La importancia de apellidarse Torra

Si uno ha nacido y vive en Cataluña, se apellida Torra Pla y se llama Joaquim tiene una alta probabilidad de ser designado por el jefe de la tribu para ser su lugarteniente provisional al frente del país, perdón, de la república. Del currículo no hay que preocuparse y menos en los tiempos actuales en los que los currículos salen en las bolsas de papas fritas: con ser diputado regional y tener un número suficiente de tuits del tipo "todos los españoles son unos fascistas", "los españoles solo saben expoliar"  o "todos los españoles están locos", va que se mata. No hace falta que ponga que es ingeniero aeroespacial o sexador de pollos para que pase el corte. Tampoco debe haber demostrado dotes especiales de liderazgo político más allá de haberse puesto un lazo amarillo en la solapa y haber cantado en público al menos cinco veces "Els segadors" envuelto en la estelada. No necesita demostrar que sabe cómo se gestionan los asuntos públicos, basta con haber sido presidente interino de Ómnium Cultural unos cuantos meses y con eso queda resuelto ese capítulo del expediente. Que no se obsesione pensando cómo gobernar para todos los ciudadanos porque eso sería un error imperdonable: tiene que pensar únicamente en los que votaron a favor de la independencia y al resto llamarlo "españolista", "fascista" y "nacionalista". 

De la sanidad, la educación, el paro o la economía que se olvide por completo, todos esos asuntos se resolverán solos cuando la república esté proclamada, constituida, consolidada y forme parte del Consejo de Seguridad de la ONU. Esos problemas no son otra cosa que zarandajas con las que los españolistas quieren impedir el avance del "procès" y en cuyas trampas hay que evitar caer por todos los medios. El esfuerzo debe centrarse en el "procès" y nada más que en el "procès". Para empezar se coloca un gran lazo amarillo en la fachada de la Generalitat para que el enemigo tenga claras cuáles son nuestra intenciones y no se llame a engaño. Lo siguiente es proponer y adoptar leyes y medidas que vayan de forma clara contra la Constitución Española y el resto del ordenamiento jurídico, incluido el propio de Cataluña. 

Foto: www.mundiario.com
A los partidos españolistas representados en el Parlament hay que hacerles la vida imposible, arrinconarlos, saltarse sus derechos y ningunearlos y todo ello envuelto en guante de seda para demostrar que a demócratas no hay quien nos gane. Tampoco necesita el ungido sentarse a diario con sus colaboradores y asesores de cabecera para que le aconsejen qué hacer o qué decir ante esto o aquello. Lo que sí tiene obligación ineludible de hacer es llamar puntualmente cada mañana a Berlín para que el jefe de la tribu le lea el orden del día con las oportunas instrucciones para su correcta aplicación. Así, con un currículo que reúna los requisitos señalados anteriormente y no olvidando hacer la llamada diaria a Berlín para recibir instrucciones de gobierno, un señor como Quim Torra, de acendrada trayectoria supremacista y xenófoba, no debería tener grandes dificultades para desarrollar su misión divina con plenas garantías de éxito. 

Pero, como el enemigo es taimado y solo quiere acabar con el "procès", si hubiera algún problema sabe que puede salir de naja y refugiarse en Bruselas, Berlín o cualquier otro lugar en función de sus preferencias gastronómicas. Eso es lo que hizo en su momento el jefe de la tribu y algunos de sus discípulos más aventajados y por ahora, salvo por el hecho de que no termina de encontrar el camino de vuelta a casa, tampoco le ha ido tan mal. Eso sí, solo una cosa le está vedada al entronizado: ocupar el despacho del Ausente, santuario sacrosanto que deberá presidir hasta su regreso una imagen a tamaño real de su legítimo dueño. Cumplido este último requisito, ya puede un señor apellidado Torra continuar la sagrada misión de convertir a Cataluña en una mala caricatura de sí misma. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario