Luis Bárcenas,
la estrella invitada para el inicio de los trabajos de la comisión
parlamentaria que investigará la caja B del PP, no ha defraudado a sus señorías.
Ha actuado siguiendo escrupulosamente el guión establecido y ha mantenido un
silencio cuasi sepulcral del que cabría deducir que quien calla otorga. Fiel a
la perentoria petición que en su día le hizo Rajoy – “sé fuerte, Luis” – el ex tesorero del PP no sólo ha salido
airoso de la prueba sino que ha afeado a los diputados que hayan tenido el atrevimiento y hasta el
mal gusto de preguntarle por las financiación irregular del PP y por sus
cuentas en Suiza. Nada nuevo se esperaba que dijera y nada nuevo ha dicho sobre
las cuentas opacas del PP quien, según su propio relato mágico de los hechos,
amasó una fortuna y la depositó en Suiza gracias a su ojo crítico para las
obras de arte.
En su línea
habitual de chulería, prepotencia y arrogancia ha ignorado la inmensa mayoría
de las preguntas de los diputados alegando que está inmerso en dos causas
judiciales en curso y, por tanto, no iba a dispararse en un pie. A las
cuestiones a las que se ha dignado contestar entre sorbo de agua y consulta del
teléfono móvil, lo ha hecho para corregir
la pregunta de tal o cual diputado o para
rechazar las acusaciones contra él o contra el divino Rajoy, el hombre del que “nunca
ha pronunciado el nombre en vano”. Luego se ha ido entre un tropel de
periodistas y ha dejado a todos como estaban antes de la comparecencia: a dos velas.
No hizo la peineta en la que es tan diestro pero en la práctica es como si la
hubiera hecho.
“En su línea habitual de chulería, prepotencia y arrogancia ha ignorado la mayoría de las preguntas”
A uno le
gustaría equivocarse pero me temo que del mismo tenor que la de Bárcenas serán
todas las comparecencias de quienes de verdad puedan arrojar datos nuevos sobre
la corrupción en el PP que no hayan aflorado ya en la investigación judicial.
Empezando por la comparecencia de Rajoy, que hoy mismo ha desdeñado este tipo
de comisiones de investigación alegando que son un “circo” y que sólo buscan
abrir una causa general contra su partido y contra el gobierno. Detesto
admitirlo pero no le falta algo de razón al presidente al considerar estos
órganos parlamentarios como una suerte de caja de resonancia ampliada a través
de los medios de los dimes y diretes y de las acusaciones cruzadas entre los
partidos a propósito de la corrupción.
Claro que,
mientras Rajoy descalifica las comisiones de investigación, el PP hace lo
imposible por desactivar la del Congreso y, al mismo tiempo, llama a declarar
en la creada en el Senado a Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias. En
este ejercicio de hipocresía política consistente en hacer lo mismo que critica,
al PP le ha faltado tiempo para citar a declarar al Tempranillo y a Luis
Candelas pero todo se andará. En el Congreso, en donde está a merced de la
oposición y de sus decisiones sobre quién debe declarar y cuánto pueden
alargarse los trabajos, el PP amenaza con acudir al Constitucional porque se
siente encausado injustamente. En el Senado, en donde tiene mayoría absoluta,
no sólo no mueve los hilos para desactivar la comisión sino que pone en marcha el
ventilador de la porquería sobre el
resto de las fuerzas políticas con la esperanza de que le toque una porción
mucho menor de la que le corresponde por méritos propios.
“Al PP le ha faltado tiempo para llamar a declarar al Tempranillo y a Luis Candelas”
Una democracia
con unas instituciones mucho más sanas que las española y unos partidos
políticos mucho menos comprometidos con sus ombligos políticos y mucho más con
la transparencia y la rendición de cuentas ante los ciudadanos, buscarían la manera de hacer de estas
comisiones instrumentos útiles para luchar contra la corrupción. Pero
mientras eso no ocurra, creo que sólo cabe adoptar una actitud de absoluto
escepticismo ante los resultados de comisiones como la que hoy ha echado a andar
en el Congreso para investigar un asunto que ya investigan los jueces y
fiscales. Admito que tampoco el sistema judicial de este país está para grandes
alegrías debido a la lentitud y la obscena
injerencia política en el nombramiento de puestos clave de la judicatura y la
fiscalía. Aún así, confío mucho más en el trabajo judicial que, aunque lento y
lleno de recovecos y disfunciones, suele
terminar por dar resultados tangibles y concretos a los que poder agarrarse para
exigir responsabilidades políticas que, de otra manera, nadie está dispuesto a
asumir.