Un mes sí y el siguiente también, Canarias sigue batiendo récords en la llegada de turistas extranjeros a tostarse en las playas de las islas. Volvió a ocurrir el pasado mes de agosto, cuando el número de visitantes llegados allende nuestras fronteras volvió a rondar el millón, un 12,7% más que en el mismo mes del año pasado. Sólo en lo que llevamos de 2014 ya han visitado Canarias más de 7,5 millones de turistas, más del 12% que en los ocho primeros meses de 2013. En paralelo aumenta el gasto global de los turistas que visitan Canaria, aunque más porque crece su número de manera que parece imparable que por que se rasquen más el bolsillo en el destino. Aunque en esto no se ponen muy de acuerdo los expertos, la mayoría coincide en que al menos la mitad del desembolso para pasar una semana de vacaciones en Canarias se hace en origen y no en el lugar elegido para descansar. Al mismo tiempo, son recurrentes las críticas de pequeños y medianos comerciantes y de dueños de restaurantes, cafeterías y otros negocios ligados al sector servicios ante el auge del “todo incluido” al que se apuntan muchos establecimientos hoteleros de las Islas.
Con este sistema, el visitante se queda durante toda su estancia en el hotel y en él termina haciendo la mayor parte del gasto. Al hotelero le viene bien porque tiene ocupadas las habitaciones pero a los negocios relacionados con el turismo le causa un daño irreparable en ventas y, a la postre, repercute negativamente en el empleo. Claro que, para animar a los turistas a abandonar la piscina del hotel y darse un garbeo por las islas, es imprescindible ampliar y diversificar la oferta complementaria a la de sol y playa.
Aunque mucho se ha avanzado en este terreno, parece evidente que aún queda bastante por hacer. El objetivo del turismo de calidad, un viejo mantra del que todos se olvidan cuando la situación económica viene mal dada y hay que presentar buenas cifras de ocupación hotelera, no debería abandonarse a las primeras de cambio y tendría que seguir constituyendo la meta de hoteleros y autoridades relacionadas con el sector. Porque, por mucho que nos deslumbren las cifras de visitantes, mejor sería tal vez que no vinieran tantos pero que gastaran más en las Islas. Y ya puestos, uno se pregunta por la incapacidad histórica del empresariado local para contar con touroperador y línea aérea de capital canario que puje por quedarse al menos con una parte del pastel que se llevan los grandes monstruos de un sector que mueve anualmente decenas de miles de millones de euros.
Sin embargo, para críticas las que reciben casi a diario los hoteleros por no reflejar en los datos del empleo las excelentes cifras en la llegada de visitantes. Ellos se defienden alegando que contratan todo lo que pueden y que no es de recibo que se les exija que resuelvan por sí solos las altas tasas de paro que, a pesar de esas deslumbrantes estadísticas turísticas, sigue sufriendo Canarias. Uno, en cambio, sospecha que algo más podrían hacer. Hay abundantes testimonios que hablan de plantillas insuficientes para atender hoteles con ocupaciones cercanas al 100% y de largas jornadas laborales para paliar la falta de personal. Todo ello repercute en la calidad del servicio que reciben los visitantes y eso es algo que los hoteleros deberían de cuidar porque un cliente satisfecho es un cliente que repite.
Los turistas son los protagonistas de uno de los negocios más grandes del mundo pero también de los más frágiles: basta un volcán que entra en erupción en Islandia, una revolución política en algún destino competidor, una crisis económica en Alemania o el hundimiento de la libra británica por la independencia de Escocia para que se queden en casa o elijan otro destino más barato. Por no hablar del riesgo de que reviente un pozo de petróleo – Dios y Soria no lo quieran – para que no volvamos a verlos por aquí en unos cuantos años y entonces ríete tu de las cifras de paro. Por tanto, es vital para lugares como Canarias atenderlos con esmero al menos mientras siga siendo nuestra principal industria y eso parece que no tiene visos de cambiar ni siquiera a largo plazo.
Esto incluye también el respeto al medio ambiente y al entorno natural, lo que supone no alicatar las laderas y montes de las islas con bungalows u hoteles de cuatro o cinco estrellas a mayor gloria de empresarios ávidos de hacer caja a toda prisa. No vayamos a acabar con la gallina de los huevos de oro de la economía canaria con la excusa de buscar cama pa tanta gente.