Volar en
Canarias se va a poner en unos días a precio de bazar chino. Un vuelo entre
Tenerife y Gran Canaria o viceversa saldrá más barato que un bono guagua y
al mismo precio que una carrera cortita en taxi. Esto, siempre y cuando uno se
deje llevar por los entusiastas titulares de determinados medios para los que
todo lo que sale por boca empresarial es verdad revelada. Las gangas aéreas que
nos esperan tienen su causa en la aplicación a partir del 1 de julio del nuevo
descuento del 75% en los billetes aéreos y marítimos interinsulares al que
tendrán derecho los residentes.
Al calor de
esa medida las compañías se han lanzado a anunciar astronómicas ampliaciones de
plazas aéreas y precios acordes con las próximas rebajas de julio. La única
pega es que si mantuvieran durante mucho tiempo las tarifas que algunos dicen
que nos va a costar viajar entre las islas no tardarían en perder altura y
estrellarse. Lo más lógico y natural será que, más allá de las ofertas
puntuales para atraer clientes, los precios se reduzcan en la misma proporción
en la que aumenta la bonificación.
“Si se mantuvieran las tarifas que algunos anuncian las compañías perderían altura y se estrellarían”
Todo lo
anterior no desmerece ni un ápice la que tal vez sea la mejor noticia práctica
para los canarios de este año. La movilidad entre las islas ha sido una
asignatura pendiente para los sucesivos gobiernos centrales que este incremento
de la bonificación debe servir para aprobar de una vez. El mérito hay que
ponerlo en el haber de NC y en su negociación presupuestaria con el PP. El demérito corresponde a los sucesivos
gobiernos centrales que, mientras a un canario le salía más barato volar a
Londres que entre las islas, se gastaban más de 50.000 millones de euros en trenes
de alta velocidad con paradas en las que ni sube ni baja nadie. Por no hablar
de los 5.000 millones de euros que nos costará el rescate de las autopistas de
peaje o lo miles de millones enterrados en aeropuertos para las personas. Y
todo ello pagado también con los impuestos de los canarios.
No es por
tanto una graciosa concesión de Madrid a Canarias, sino la reparación de
una deuda histórica para con unos ciudadanos que tienen tanto derecho como los
de cualquier otro punto del país a moverse en su territorio en condiciones
razonables de precio y calidad. Derecho aún más justificado si cabe en un
archipiélago en el que las opciones para la movilidad son muchas menos
que en un territorio continental. Ahora se trata
de rematar el logro consiguiendo que el incremento de la bonificación no sea
flor de un día sino un derecho reconocido a través del Régimen Económico y
Fiscal. Para que no se le vuelva a olvidar que Canarias son ocho islas, el gobierno estatal debe quedar obligado a destinar un partida anual a sufragar el derecho a la movilidad de los canarios.
“La mano de
los mercados no siempre es infalible: del monopolio se puede pasar al duopolio”
El otro fleco
al que conviene estar muy atentos es el de los precios que empiecen a aplicar
las compañías a partir de ahora. Se trata de vigilar que no se caiga en la
tentación de hacer caja a costa del erario público elevando artificialmente las
tarifas. Al calor del incremento del descuento acaba de anunciar su inminente aterrizaje
en el mercado aéreo interinsular la compañía Air Europa, que ya voló entre las
islas y que terminó abandonando. Si Adam Smith tenía razón debería funcionar la
invisible y sabia mano del mercado y mejorar la competencia frente al cuasi
monopolio del que disfruta ahora Binter.
Sólo que la
mano en cuestión no siempre ha acertado y, en ocasiones, el monopolio ha sido
sustituido por el oligopolio o por el duopolio con el consiguiente riesgo de
los acuerdos tarifarios por debajo de la mesa, conchabos de los que ya hemos sido víctimas los
consumidores en otros sectores como el de la telefonía o la energía. Air Europa
no llega precisamente precedida de buena fama después de que la Audiencia
Nacional la haya condenado a pagar una multa de 30 millones de euros por el
fraude cometido precisamente en los descuentos de residentes en los vuelos entre
Canarias y la península. Ese fraude, denunciado por las agencias de viaje y
ante el que el Ministerio de Fomento pasó años mirando para otro lado, llevó en
su día a la entonces ministra Ana Pastor a endosarnos la
obligación de llevar el certificado de empadronamiento entre los dientes como
si hubiéramos sido los ciudadanos los responsable del fraude.
Así pues y en
resumen, está bien alegrarse de que los billetes para volar entre las islas se
abaraten pero conviene no caer en la bobaliconería autocomplaciente y estar muy atentos a la jugada. Mientras,
abrónchese los cinturores, pónganse cómodos y disfruten del viaje.
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