
estas consideraciones que podríamos llamar clásicas respecto a los salarios se
ven seriamente distorsionadas por una característica singular del mercado
laboral español: el subempleo o, si lo prefieren, el empleo basura. En este
país, más de una tercera parte de los asalariados trabaja a tiempo parcial y con contrato temporal. Hablamos de 5,4 millones de trabajadores de esos a los
que no les da el salario para llegar a fin de mes, como dicen Rosell o Cruz
Roja. Está por ver hasta qué punto les beneficiará también a ellos el pacto
salarial que parecen próximo a alcanzar sindicatos y patronal, que sí tendría
una repercusión favorable en los casi 10 millones de asalariados con contrato
indefinido y a tiempo completo.
Para
comprobarlo basta con repasar las cifras de la encuesta de estructura salarial
del INE de 2015, según la cual el salario medio anual de un trabajador con
contrato indefinido se situó en el entorno de los 24.500 euros, 8.000 euros de
media más que el de los trabajadores con
contrato a tiempo parcial. Esa es una asignatura que empresarios y sindicatos
no pueden dejar para más adelante: o hay exigencia sindical y compromiso
empresarial de mejorar radicalmente las condiciones laborales de esos 5,4 millones de contratos temporales y a tiempo
parcial que hay en este país, o la mejora salarial que se pacte no sacará a
muchos de esos trabajadores de la pobreza.