Perplejo y
consternado por la tragedia que vive Portugal, el primer pensamiento sólo puede
ser de pésame por las víctimas y de solidaridad con sus familias y el resto de
afectados. Sin olvidar el reconocimiento y el apoyo a las más de 2.000
personas que llevan cuatro días luchando contra las llamas. Haya
sido un rayo o la mano humana, se hace casi imposible admitir que en pleno
siglo XXI y en un país como Portugal un incendio forestal haya acabado con la
vida de más de 60 personas y haya herido a más de 150. Como suelen decir los
responsables políticos en estos casos, puede que no sea aún el momento de
buscar causas y responsables mientras las llamas siguen avanzando. Pero es difícil sustraerse a la imperiosa
necesidad de preguntarse si la tragedia pudo haberse evitado y hay mucho
indicios que apuntan a que habría sido posible.
Es cierto que entre
las causas mediatas están las altas temperaturas, la sequedad del
terreno, el viento y una tormenta seca de rayos.
Todas ellas parecen haber formado un cóctel incendiario que tal vez una chispa
fortuita o una mano humana activó provocando el incendio más mortífero en
la historia de Portugal. Pero comprender lo ocurrido desde sus raíces es
esencial para prevenir que no se repita. Y la falta de prevención es clave para explicar el avance incontenible y mortal de
las llamas en este incendio, alentadas por el viento, el calor, la
sequedad del terreno y la presencia de especies alóctonas poco resistentes al
fuego como los eucaliptos. De hecho, los medios de comunicación lusos han
puesto el acento en la deficiente política preventiva pública a pesar de ser
Portugal uno de los países europeos más azotados por el fuego todos los veranos.
“La falta de prevención es clave para entender el avance de las llamas”
Prevención
es, básicamente, apagar el fuego antes de que se produzca. Eso, que a pesar de
las dramáticas experiencias aún no hemos terminado de aprender del todo en
lugares como Canarias, se consigue limpiando de maleza los
montes en invierno y facilitando determinadas labores agroganaderas hoy
prohibidas por un mal entendido prurito medioambiental de las autoridades
responsables y determinadas organizaciones ecologistas. Prevención es también
construir cortafuegos y otros elementos de seguridad como refugios para las
poblaciones de las zonas más susceptibles de sufrir incendios. Y, así mismo,
prevenir es educar a los ciudadanos en medidas de autoprotección y establecer
pautas claras de comportamiento para evitar el pánico y las huidas
descontroladas que, como se ha visto en Portugal, han conducido a muchas
personas a morir abrasadas en sus vehículos.
Nada de esto
es gratis pero es fundamental para salvar vidas humanas e impedir la grave degradación
medioambiental que casi siempre producen los incendios. Se trata de poner en
una balanza si optamos por encomendarnos a la suerte y a la benevolencia de la
Naturaleza o si ponemos los medios para evitar o al menos minimizar los daños
asociados a los incendios. Portugal no es un país rico y sus recursos para la
lucha contra el fuego parecen reflejar esa realidad. En ese sentido, no es
descabellado suponer que el leonino rescate al que fue sometido el país por la troika comunitaria en aras del sacrosanto déficit público debe haber pasado factura también a
los medios públicos destinados a prevenir y luchar contra los incendios.
“Los primeros bomberos en llegar al incendio estaban a 200 kilómetros de distancia”
De esas
deficiencias en medios habla a las claras que los primeros bomberos en llegar a
la comarca afectada por el incendio fueran los de Lisboa, a más de 200
kilómetros de distancia. Carencias que se evidencian también en el hecho de que,
a pesar de las altísimas temperaturas que se venían registrando en la zona, las
autoridades no tuvieran previsto activar el dispositivo contra incendios antes del
1 de julio. Si a este cúmulo de factores unimos una gestión de la lucha contra
el incendio que los medios portugueses ya han tildado de manifiestamente
mejorable en términos de reacción y coordinación, nos podremos hacer una imagen
cabal de las causas de esta tragedia.
Es difícil,
por no decir imposible, determinar cuál ha sido la que más peso ha tenido en
que Portugal siga en llamas cuatro días después de que se iniciara el incendio.
Eso corresponderá en todo caso a los expertos pero, de lo que no hay dudas, es
de que muchas de ellas eran evitables y se tenían que haber evitado. Con más
de 60 víctimas mortales no es fácil decir que ojalá sus vidas perdidas en estas
atroces circunstancias sirvan para que algo así no vuelva a ocurrir. No
obstante es lo único que cabe desear y, sobre todo, exigir a quienes tienen
bajo su responsabilidad disponer de los medios y arbitrar las medidas para
garantizar la seguridad pública.