Sánchez jubila a Rubalcaba

Ha pasado con nota el PSOE el primer proceso de primarias internas en la historia de la democracia española: alta participación, normalidad durante la campaña electoral y la jornada de votaciones y un nuevo líder respaldado por la mitad de la militancia, a notable distancia del segundo. Se comprende por tanto que Pedro Sánchez, el nuevo secretario general in pectore de los socialistas españoles, esté hoy eufórico y no lo estén menos los barones territoriales del PSOE, aunque con algún matiz de última hora. El experimento ha salido bien y se han conjurado los miedos a que una baja participación o un resultado demasiado ajustado pudieran terminar embarullándolo todo y generando más división que unión en torno al elegido.

Sin embargo, pasado el subidón por el éxito de las primarias de ayer, ahora comienza lo realmente complicado para el nuevo líder socialista español. Él lo sabe y por eso ya se ha apresurado a reivindicar la suficiente autonomía para conformar la nueva ejecutiva federal e impedir que se la den hecha aquellos que se resisten a perder comba en la nueva situación en la que se adentra el partido. Sin embargo, que la primera reunión de Sánchez tras ser elegido secretario general del PSOE haya sido con la presidenta andaluza Susana Díaz no parece mera casualidad achacable a las agendas de uno y de otra. Sánchez anunció su candidatura a la secretaría general del PSOE cuando Díaz, a la que apoyaban numerosos barones territoriales, confirmó que no concurriría.

Pero sobre todo, Sánchez debe en gran parte la victoria de ayer a los afiliados socialistas de Andalucía en donde seis de cada diez votaron por él. Es cierto que sin un apoyo tan abultado de la mayor federación socialista española también habría ganado las primarias, pero la ventaja sobre Madina no habría sido tan nítida. Hasta qué punto el apoyo andaluz a su candidatura se verá reflejado en la ejecutiva socialista lo veremos pronto. En todo caso, sospecho que lo va a tener difícil para contentar a todos, tanto como encontrar la cuadratura del círculo para que se reflejen en la nueva dirección las diferentes sensibilidades que conviven en el PSOE, desde la izquierda que en las primarias encarnó José Antonio Pérez Tapias a la posición supuestamente más próxima al aparato representada por Eduardo Madina, hoy silencioso tras la derrota de ayer.

Del mismo modo tendrá qué hacer encaje de bolillos ideológicos para ubicar al PSOE en el espectro político nacional en el que se verá obligado a abarcar desde el centro hasta los predios de Podemos e Izquierda Unida pasando por el centro izquierda. Eso para empezar, porque pasado el congreso de finales de julio y una vez ratificado en la secretaría general y aprobada su ejecutiva, llegará noviembre y tocan primarias abiertas para la candidatura a la Moncloa en las generales del año que viene. Sánchez ha abierto hoy la puerta a retrasarlas pensando probablemente en que lo primero son las locales y municipales de mayo próximo. El posible retraso no gusta a barones como el presidente asturiano o a Pérez Tapias, quienes le han recordado que el compromiso es hacerlas en otoño y no más allá.

Que Sánchez quiere concurrir a esas primarias parece fuera de toda duda si nos guiamos por su discurso político de las últimas semanas en el que se ha postulado más como candidato a la Moncloa en plena campaña de elecciones generales que como secretario general del PSOE. Sin embargo, tengo la sensación de que en el nuevo líder y en el propio partido hay mucha ansiedad por quemar etapas demasiado de prisa sin consolidarlas previamente. Hablar a estas alturas de candidaturas a La Moncloa cuando ni siquiera se sabe muy bien qué piensa hacer exactamente Sánchez para renovar a fondo el partido es como poner la carreta delante de los bueyes. 

Por ahora, haber jubilado políticamente a Rubalcaba solo le da todo el derecho del mundo a liderar un nuevo proyecto político que saque al PSOE del ostracismo y lo arme con un nuevo discurso que lo diferencie nítidamente de la derecha y lo reconcilie con la izquierda. Sobre eso, Pedro Sánchez aún tiene mucho que explicar y mucho por hacer. Después de este ejemplar proceso de primarias en el PSOE, sería un fiasco en toda regla para los militantes y para el conjunto de la sociedad que se volviera a relegar a un segundo plano la renovación del partido en beneficio de la carrera por la presidencia del gobierno. ¿Está dispuesto a correr ese riesgo el PSOE?

Todos a la cárcel

Ruiz-Gallardón se ha amarrado hoy los machos y, armado de valor, ha denegado el indulto a Jaume Matas, Luis Alemany, Enrique Ortega Cano, Julián Muñoz, Luis Gavaldá, Ángel Carromero y Baltasar Garzón.  Sólo el último no tendrá que ingresar en prisión ya que su condena es de inhabilitación como magistrado, profesión que, eso sí, ya no podrá volver a ejercer. No obstante, no dudo de que a Ruiz – Gallardón le hubiera encantado verlo entre rejas aunque su caso fuera similar al de Gómez Liaño, que sí recibió la gracia del indulto de manos de Aznar. 

Jaume Matas fue ministro de Medio Ambiente en el primer gobierno de Aznar y será también el primer ministro del PP en ingresar en prisión por el delito de tráfico de influencias. El segundo, Luis Alemany, era el escribidor de los discursos oficiales de Matas cuando éste era el presidente autonómico de Baleares. Luego los facturaba a través de una empresa tapadera y a renglón seguido los ensalzaba con entusiasmo en el diario EL MUNDO de Pedro J., del que había sido periodista. De Enrique Ortega Cano nada nuevo hay que decir que no hayan dicho ya las revistas del corazón sobre el atropello con unas cuantas copas de más y resultado de muerte del que fue encontrado culpable. Otro tanto cabe señalar de Julián Muñoz, condenado por corrupción en Marbella y paseado también a hombros por los cenáculos rosa del país.

Luis Gavaldá es un político catalán de CiU condenado también por corrupción y Ángel Carromero es el joven cachorro del PP que defendió a capa y espada Esperanza Aguirre después de causar la muerte de dos personas en un accidente de tráfico en Cuba y ser condenado por la justicia cubana. A la lideresa no le debe de haber hecho mucha gracia que su compañero de partido y sin embargo enemigo, Ruiz – Gallardón, no le haya concedido el indulto al menos a su defendido y a Matas. 

Sorprende la decisión de hoy tras los polémicos indultos suscritos por la blanda mano del ministro de Justicia en los últimos tiempos: el kamikaze asesino que defendió su propio hijo, el guardia civil que no impidió una agresión sexual cometida antes sus mismas narices, cuatro torturadores Mossos d’escuadra o el empresario y presidente de la Unión Deportiva Las Palmas, Miguel Ángel Ramírez, condenado en firme por delito urbanístico. No me atrevería a decir todavía si la sorpresa es agradable y estamos ante un cambio de criterio en la política de indultos del Gobierno o si el de hoy ha sido sólo un gesto – uno más - para la galería electoral por mucho que le duela en el alma enviar a la trena a un compañero de siglas. 

Desde luego, haber indultado hoy a Matas y no a los otros que habían pedido la gracia hubiera constituido un nuevo escándalo político de proporciones mayúsculas, si es que todavía queda lugar en este país para el asombro colectivo. Es cierto que el propio Tribunal Supremo se había pronunciado en contra del indulto del político balear, quien todavía se las tendrá que volver a ver con la Justicia por el “caso Nóos” en el que también está imputado. Sin embargo, el parecer de esa alta instancia judicial no ha sido hasta ahora motivo suficiente para que el ministro deniegue un indulto. 

En cualquier caso es urgente regular y acotar de una vez la discrecionalidad con la que actúan los gobiernos de turno en la concesión de indultos. En la mente de todos está aún el que le concedió uno de los últimos consejos de ministros de Zapatero al consejero delegado del Santander, Alfredo Sanz, condenado por acusación falsa y denuncia falsa. En realidad estamos ante una clara injerencia anacrónica del poder ejecutivo en las funciones del poder judicial, que tiene entre sus cometidos juzgar y ejecutar lo juzgado. Sería por tanto deseable que desapareciera por completo del ordenamiento jurídico, aunque por lo pronto nos conformaríamos con que al menos se ciñera estrictamente a lo que establece la ley y se basara en criterios de justicia, equidad y utilidad pública que el ministro de Justicia debería estar obligado a explicar públicamente cuando opta por esta medida. 

Sin embargo, cuando se emplea de forma opaca en casos que causan alarma social como los de corrupción o se deniega en otros que a todas luces lo merecen como los de los pequeños delincuentes reinsertados, la gracia pierde todo su escaso sentido y se convierte sencillamente en injusticia.   

Garantía de desempleo juvenil

Vende estos días el Gobierno el hallazgo de la Garantía de Empleo Juvenil como si la hubiera inventado él. En su esencia, el invento consiste en que los empresarios que contraten con carácter indefinido a un “ni-ni” – ni trabaja ni estudia – de entre 16 y 24 años tendrán una bonificación de 300 euros durante seis meses. El otro requisito es que la contratación tiene que suponer un aumento de plantilla. Y pare usted de contar: sobre las condiciones de trabajo del joven nada dice la medida ni sobre qué ocurrirá a los seis meses y un día. En teoría – y seguramente en la práctica en no pocos casos – cuando acabe el periodo de la bonificación el empresario podrá poner al “ni-ni” de patitas en la calle sin obligación de devolver un solo euro. Y respecto a que la contratación deba suponer un aumento de la plantilla y no una sustitución de unos trabajadores por otros tampoco queda suficientemente sellada la posibilidad de saltarse el requisito. 

Al plan destina el Gobierno 1.800 millones de euros que pone de forma íntegra la Unión Europea y que salen de los 6.000 millones que Bruselas acordó destinar al drama del paro juvenil, un dineral teniendo en cuenta que en nuestro país “sólo” están en paro seis de cada diez jóvenes. En comunidades autónomas como Canarias la situación es aún más dramática, con una tasa de paro juvenil que ronda el 70%. 


Por lo demás, la medida entró en vigor este mismo lunes con un supuesto registro telemático en el que deben inscribirse los “ni-ni” en busca de empleo y el Gobierno se compromete a hacerles una oferta en el plazo máximo de cuatro meses. Sin embargo, la confusión sobre el dichoso registro y el desconocimiento de los detalles de la medida en las comunidades autónomas, a las que se hace partícipes del plan sin haberlo negociado ni consensuado con ellas, ha llevado a que estas alturas de la semana persista el galimatías. 


Varias consideraciones hay que hacer sobre este plan, además de las ya señaladas. La primera es que llega demasiado tarde: el drama del paro entre los jóvenes no es cosa del mes pasado ni siquiera del año pasado, sino desde los albores de la crisis económica cuando estalló la burbuja inmobiliaria. Nada se hizo entonces para remediarlo y cuando al fin se decidieron en Bruselas a destinar fondos a este asunto las tasas de desempleo juvenil ya se encontraban por las nubes. En segundo lugar, 6.000 millones de euros para combatir más de un 22% de paro entre los jóvenes europeos suena más a dádiva graciosa que a medida de choque para reducir drásticamente esa tasa. 

En tercer lugar, se pregunta uno y no encuentra respuesta al hecho de que los jóvenes de entre 25 y 30 años queden fuera de la medida como si no sufrieran las mismas penurias y dificultades para encontrar trabajo que sus colegas de menor edad. Cuando se le ha preguntado por esto al Ejecutivo ha respondido pasando la pelota al tejado de las autonomías a las que se insta a poner el dinero necesario para atender a ese segmento de jóvenes “ni-ni”. Esto después de haber recortado a conciencia los fondos destinados a las políticas activas de empleo como ha ocurrido en el caso de Canarias. 

En cuarto lugar llama la atención la creación de ese extraño registro telemático en el que deben inscribirse los jóvenes en busca de trabajo. ¿Qué tienen de malo las oficinas de empleo de este país? ¿O es que vamos a sacar de las estadísticas del paro a los jóvenes que se inscriban en el registro y así maquillar un poquito más las cifras? Alguien debería explicarlo. 

Pero más allá de todas estas consideraciones hay una aún más importante: la eficacia de este tipo de medidas para reducir el desempleo. Ningún empresario contratará a nadie, sea ni-ni o mayor de 55 años, si no ve verdaderos signos de recuperación económica y esos signos, por mucho que Rajoy y los suyos los vean por todas las esquinas, siguen siendo como poco débiles y confusos. Subvenciones y bonificaciones de todo tipo para reducir el paro ha adoptado decenas este gobierno en los últimos tres años y la tozuda realidad demuestra que apenas han tenido eficacia alguna, al menos conocida. 

¿Alguien podría explicarnos la efectividad que ha tenido, por ejemplo, la famosa “tarifa plana” de los 100 euros a la Seguridad Social? ¿Cuántos puestos de trabajo se han creado gracias a ella? ¿Cuál es la calidad de los contratos suscritos bajo esa bonificación? ¿Cuánto dinero ha dejado de ingresar la Caja de la Seguridad Social gracias a tanta bonificación y subvención a los empresarios para que sean buenos y contraten? En otras palabras, no son medidas puntuales de corte asistencial como estas y tantas otras aprobadas por el Gobierno y cuyos resultados efectivos nunca nos cuentan, las que van a reducir el número jóvenes parados en España. Lo que se necesita es incrementar en lugar de recortar la inversión pública en educación y en formación y acompañar esas medidas de acciones de largo recorrido en apoyo del empleo juvenil. Mientras no se afronte el problema desde esas premisas básicas, España seguirá perdiendo savia nueva a través de la vergonzosa “movilidad exterior”.

Esos jóvenes zotes

Está demostrado: los jóvenes españoles son unos verdaderos zotes, es decir, “ignorantes, torpes y muy tardos en aprender”, según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. O si lo prefieren, están entre los últimos de la clase de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) y su infalible informe PISA. El último cate que han recibido lo hemos conocido hoy mismo: uno de cada seis alumnos españoles de 15 años no sabe interpretar una factura y desconoce si es más barato comprar los tomates a granel o en cajas. Se ve que no son muy amantes del gazpacho y la ensalada. 

El suspenso de hoy se suma a los que cosechan los jóvenes de este país desde que PISA habita entre nosotros y el Gobierno lo utiliza para denigrar el modelo educativo anterior y tener una buena coartada para implantar uno nuevo que va a conseguir que los zotes de hoy sean los más brillantes de la clase más pronto que tarde. En la mente y en el recuerdo de todos está otro informe PISA muy reciente que dejaba también a los alumnos españoles como unos verdaderos catetos ante operaciones tan sencillas como encender el aire acondicionado. Por no hablar de sus malos resultados en comprensión lectora y matemáticas. 

Desde que PISA existe la Biblia consagrada ya no tiene la exclusiva de la palabra de Dios revelada. Todo lo que dicen los informes PISA va a misa – perdón por el ripio – y no se atisba en el Gobierno intención de mostrar al menos un poco de escepticismo sobre la metodología empleada en las encuestas, como sí hacen no pocos expertos en pedagogía y educación. Más allá del hecho de que la OCDE sea una organización supranacional que atesora y predica el liberalismo como credo económico, los informes de este organismo tienen más tripas que las que puedan imaginar los que ingenuamente estén pensando en un ejercicio científico y objetivo sobre las capacidades intelectuales de los alumnos de más de 50 países de todo el mundo. En primer lugar, que las preguntas no sean las mismas ni de la misma dificultad en todos los países ya debería de ponernos en guardia. A nadie se le escapa que homogeneizar datos tan dispares y encima hacer una suerte de clasificación mundial de países en función de lo listos y preparados que estén sus alumnos es más un juego de mesa que un análisis riguroso de los datos. 

Esto hace que el modelo matemático empleado por PISA para procesar los datos recogidos en los exámenes haya sido puesto seriamente en duda por no pocos expertos. Es más, en algunas ocasiones, pruebas que se hacen en unos países – por ejemplo las relacionadas con la comprensión lectora – no se hacen en otros. En ese caso, PISA se limita a realizar una especie de extrapolación y ofrecer resultados más propios del esoterismo y la magia blanca que del rigor científico. 

Nótese, además, que PISA sólo valora la capacidad para aprender de los chicos y chicas en función de estadísticas, como si hablara de máquinas y no de jóvenes insertos en contextos históricos, sociales y económicos determinados. Habría que preguntarse también quién se beneficia de esta pugna entre países por escalar puestos en la clasificación de estudiantes listos y espabilados y tal vez nos llevaríamos alguna sorpresa en forma de intereses inconfesables de determinadas editoriales que hacen un gran negocio con estos informes. En cualquier caso, lo que no parece de recibo es que el nivel educativo de los países de la OCDE se haya convertido de un tiempo a esta parte en una suerte de bolsa de valores en la que unos suben y otros bajan, salvo que sea eso lo que se pretende, algo que no deberíamos descartar. 

Con todo, la pregunta que conviene hacerse es si los informes PISA que tan mal dejan a los alumnos españoles sirven para mejorar la calidad de la educación, al fin y al cabo el objetivo teórico por el que se elaboran periódicamente. También sobre esto se han pronunciado los expertos y han llegado a la conclusión de que las “recomendaciones” de PISA a los países de la OCDE sobre cómo deben ser las escuelas o qué cosas habría que mejorar convendría guardarlas en un cajón y olvidarse de ellas porque son mera especulación. De todo esto no debe deducirse que el informe PISA no sirva absolutamente para nada, aunque no son pocos los que piensan así. Cosa bien distinta es convertirlo en el Santo Grial de la educación como ha hecho el Gobierno español y utilizarlo de aval para perpetrar una regresiva y unilateral reforma educativa de la que seguro están encantados en la OCDE.

Las cuentas de Jenaro

Jenaro García, el sonriente hombre de la foto, era hasta ayer el consejero delegado en España de una empresa multinacional llamada Gowex. La actividad de la compañía en nuestro país consiste en proveer de conexión wifi a la red a particulares y a numerosos ayuntamientos e instituciones españoles. Jenaro García era hasta el domingo uno de los grandes emprendedores patrios y su empresa un modelo a seguir para propios y extraños. Sin embargo, en menos de cuarenta y ocho horas se ha convertido en un villano de la peor calaña. Sic transit gloria mundi (así pasan las glorias en el mundo, de forma efímera y fugaz), decían los clásicos con mucha razón. 

A Jenaro lo pescó en un renuncio una empresa consultara que empezó a sospechar que las cuentas de Gowex en España no eran todo lo brillantes que se estaba haciendo creer a los inversores y a las empresas e instituciones que contrataban sus servicios. Jenaro lo negó en primera instancia pero no tardó mucho en confesarlo todo y reconocer que había estado haciendo la cuenta de la abuela al menos durante los últimos cuatro años. Ahora pide perdón por el daño que ha hecho, que él mismo califica de “irreparable”, y se dispone a asumir las correspondientes consecuencias no sin antes endilgarnos un largo poema de Kipling que, la verdad, se pudo haber guardado para el juicio. Al menos, y eso hay que reconocérselo, ha tenido la valentía de confesar y aguantar los palos que le están lloviendo en las últimas horas. 

La cuestión es si el único responsable de lo ocurrido es Jenaro con sus cuentas falseadas. Gowex cotizaba hasta ayer en el llamado Mercado Bursátil Alternativo, pensado para que empresas pequeñas y medianas puedan financiarse en los mercados ante la persistente imposibilidad de acceder a los créditos bancarios. Por sus propias características, hablamos de empresas de mucho mayor riesgo para los inversores que las que cotizan en el mercado continuo. A pesar de ello, lo ocurrido con Gowex viene a poner de manifiesto que Jenaro engañó literalmente a medio mundo con sus cuentas y dejó gravemente dañado el citado Mercado Bursátil Alternativo del que han empezado a huir compañías ante el riesgo de que se extienda el contagio. 

Que Jenaro engañara a los accionistas y a sus trabajadores, ahora abocados a quedarse sin empleo, no debería de extrañarnos demasiado. Se trata de una costumbre bastante extendida y pocos son los medios que tienen los empleados para conocer el estado de las cuentas de la empresa para la que trabajan. Sin embargo, que también les haya tomado el pelo durante cuatro años a los miembros del consejo de administración, a los auditores y asesores financieros de la compañía y a los organismos de regulación y control de la competencia y el mercado bursátil es algo que vuelve a clamar al cielo. La conclusión más benévola que cabe extraer de lo ocurrido es que todos ellos estaban en Belén con los pastores mientras Jenaro sumaba y se llevaba 4 cuando era 1 o ninguna, o peor aún, cuando había que restar en vez de sumar. 

La incompetencia de tanto regulador que a la postre no regula ni controla nada en este país empieza a ser proverbial: ahí tenemos la estafa multitudinaria de las preferentes o a Bankia saliendo a bolsa después de haber vendido ganancias cuando eran pérdidas, por no mencionar la ceguera e ineptitud del Banco de España mientras las entidades financieras se hinchaban a dar créditos hipotecarios sin garantías suficientes y engordaban la burbuja inmobiliaria. 

Pero para llorar, más que para reír, son las reacciones “políticas” generadas por las cuentas falsas de Jenaro. A Luis Linde, el gobernador del Banco de España – sobre el que me sigo preguntando a qué dedica su tiempo con la política monetaria en manos del Banco Central Europeo - lo que le preocupa es la repercusión negativa de este escándalo sobre la bendita “marca España”. A este señor, los accionistas que han perdido la inversión, los trabajadores que perderán su empleo y los efectos demoledores sobre el Mercado Bursátil alternativo parecen importarle literalmente una higa. 

Otro que también se ha lucido al comentar este asunto es su tocayo el ministro de Economía, Luis de Guindos. En su opinión, lo que hay que hacer es mejorar los controles sobre las empresas como Gowex y lo dice ahora, cuando el daño ya está hecho y, como dice Jenaro, “es irreparable”. Si la incompetencia y la ineptitud cotizaran en bolsa estos luises y los responsables de los vergonzosos organismos de control se forrarían. Jenaro lo ha conseguido y ni siquiera sabe sumar y restar.  

El debate que no fue

Sanísimo ejercicio político el realizado hoy por los tres candidatos a la secretaría general del PSOE. Que los aspirantes a dirigir uno de los dos grandes partidos políticos del país se avengan a confrontar sus puntos de vista es algo inédito en España por razones que a nadie se le escapan: la enquistada y poco democrática costumbre de los partidos españoles de que los nombres de quienes han de llevar las riendas de la formación y formar parte de las listas electorales se cocinan de puertas adentro y no se regalan cuartos al pregonero. Al menos en el PSOE, ese viejo y perjudicial hábito se ha roto hoy y sería deseable que algo similar ocurriera en el resto de las fuerzas políticas. 

Sin embargo, no basta con las buenas intenciones para conseguir que las cosas cambien y el PSOE recupere el terreno político y electoral perdido en los últimos años. El de esta mañana ha sido un debate, más que de guante blanco, de guante suave y algodonoso. De hecho, llamarlo debate se me antoja un tanto excesivo por la falta de posiciones realmente encontradas y divergentes. Encontrar diferencias de calado entre el discurso de Eduardo Madina y el de Pedro Sánchez resulta poco menos que imposible más allá de alguna pulla entre ambos que estuvo muy lejos de hacer sangre en el adversario y que sólo son capaces de detectar aquellos que siguen muy de cerca la vida diaria del partido. 

No creo que los militantes que el próximo domingo están llamados a decidirse por uno de los tres candidatos dispongan de las claves necesarias para interpretarlas adecuadamente y es más que probable que hayan llegado a la conclusión de que los discursos de Madina y Sánchez son perfectamente intercambiables. El tercero en discordia, José Antonio Pérez Tapias, que nada tiene que perder con su apuesta y sí mucho que ganar, fue el único de los tres que marco algunas distancias con sus dos rivales y sin embargo compañeros en la carrera por la secretaría general. 

Mientras que del sevillano profesor de Filosofía puede decirse que fue el que con mayor nitidez dibujó un discurso tributario de la izquierda del partido, aunque sin desentonar demasiado con la melodía de los otros dos, de Madina y de Sánchez se puede afirmar que dejaron en el aire más interrogantes que respuestas y que sus respectivas posiciones ante algunos asuntos de calado apenas se diferencian de las que ha venido manteniendo el todavía secretario general Pérez Rubalcaba. 

Pero, con todo, lo más decepcionante del debate es que giró mucho menos sobre lo que piensan hacer los tres aspirantes para sacar al PSOE de la situación de crisis en la que se encuentra que sobre las medidas que adoptarían si llegan a La Moncloa. En este punto, Pérez Tapias fue también el más cómodo toda vez que ya ha dejado claro que en caso de acceder al liderazgo del partido no se presentaría a las elecciones generales. Sin embargo, Madina y Sánchez rivalizaron en derogación de leyes aprobadas o por aprobar por el gobierno del PP y en medidas que tomarían en el supuesto que uno de los dos sustituya a Rajoy a finales del año que viene al frente del Ejecutivo. 

En este sentido y aunque no era eso lo que tocaba hoy, creo incluso que, ya metidos en programa electoral, faltó originalidad y audacia por parte de los candidatos a la hora de afrontar un reto tan trascendental – el verdadero reto de los socialistas españoles y de la socialdemocracia europea - como el de preservar el estado del bienestar en un contexto de globalización económica y de imperiosa necesidad de controlar con eficacia y eficiencia el gasto público. 

Desde mi punto de vista y de eso se supone que trataba el debate de hoy, los militantes que lo han seguido y de los que depende la próxima dirección socialista se han quedado con las ganas de conocer muchos más detalles sobre lo qué piensan hacer los aspirantes a la secretaría general para que el PSOE vuelva a convertirse en una alternativa de gobierno en España, cuál va a ser el papel de los afiliados, cuáles serán los canales de participación más allá de las grandes frases sobre “abrir las puertas”, hasta dónde se van a tener en cuenta sus opiniones o cómo se va a regenerar el parido desde la cúpula hasta las bases. Sin embargo, Madina y Sánchez han optado hoy más bien por vender la piel del oso antes de cazarlo, sin duda una mala estrategia cuando el oso está tan fuerte y el cazador tan débil.

Insolidarias amas de casa

¿Cómo no habíamos caído antes? ¿Cómo es posible que el Gobierno lleve años ocultándonos la verdadera razón por la que no baja el paro como todos deseamos en este país? Es indignante, con lo sencillo que era dar con la tecla que explicara el drama del desempleo en España. Menos mal que quedan próceres siempre dispuestos a echar una mano para sacarnos de la ignorancia. La clave del azote del paro no hay que buscarla en que las empresas despidan a precios de saldo y no contraten si no es con condiciones leoninas. El asunto es mucho más sencillo: la culpa la tienen las amas de casa. Y punto pelota. Ahora sí hemos visto la luz al final del túnel y podemos hablar de brotes verdes. 

Gracias al presidente de la patronal patria, Joan Rosell, ahora sabemos sin ningún género de dudas dónde están los males del empleo en España: en las malvadas amas de casa que han dejado la lavadora puesta y los cacharros sin fregar y han acudido en tropel a inscribirse en las listas del desempleo. Cerca de dos millones lo han hecho, según las esotéricas cifras del gran Rosell, que después de soltar la bomba de la semana se ratificó en ella al día siguiente sin movérsele un pelo de su bien cuidada cabellera. 

¿Y con qué fin – se preguntarán ustedes – han acudido tantas señoras desocupadas a hacer cola en las oficinas de empleo a inscribirse en las listas de demandantes de trabajo? Pues muy sencillo, que para que nos lo aclare también tenemos a Rosell, a quién si no: con el fin de cobrar algún tipo de prestación, la que sea. Que ni siquiera hayan cotizado no es impedimento para apuntarse a ver si cae alguna ayudita que permita ir trampeando la crisis, dice Rosell. 


¿Y tienen derecho estas perversas amas de casa que con su maleva actitud impiden que Fátima Báñez se desmelené por completo y cante a los cuatro vientos las bondades de su reforma laboral? Lo tienen, eso es lo malo para el Sr. Rosell, que lo tienen. ¿O es que las señoras – y señores amos de casa, que también los hay y que, según Rosell, también se han apuntado al paro para poner la mano a ver qué cae – no tienen el mismo derecho que el resto de los ciudadanos en edad de trabajar de acudir a su oficina de empleo a ver si hay suerte y les toca la lotería? Parece que para el Sr. Rosell no y así no podemos seguir ni un día más. Conclusión: es necesario acabar cuanto antes con este escándalo.

Que Rosell confunde el culo con las témporas y la velocidad con el tocino parece evidente, pero eso qué más da si cargamos sobre los hombros de las amas y amos de casa que el paro no baje más en España. Ellas y ellos son los culpables por meterse en donde nadie les ha llamado, esto es, en las oficinas de empleo por más que en dichas oficinas conseguir un trabajo sea más difícil en estos tiempos que sacarse la Euromillonaria. Sin duda, las profundas reflexiones del líder de la patronal contribuyen de forma poderosa a prestigiar a la clase empresarial de este país, ya de por sí lustrosa y brillante como pone de manifiesto el hecho de que el antecesor de Rosell en tan alta responsabilidad nacional, Gerardo Díaz Ferrán, está en la cárcel purgando sus trinques. 

Es lástima que a Rosell se le haya pasado por palto poner también en la picota a los malvados jubilados por atreverse a vivir tanto y encima aspirar a cobrar una pensión de hambre todos los meses. Deberían ser elegantes y tener el gesto patriótico de morirse cuanto antes para que a Báñez le cuadren de una vez las cuentas. Eso por no hablar de los estudiantes que quieren una beca para poder continuar sus estudios, de los dependientes que reclaman que alguien los atienda sin que sea por simple caridad o de los enfermos que confían en que no tengan que terminar acudiendo al curandero como sigan los recortes en la Sanidad Pública. 

Colectivos todos de insolidarios ciudadanos sin los que este país estaría mucho mejor y progresaría más y más rápidamente. Gracias señor Rosell por enseñarnos el camino, nunca le estaremos suficientemente agradecidos y sólo lamentamos que no haya muchos más como usted. La patria los necesita.     

Un tal Marco Antonio

No es tenor, barítono o bajo pero ha cantado como los ángeles. Se llama Marco Antonio Tejeiro Losada y hoy se ha convertido en el primer “pentito” del “caso Nóos”. Así llaman en Sicilia a los capos mafiosos que deciden tirar de la manta y dejar a sus compañeros de fatigas con las vergüenzas al aire. El tal Marco Antonio ha llegado a un pacto con el fiscal Horrach, el esforzado abogado defensor de la desconcertada e imputada infanta Cristina, y ha puesto negro sobre blanco los tejemanejes que se han traído durante años Iñaki Urdangarín y su profesor de negocios y, sin embargo socio, Diego Torres. Se da la casualidad nada casual de que el tal Marco Antonio es hermano de la esposa de Torres, que está imputada también en la trama, y que su función en el andamio montado para drenar dinero público para lucro personal de Torres, Urdangarín y demás familiares era la de “contable” y administrador. Por tanto, se supone que sabe de lo que habla o no habría conseguido el trabajo en una empresa tan respetable y ejemplar como Nóos.

El tal Marco Antonio dice en su escrito de “pentito” que fueron Urdangarín y Torres los que montaron el rentable chiringuito con la intención de sangrar las arcas públicas de Baleares y Valencia y otras administraciones públicas que se les aparecieran por el camino y picaran. Para ese fin nació Nóos, la pantalla de credibilidad y prestigio que le permitía a Urdangarín y a su socio hacerse pasar por grandes filántropos amantes del deporte popularmente conocido como toma el dinero y corre: el primero ponía la planta y el parentesco real para hipnotizar a la víctima de turno y el segundo ideaba cómo llevárselo crudo. A los efectos se creó una tupida red de empresas ficticias a las que iba a parar el dinero público que obtenían a través de Nóos, ente las que figura Aizoon y en las que hacían y deshacían Urdangarín y Torres. 

¿Verdad que hasta aquí la letra y la música del aria son bastante conocidas o por lo menos sospechadas? ¿Qué ha pasado entonces para que en ese punto concreto, cuando más interesante estaba el aria de bravura del tal Marco Antonio, éste enmudeciera súbitamente y no emitiera una nota más como si se hubiera quedado sin voz o hubiera olvidado el papel? La clave no hay que buscarla en lo que ha dicho sino en lo que no ha dicho y se ha guardado. ¿No es llamativo que no haya una sola palabra sobre el papel de la infanta en Aizoon, de la que era propietaria al 50% con su marido? ¿Habrá sido un lapsus del tal Marco Antonio? ¿Se le habrá comido la lengua el gato? 

Nada de eso, créanme: el fiscal Horrach quiere utilizar esta confesión para exculpar a la infanta de cualquier responsabilidad en Aizoon y presentarla ante la sociedad como la tonta del bote que, a pesar de trabajar en una gran entidad financiera en Ginebra, no sabe nada de cuentas bancarias ni le interesa en qué negocios anda metido su esposo y de dónde saca para tanto como destaca. Pero mejor eso que sentada en un banquillo de acusados, algo que Horrach y sus jefes en la Fiscalía General del Estado están decididos a que no ocurra. 

La cuestión está ahora en lo que hará el vilipendiado juez Castro y cómo interpretará la confesión del “pentito” Marco Antonio y su silencio sobre la hermana del rey. Si hace caso a esta inesperada garganta profunda que Horrach se ha sacado de la manga casi a la desesperada puede interpretar que, efectivamente, la infanta pasaba por allí y ni se olió el pastel que cocinaban Urdangarín y Torres sin contar con nadie más. Sin embargo, también cabe la posibilidad de que interprete lo contrario, ya que una vez confirmado que Aizoon era una pura ficción con trabajadores ficticios pero con facturas reales, la infanta tenía que saberlo por fuerza como dueña de la mitad de la fantasmal empresa. 

Si cree al “pentito” cantarín tendría que levantar la imputación contra la infanta y en caso contrario mantenerla en todos sus términos por mucho que rabie Horrach. La única ventaja para Castro si cree al tal Marco Antonio y permite que la infanta salga de su doloroso desconcierto de imputada es que Horrach no lo volvería a llamar de todo menos bonito y es posible que hasta vuelvan a ser amigos. Continuará, porque a esta ópera trágica de final incierto le quedan aún muchos capítulos.

¿Tú también, Nicolás?

Aprendiendo francés a marchas forzadas estoy para no perderme detalle esta noche de la anunciada comparecencia en radio, televisión e internet de Nicolás Sarkozy. Quiere el ex presidente francés defenderse de la imputación que le acaba de caer encima por tráfico de influencias y corrupción, dos cosas feísimas por las que ayer se pasó declarando casi un día entero ante la policía y ante los jueces. Le supongo casi tan “deconcertado” como a la infanta Cristina con su imputación a manos del juez Castro, según reza el recurso presentado hoy por sus leales abogados defensores, y que conste que no me refiero el fiscal Horrach sino al despacho de abogados que la representa.

Pero volvamos a Francia, en donde el terremoto político que ha desatado la imputación por cosas tan poco edificantes y republicanas como las mencionadas amenaza con remover los cimientos de la torre Eiffel y la Bastilla a un tiempo. El hombre que al inicio de la crisis económica prometió que iba a refundar el capitalismo – fue una lástima que los franceses no lo reeligieran para que cumpliera la promesa - está acusado ahora de utilizar su influencia para ayudar a un magistrado a conseguir un puesto que ansiaba a cambio de información sobre la investigación policial sobre la financiación de su campaña electoral de 2007, sobre la que hay más sombras que luces. En cristiano: si me dices que ha descubierto contra mí la policía yo muevo los hilos adecuados para que hagas realidad tus sueños. Sin duda, es una excelente manera de empezar a refundar el capitalismo la elegida por el pequeño Napoleón: volver a la economía del trueque.

Pero la policía, que no suele ser tonta, se malició que la mano del ex inquilino del Elíseo andaba de por medio y fue a por él: lo detuvo y lo sometió a un interrogatorio de 15 horas al que le siguió de propina otro de tres ante los jueces. Satisfechos por fin decidieron que podía irse a casa con una buena imputación bajo el brazo. Con todo, no tiene el gran Sarkozy el mérito ni el honor de haber sido el primer presidente francés en pasar por la afrenta de que te detenga e interrogue la gendarmería. Su antecesor Jacques Chirac ya pasó por el mismo trago amargo y terminó condenado a pena de cárcel con suspensión de ejecución de la sentencia por un delito de malversación y deslealtad.

Ahora será la justicia gala la que determine la culpabilidad o inocencia de Sarkozy, el hombre que quería volver a reinar – perdón, a gobernar – en la republicana Francia pero al que los malvados jueces se lo quieren impedir como si de un Berlusconi cualquiera se tratara. Hasta su propio partido, la UMP, le ha dado la espalda y los socialistas, que aunque gobiernen también andan de capa caída, se frotan las manos ante el grave tropezón judicial del líder de la derecha francesa. Aunque para contentos los de la ultraderecha del Frente Nacional quienes, sin duda, ven en las desgracias judiciales de Sarkozy y en la debilidad de Hollande y los suyos una oportunidad de oro de la que volverán a intentar sacar el máximo rédito en la próxima cita electoral como ya ocurriera en las europeas de mayo. 

Hechas estas reflexiones, uno se pregunta si algo similar a lo que ha pasado en Francia con la detención, interrogatorio e imputación de Sarkozy podría ocurrir en un país imaginario llamado España con un jefe del Estado inmune ante la Justicia y un presidente del Gobierno mudo ante la corrupción en su partido. La respuesta es “sí”: la única condición es que el país sea imaginario. Au revoir, mes amis.

Rajoy el regenerador

No se les puede dejar solos un par de días: me tomo un pequeño respiro para oxigenarme de tanto fasto real y, cuando vuelvo, me encuentro con el antiguo rey aforado para los restos y al nuevo haciendo su primera visita “internacional” al papa Francisco, lo que cabe interpretar como una completa declaración de intenciones de la rejuvenecida monarquía española. En el interín se ha seguido hablando de la reforma fiscal – y lo que te rondaré Montoro – y ahí tenemos a algunas autonomías a las que ya no les cuadran las cuentas. De propina ha dicho el dueño de la caja fuerte que lo de reformar el modelo de financiación autonómico que prometió allá por 2012 antes de que acabara la legislatura va a ser que no, que no toca ahora: no hay dinero para repartir entre todos, tenemos las elecciones autonómicas y locales a menos de un año y encima está el problema con los nacionalistas catalanes. Así que, agua y ajo y a recortar más si con lo que hay no da para atender la sanidad y la educación y cumplir el sagradísimo déficit. 

En la peculiar regeneracionista y reformadora hoja de ruta del Gobierno y del PP, el líder dejó caer ayer algo que huele a oportunismo electoral a siete leguas: que los alcaldes sean elegidos de forma directa, es decir, que gobierne el candidato de la lista más votada. Con eso y con reducir el número de aforados que en este país tienen la suerte de que los juzgue el Supremo y no el juzgado de instrucción, considera Rajoy que se regenera la vida política del país. 

Vamos por partes: proponer a estas alturas de la legislatura popular que el alcalde sea elegido de forma directa suena a tembleque ante la posibilidad de que las urnas repitan el próximo mayo lo ocurrido en mayo pasado con las europeas, un revolcón electoral en toda regla en ayuntamientos grandes y comunidades autónomas importantes. 


Hacer la propuesta de una manera tan ambigua y vaga - ¿se va a suprimir también la posibilidad de presentar mociones de censura en los ayuntamientos si el candidato más votado es un zote o un corrupto? – y hacerla en una reunión de partido y no en el Congreso de los Diputados negociada con todas las fuerzas políticas denota prisas, nervios y tentaciones mal disimuladas de aplicarla por la vía del decreto para intentar salvar los muebles en la cita de mayo. Ante las críticas de la oposición por la forma y el lugar en el que se hizo el anuncio – en la sede de Génova y por la número dos De Cospedal – Rajoy ha dicho hoy en Panamá que se elevará una propuesta al Congreso el próximo mes de septiembre. También se ha mostrado muy abierto al diálogo pero ya sabemos por experiencia lo que eso ha significado en asuntos como la reforma educativa, por citar uno solo. 

Por lo demás y al margen de que la propuesta es más vieja que la gripe – ya la planteó el PSOE en 2002 -, que Rajoy llame a ese cambio en la ley electoral “regeneración política” es, como mínimo, para abrir los ojos con estupor. Hasta hoy, yo al menos pensaba que esa expresión era de aplicación sobre todo a asuntos como la transparencia de las administraciones públicas y, principalmente, a la financiación irregular del PP en el “caso Bárcenas”, al caso Noos o al de los EREs andaluces. Sin embargo, sobre esto siguen sin decir nada novedoso el Gobierno y el partido que lo apoya. 

Por ahí tendría que haber empezado si quiere verdadera regeneración y luego continuar por un cambio a fondo de la ley electoral y no sólo de aquellos aspectos que más le pueden beneficiar. En cuanto a lo del aforamiento es para caerse de espaldas: ahora, con el rey aforado a pesar de no desempeñar función pública alguna, le da al PP por rebajar el número de los que merecen ese estatus jurídico que, efectivamente, son multitud. Si estas son las medidas con las que Rajoy pretende regenerar la vida política española que venga Bárcenas y lo vea.

Cristóbal Montoro Gatopardo

Con tantas emociones fuertes a este país le va a dar un infarto en primer grado. En menos de veinte y cuatro horas cae “la Roja” y se eleva al trono un nuevo rey. Y de remate, hoy llega al Consejo de Ministros la cacareada reforma fiscal que anunciaran Rajoy y los suyos. No podía esperar más el PP para recuperar los 2,6 millones de votantes que le dieron la espalda en las europeas del 25 de mayo. El año que viene hay dos citas electorales mucho más decisivas para sus intereses políticos que las europeas y hay que presentarse ante el electorado mostrando alguna cosa que les permita sacar pecho. A falta de conocer la letra pequeña de la mentada reforma, no parece que la misma merezca tal nombre.

Desde luego no parece que vaya a ser integral en el sentido de un cambio en toda regla del sistema impositivo del país como pedían los expertos y la Comisión Europea. Tampoco tiene aspecto de que vaya a ser progresiva, o lo que es lo mismo, que paguen más los que más ingresan. De hecho, los que más ingresan van a pagar menos ya que se rebajará en unos cuatro puntos la presión fiscal de las rentas más altas. Y esto, después de haber anunciado Rajoy y Montoro urbi et orbi que la rebaja fiscal prometida en 2011 y luego guardada en un cajón “porque no hay más remedio”, beneficiaría sobre todo a las rentas más bajas.

Tampoco será progresiva porque, al menos por lo que se sabe hasta el momento, en la pretendida reforma fiscal de Montoro no hay una sola medida para luchar contra el fraude fiscal, una de los grandes males del sistema impositivo de este país y por el que se escapan anualmente entre 70.000 y 90.000 millones de euros. Si los que más tienen o ganan no pagan lo que les correspondería, los que menos tienen o ganan deben de hacer un esfuerzo fiscal mucho mayor, como puede entender cualquiera salvo Montoro. Calculen lo que se podría hacer con ese dineral en un país en el que no hay inversión pública digna de ese nombre que contribuya a reactivar la economía y poner fin de una bendita vez a los recortes, ajustes y reformas estructurales que hemos pagado en términos de empleo y salarios, hundiéndonos en un pozo al parecer sin fondo.

Esa falta de progresividad de la reforma que hoy aprobará el Consejo de Ministros y que el lunes nos explicará Montoro con su Power Point, se refleja también en la rebaja del impuesto de sociedades del 30 al 25%, una medida que va a beneficiar principalmente a las grandes empresas, las mismas que se lo llevan crudo a países con impuesto de sociedades aún más bajos que en España o simplemente lo escabullen en paraísos fiscales.

El gran dilema de Montoro ante esta reforma que él y el presidente nos han ido revelando por entregas es cómo presentarse ante el electorado, principalmente el del PP, haciéndole creer que se ha hecho un cambio fiscal profundo cuando en realidad sólo se ha hecho un apaño para recuperar votos perdidos y de paso hacerle un nuevo regalo a las grandes corporaciones y a las rentas más altas a costa de las depauperadas clases medias en vías de extinción. Lo cierto es que las cuentas no salen por ningún lado: tras la llegada de Rajoy a La Moncloa la subida de impuestos se cifró en unos 30.000 millones pero con la presunta bajada que se aprueba hoy sólo se reducirá en unos 5.000 repartidos en dos años, el primero de ellos electoral.

La clave de todo es que Montoro necesita llenar la caja para cuadrar el déficit en un país que recauda ocho puntos menos que otros de su entorno con los similares tipos impositivos, debido sobre todo al fraude fiscal. Sin embargo, no encuentra la manera de hacerlo sin espantar a las grandes empresas y a las cuentas corrientes más forradas. Subir el IVA para hacer caja es una opción descartada por más que se lo pida Bruselas y hasta el Banco de España. El Gobierno sabe que la recuperación económica que pretende vender no es tal y una nueva subida de ese impuesto congelaría aún más el consumo interno en un contexto de salarios a la baja. Más pronto que tarde estaríamos de nuevo en recesión, si es que se puede considerar que hemos salido realmente de ella por más que las cifras macroeconómicas así lo aseguren.

Ante la disyuntiva el ministro ha optado por aplicar el más genuino gatopardismo para trasladar la idea de que todo cambia cuando todo sigue igual o peor. En realidad, lo que hace Montoro es seguir los pasos de una vieja tradición de la política nacional que acabamos de ver reflejada también en la sucesión monárquica: todo parece nuevo pero en realidad es muy viejo. Con la reforma fiscal pasa exactamente lo mismo.

Más pan y menos circo

España se lamenta hoy desconsolada del descalabro futbolístico en el Mundial como lloró en su día con Alfonso XII tras la muerte de María de las Mercedes: ¿Dónde vas, Alfonso XII? ¿Dónde vas, triste de ti? Este país siempre ha tenido mucha menos consideración con sus propios problemas que con los del mundo del espectáculo, el trono o el altar. En la monarquía y en el fútbol se había venido apoyando el supuesto prestigio planetario de la marca España, aunque muchos españoles ya habían descubierto que nuestra mejor tarjeta de presentación no es un rey cazaelefantes con una familia cazasubvenciones públicas que alaba por el mundo a una clase empresarial que en el país bebe sangre trabajadora. 

Ahora también descubren que dejar el prestigio internacional al azar de un gran negocio al que todavía muchos llaman deporte ha sido otro grave error en cuanto los invencibles han besado la lona. Mejor habríamos hecho como país en confiarle su brillo a nuestros científicos, pensadores y artistas, que los hay y del mejor nivel. Pero no es sólo “la Roja” la que se destiñe para desgracia política de quien ha abusado de ella con el fin de hacer más digerible la receta neoliberal que nos están administrando sin pausa y con prisa. También se decolora la Corona por más que las apariencias y el coro de voces reales que lleva semanas entonando himnos de alabanza quieran hacernos ver hoy otra cosa. 

No he leído ni pienso leer un solo análisis sobre las causas posibles de que “la Roja” doblara la rodilla ayer en Brasil y lo mismo tengo intención de hacer con el discurso que hoy pronunciará el nuevo rey que se dice de todos los españoles y que la legión de exégetas aguarda con el lápiz en ristre para leer entre líneas las frases más destacadas del nuevo evangelio monárquico español. Con escucharlo sin bostezar demasiado ante los inevitables lugares comunes que le cabe suponer me basta y sobra. Al fin y al cabo, quien nada espera no se decepciona ni en el fútbol ni en la política ni en ninguna otra faceta de la vida.

Por lo demás, nunca me han emocionado los carruajes dorados tirados por briosos corceles blancos ni los coches descapotables de lujo ni los saludos y las sonrisas impostadas ni los maceros con penachos ni las pamelas imposibles ni los trajes de capitán general de todos los ejércitos. Los desfiles marciales me dan sueño y cuando suena música militar – con perdón de los músicos – me quedo en la cama como Brassens. 

Tampoco me conmueven las plegarias del orfeón juancarlista que estos días desea suerte a su sucesor con la esperanza de que España mañana sea felipista. ¿Les parece poca suerte haber heredado la corona y la jefatura del Estado por obra y gracia de la genética? Por lo que a mí respecta, los únicos reyes a los que desearía y pediría suerte son los de la baraja, aunque no me ha ido muy bien las veces que lo he hecho. 

No es la suerte del nuevo rey lo que necesita este país sino la suerte de los españoles, una suerte que tendremos que saber buscar entre todos empezando por ocuparnos mucho más del pan, el trabajo y el bienestar social y mucho menos por el circo de colorines que nos mantiene narcotizados, la pompa y los oropeles del poder. Lo que España necesita no es un rey suertudo sino un gobierno decente que no mienta, una clase política que no robe y que defienda el interés ciudadano y no el de sus jefes de filas y unos jueces y fiscales que actúen con rigor e independencia del resto de poderes. 

No necesitamos que al rey se le aparezca San Pancracio, el patrón de la buena suerte, sino que los patronos de este país cejen en su empeño de hacer tabla rasa con los derechos de los trabajadores y que a las empresas y empresarios que evaden dinero a paraísos fiscales se les persiga y castigue como merecen. No es un rey tocado por la diosa Fortuna lo que España reclama, es un revolcón democrático desde los cimientos al tejado del agrietado edificio político nacional que remueva las estancadas aguas de la estabilidad política que a muchos nos empieza a sonar ya a los 25 años de paz del franquismo.

Pero por encima de todo, lo que los españoles necesitan es recordar que en una democracia no hay más soberano que el pueblo y en sus manos está la solución de sus problemas, no en la suerte de un monarca. Es la principal y más perdurable de las enseñanzas legadas por la Revolución Francesa, aquel proceso histórico que iluminó al mundo con el relámpago de una guillotina.

La coartada de la crisis

Ningún ciudadano medianamente informado debería de tener ya duda alguna sobre lo bien que le han venido a la derecha ultraliberal y a las grandes corporaciones la crisis económica que ellos mismos provocaron con la alegre desregulación del sistema financiero. Con la coartada de la lucha contra la crisis como bandera, se ha recortado y ajustado el estado del bienestar hasta límites insospechados hace menos de una década. Los ejemplos que están en la mente de todos llenan las páginas de los periódicos y sería extraordinariamente prolijo mencionarlos todos aquí. Pero hay algunos ejemplos paradigmáticos que demuestran que detrás de ese enternecedor afán de gobiernos como los del PP para “favorecer el crecimiento y el empleo”, sólo hay ideología pura y dura.

La ideología de quienes creen, por ejemplo, que sólo la empresa privada es capaz de gestionar con eficacia y eficiencia servicios esenciales como la justicia, la sanidad o la educación. Que la puesta en práctica de la biblia ultraliberal suponga limitar o impedir que los más desfavorecidos accedan a esos servicios esenciales es precisamente lo que se persigue. No por mentir una y mil veces asegurando que lo que se busca es garantizar la calidad, la gratuidad y la universalidad de esos servicios tales afirmaciones dejan de ser un repugnante ejercicio de cinismo.

Algunos ejemplos

Tomemos el caso de la Sanidad en este país y las privatizaciones de hospitales públicos de una comunidad como la de Madrid, afortunadamente rechazadas en las instancias judiciales y protestadas en la calle por los profesionales pero que volverán a intentar en cuanto puedan estos ultraliberales de banderita rojigualda en la muñeca, siempre tan preocupados por la “marca España”. Pensemos cómo ha afectado a la salud general de este país el copago farmacéutico del que ni siquiera se han librado unos pensionistas con pensiones de miseria y a la baja.

Reparemos también, al menos por un instante, en el descenso del número de pleitos en determinadas jurisdicciones desde que Ruiz – Gallardón aplica sus tasas judiciales y limitó el derecho de todos los ciudadanos a una tutela judicial efectiva. Pensemos también en el retroceso de décadas que representará para las mujeres de este país la reforma de la ley del aborto, eso sí, a mayor satisfacción de una reaccionaria Iglesia Católica de la que el ministro de Justicia parece recibir la inspiración legislativa.

También nos vienen a la cabeza los jóvenes que han tenido que abandonar sus estudios porque el ministerio obliga a subir las tasas, les paga las cada vez más raquíticas becas cuando el curso está a punto de terminar y además anuncia que se lo irá poniendo un poco más difícil a los que aspiren a conseguir una ayuda a partir de ahora. No contento aún el incalificable ministro Wert con convertir el derecho a la educación en una carrera por la excelencia de los más pudientes, lanza ahora el globo sonda de cambiar becas por préstamos que los alumnos tendrán que devolver cuando encuentren un trabajo, una utopía cada vez más lejana para la inmensa mayoría de jóvenes de este país a los que sólo les va quedando la opción de la movilidad exterior.

Nunca hubo crisis para los ricos

Y así en todos los ámbitos: las grandes fortunas de este país, que junto con las grandes corporaciones siguen evadiendo impuestos o colocando sus jugosas rentas en las SICAVS que nadie se atreve a tocar, han recuperado ya el nivel de ingresos anterior a la crisis. ¿Alguien se puede extrañar por ello y por el hecho de que España sea desde hace tiempo el segundo país de la UE con mayor índice de desigualdad y de que dentro del propio país haya escandalosas diferencias de renta entre comunidades autónomas? En paralelo y después de una salvaje reforma laboral que dejó a los trabajadores a los pies de unos empresarios que aún piden más sangre, los salarios continúan a la baja porque eso es bueno para la competitividad del país, según los iluminados profetas del rampante ultraliberalismo.

Esa patológica obsesión por la competitividad supone al mismo tiempo la congelación del consumo interno, la caída de la inversión y la destrucción de más empleo, aunque eso no lo suelen destacar esos profetas. Tampoco que el poco empleo que se crea se hace en condiciones cada vez más precarias y no sin que antes el gobierno subvencione generosamente cotizaciones empresariales y someta a los jóvenes que buscan su primer empleo a situaciones que bordean la indignidad más absoluta.

Hedor a corrupción

Este premeditado ataque contra el estado del bienestar en todos sus frentes se acompaña en España de un intenso hedor a corrupción por falta de regeneración y ventilación democráticas que se extiende desde las instituciones más altas del Estado hasta las más bajas y que alcanza en mayor o menor medida a poderes públicos, partidos políticos, sindicatos o empresas privadas y públicas. Sin embargo, contra esta carcoma democrática nadie habla en serio de reformas de calado ni de ajustes ni de recortes, sólo se proponen placebos mientras la metástasis avanza imparable.

Así las cosas, quienes quieran creer en los cantos celestiales de la recuperación económica que se empeña en vender el Gobierno que llegó para derruir el estado del bienestar hasta los cimientos con la excusa de luchar contra la crisis, están en su derecho a hacerlo. En cambio, para la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país no hay nada en el panorama económico, social y político de España que permita emplear ese término con la más mínima propiedad. En ellos reside la única esperanza de que la crisis no siga siendo la coartada perfecta para vender en almoneda lo que tanto ha costado a tantos durante tanto tiempo.

Durao Barroso desvía a córner

En mi galería personal de ilustres personajes de la Unión Europea figuran ya Olli Rehn, el comisario de economía que llegó del frío para helarnos la sangre, o Mario Draghui, el taciturno presidente del Banco Central Europeo. Hoy quiero incorporar a la colección al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso. Siempre me ha llenado de admiración su capacidad para obedecer dócilmente a los dictados de Angela Merkel, a la que en buena medida le debe el cargo. Ahora que le quedan dos telediarios al frente del presunto ejecutivo comunitario, ha venido a España y ha soltado una bomba. Ha dicho en Santander que las causas de la crisis económica en España no hay que buscarlas ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas sino en casa

Más concretamente en el Banco de España que, mientras las cajas de ahorro se indigestaban de ladrillo de pésima calidad, miró para otro lado hasta que estalló la burbuja inmobiliaria y nos arrastró a todos con su onda expansiva que aún perdura. Se lamenta nuestro hombre – y en eso lleva toda la razón – de que cada vez que alguien en Bruselas preguntaba a los españoles cómo andaban de salud las cajas de ahorro de nuestro país la respuesta siempre era la misma: dabuten, fetén, viento en popa a todo crédito. Hasta que pasó lo que pasó y empezaron los líos, salieron a flote los balances falsos e inflados, se pusieron en marcha las fusiones con los resultados conocidos, algunos se lanzaron a la piscina bursátil sin pensárselo dos veces y, de propina, afloró la estafa colectiva de las preferentes.

Claro que de esto último no dijo nada Durao Barroso: supongo que está convencido de que el toco mocho de las preferentes es cosa de la microeconomía y él sólo habla de macroeconomía como corresponde a su elevada responsabilidad europea. Aún así, no le falta razón en el repaso en toda regla que le ha dado hoy al supuestos supervisor bancario español y a su contrastada desidia ante el hinchamiento de la burbuja inmobiliaria: ni parece que se preocupara gran cosa por la calidad de los créditos que alegremente concedían las cajas para comprar pisos y a los que añadían unos miles de euros más para el coche y los muebles, ni mostró el más mínimo interés por averiguar el grado de toxicidad de las preferentes que suscribían niños de pecho y jubilados que firmaban con el dedo. 

Lo que Durao ha dicho hoy ya lo habíamos dicho muchos hace tiempo, en cuanto empezó a emanar un intenso olor a podrido de las cuentas de resultados de las politizadas cajas españolas. Cuando alguno se atrevía a sugerir que el gobierno y el Banco de España debieron pinchar la burbuja inmobiliaria para evitar lo que luego sucedió, se nos respondía con displicencia que eso no era posible sin afectar, entre otras cosas, a la recaudación de ayuntamientos y otras administraciones a través de las licencias urbanísticas. Por no hablar de la corrupción política que la locura inmobiliaria que se desató en el país engordó a conciencia. 

Supongo que al ex gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez – MAFO, para los amigos – y al ex presidente Zapatero las palabras de Durao Barroso no deben de haberles llenado de orgullo y satisfacción sino más bien todo lo contrario. Siempre defendieron contra viento y marea y hasta contra las evidencias, que el sistema financiero español era solvente y estaba preparado para afrontar el peor de los escenarios económicos imaginables. Sólo que cuando se comprobó que no era así sino que buena parte de las entidades estaban podridas hasta los cimientos, hubo que tirar del rescate bancario que no fue rescate sino “generoso préstamos” – Rajoy dixit - pero que al final terminamos pagando todos los españoles. 

Claro que en las declaraciones del presidente de la Comisión no está toda la verdad sino sólo una parte de las causas de la crisis. La casi patológica obsesión por la reducción del déficit público y el consiguiente austericidio que impone Alemania y que él, como una de las tres patas de la troika, ha seguido a pies juntillas sin atreverse a chistarle a Merkel también forma parte del origen de esta situación. Por no añadir la indecisión y la falta de rumbo sobre cuestiones trascendentales como la unión bancaria de la que él es tan responsable como el que más. Me parece bien el rapapolvo que hoy le ha echado al Banco de España y al gobierno de Zapatero por su pasividad ante lo que estaba ocurriendo ante sus mismas narices con la burbuja inmobiliaria. Lo que no es de recibo es que Durao Barroso pretenda de este modo desviar a córner y escamotear sus propias responsabilidades por acción u omisión durante esta interminable crisis.       

Vendo aeropuertos a buen precio

El lote incluye los aeropuertos para las personas y los pájaros, como del Castellón, y también los muy rentables como la mayoría de los canarios. Son los aeropuertos de AENA, la todavía empresa pública española que gestiona la red aeroportuaria española. Se trata de un sector estratégico para la economía nacional que debería seguir en manos públicas sin que ello sea impedimento para corregir sus desequilibrios económicos que, en gran medida, son el fruto de una disparatada política de construcción aeroportuaria en los tiempos de bonanza. 

Sin embargo, después del Consejo de Ministros de hoy ya le queda poco para que casi la mitad de sus acciones pasen a manos privadas. Ana Pastor, la ministra de trenes y aviones, entre otras cosas, llevaba meses deshojando la margarita de la privatización de AENA y al fin se ha animado a dar el paso. Sabido es que cuando a un neoliberal se le mete entre ceja y ceja privatizar algo no hay nada ni nadie que pueda hacerle cambiar de opinión.

Es verdad que había encontrado algunas reticencias en el propio Gobierno. Así, al ministro del petróleo y del turismo, José Manuel Soria, no le hacía mucha gracia una privatización de los aeropuertos ahora que el turismo parece ser el único sector económico boyante de la economía española. También andaba reticente Montoro, preocupado como es su obligación porque la Hacienda Pública haga caja aunque sea legalizando la prostitución y las drogas. Se temen ambos – y en eso no les falta razón – que la privatización del gestor aeroportuario puede generar, entre otros efectos perversos, subidas de tasas que espantarían a las compañías aéreas que traen los turistas a lugares como Canarias. 
Salvadas esas pequeñas dificultades, Pastor ha hecho hoy el anuncio que bolsas y mercados venían esperando desde hacía meses y de nuevo hay negocio a la vista a costa de una empresa pública. El Estado se reservará el 51% de AENA y el 49% restante pasará a manos privadas: un 28% al menudeo de inversores en bolsa y el otro 21% para el núcleo duro de las empresas interesadas en el negocio que, eso sí, se elegirán cuidadosamente en concurso público. Una vez hecho el anuncio, el proceso parece casi imparable y en la Bolsa ya están preparándole a AENA la pista de aterrizaje con banda de música incluida para el 1 de enero próximo como tarde. 

Respecto a los grandes inversores señalan algunas fuentes que Ferrovial, una empresa española dedicada a la construcción y que ya gestiona los aeropuertos británicos, es una de las más interesadas en meter la cuchara en el pastel, aunque con condiciones. No quieren ir de convidados de piedra, es decir, que el Gobierno les adjudique el papel de poner el dinero y a cambio no tener arte ni parte en la gestión diaria de los aeropuertos. Y es a partir de ahí en donde empiezan a surgir dudas y preguntas: ¿cerrará aeropuertos no rentables económicamente pero vitales para islas como El Hierro, La Gomera o La Palma? ¿Y qué pasa con la cogestión de los aeropuertos que vienen reclamando desde hace años autonomías como Cataluña, Baleares o Canarias? ¿Subirá las tasas aeroportuarias para enjugar el déficit de 11.000 millones de euros que tiene AENA? ¿Y qué pasará entonces con el turismo? ¿Se irán las compañías aéreas, en muchos casos en manos de gigantescos touroperadores, a otros destinos más baratos? ¿Y los trabajadores de AENA? ¿Habrá despidos? 

Inquietante abanico de preguntas a las que Pastor debería de responder. Y es que, por más que se quede el Estado con el 51% de AENA, si los socios capitalistas no ven rentabilidad en la inversión ya puede la ministra pensar en vender toda la empresa al mejor postor que, por otro lado, es lo que terminará pasando más pronto que tarde, tiempo al tiempo. Hace unos años AENA estaba valorada en 30.000 millones de euros pero ahora el Gobierno la valora en 16.000 millones de los que hay que restar los 11.000 de deuda. En total 5.000 millones de los que Montoro se quedará con la mitad para intentar tapar el agujero de la deuda pública que crece día a día. Una perita en dulce ante la que las grandes empresas no se mostrarán nada indiferentes siempre y cuando las dejen abrir la boca. Que las dejarán, no les quepa la menor duda.   

Hacienda en la casa de citas

A los inspectores de Hacienda se les acaba de ocurrír una excitante y placentera idea: legalizar la prostitución y el tráfico de drogas blandas para que la depauperada Hacienda pública española ingrese unos 6.000 millones al año, y eso sólo por la profesión más vieja del mundo. Esto es lo que ellos calculan que iría a la caja fuerte de Montoro después de echar cuentas y concluir que solo la prostitución genera todos los años un negocio de unos 18.000 millones de euros en este país. Preguntándome estoy todavía si para llegar a esa cifra han ido de burdel en burdel recabando información. Del dinero que mueve el tráfico de drogas no dicen nada, pero le piden al Gobierno que lo investigue para saber cuánto se podría recaudar por esa otra actividad, aunque estiman que sería también un buen pico. 

A Montoro me lo imagino de nuevo con el lápiz enhiesto y sacando cuentas a ver si con la sugerente propuesta de sus inspectores le cuadran las cifras del déficit, mejora la recaudación y hasta le queda algo para bajar los impuestos, ahora que dentro de poco nos volverán a pedir que les votemos. No me extrañaría que si ve en la prostitución y las drogas blandas una forma de recaudar, el Gobierno haga alguna pirueta legal que le permita meter la mano en esos dos lucrativos negocios de la economía sumergida, nunca antes tan boyante en España como ahora. 

Pero hay algunos problemas. Los técnicos de Hacienda, hermanos pequeños de los inspectores, han recordado algo que cualquiera con un poco de sentido común pensaría: legalizar los burdeles supondría simple y llanamente, entre otras cosas, otorgar carta de naturaleza a problemas tan graves como la trata de mujeres, generalmente extranjeras y en muchos casos menores de edad, para prostituirlas. La legalización de las drogas, por muy blandas que sean, implicaría a su vez permitir la libre circulación de sustancias estupefacientes que, como está demostrado, son en muchos casos la puerta de entrada al consumo de otras mucho más duras y adictivas. Dicen los inspectores de Montoro que este tipo de actividades – la prostitución y las drogas – merecen el reproche moral pero no el fiscal. En otras palabras, con tal de recaudar todo vale y nada importan los daños colaterales derivados de dejar de perseguir delitos castigados penalmente. 

Aunque puede que Montoro no necesite del dinero de las hetairas y camellos en cuanto el Instituto Nacional de Estadística (INE) incluya en su cálculo del Producto Interior Bruto (PIB) lo que aportan a la riqueza nacional prostitución, drogas y contrabando. Cumpliendo una instrucción de la Unión Europea que ya aplican varios países, a partir de septiembre se reflejará en la riqueza española el negocio que dejan burdeles y drogas blandas. No me pregunten cómo lo van a averiguar los estadísticos del INE ya que, cómo no sea igual que los inspectores, preguntando de burdel en burdel y de esquina en esquina, no se me ocurre otro método de cálculo más fiable. El propio INE ha dicho hoy que sumar al PIB esas actividades elevaría la riqueza nacional en unos 45.000 millones de euros. De ser así, a Montoro tal vez le empezarían a salir por fin las cuentas del déficit, aunque sea mediante un maquillaje estadístico en toda regla de algo que bien podríamos llamar a partir de ahora Producto Criminal Bruto. 

Por no entrar ahora en disquisiciones sobre si el PIB de inspiración liberal que se emplea para medir la riqueza nacional es el más adecuado o habría que pensar en un sistema más acorde a la realidad que integre, además de la producción de bienes y servicios, la sostenibilidad o la distribución de esa riqueza entre los ciudadanos. Esa es la idea que repite incansable desde hace años el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz sin mucho éxito por ahora. 

Lo que sorprende menos es que los inspectores de Hacienda también propongan elevar de 120.000 a 600.000 euros la cuantía del delito fiscal, cuando otras organizaciones creen que habría que situarla en los 50.000 euros. La propuesta, de ser aceptada, sería una magnífica invitación al fraude fiscal y no precisamente por parte de quienes cobran en nómina y malamente llegan a fin de mes. Del hecho de que las grandes empresas radicadas en España sólo aporten el 10% de la recaudación fiscal frente a las familias que aportan el 90% restante no dicen nada los inspectores. Eso sí, proponen una campaña de mentalización pública para luchar contra el fraude fiscal. Cabe sugerirles que empapelen bien con carteles de mentalización las fachadas de los bancos suizos y otros paraísos fiscales.

Abdicar está de moda

Más que una moda es una plaga. Empezó dando ejemplo Benedicto XVI cuando arrojó báculo, mitra, casulla y zapatillas rojas para retirarse a meditar a sus aposentos como papa emérito. Su marcha nos trajo un papa argentino que habla más que hace y del que seguimos esperando que pase de las palabras a los hechos con la ayuda de Dios y del Espíritu Santo. Pasados algunos meses se animó también a dejarlo Juan Carlos I, rey de España. Hoy el Parlamento ha dicho que le parece bien que aparte de sí el amargo cáliz de la corona y, aunque algo magullada y no muy bien oliente, se la ceda al que la genética quiso que fuera su heredero, el Príncipe de Asturias. Y no se hable más del asunto, que diría Rajoy para zanjar el cansino debate entre monarquía y república y hasta la necesidad de aprovechar el histórico momento para darle un repasito a una Constitución algo ajada por el paso de los años. 

Lo que va a hacer ahora el rey será cosa suya aunque, por si acaso, hay una ola popular – del PP, quiero decir - partidaria de aforarlo convenientemente y hasta de mantenerle la inmunidad de por vida ante el riesgo de que apenas y se quede solo vuelva a las andadas y asista este país al inédito espectáculo de un ex rey en el frío banquillo de un espartano juzgado patrio. Cosas veredes, Sancho.

Unos días antes había abdicado Rubalcaba, el líder socialista que se aferró a la silla después de su debacle electoral de 2011 en lugar de abrir la puerta a la renovación que ahora, cuando las urnas se le han vuelto a atragantar, ve tan necesaria. De aquellos polvos estos lodos. De la pesada e ingrata tarea de pilotar un partido sin líder y sin norte abdicó ayer mismo Susana Díaz, la “preelegida” por los barones para que pusiera rumbo hacia alguna parte, el que fuera. La señora Díaz gobierna la comunidad autónoma más grande de España y tengo para mí que compaginar ambas responsabilidades no lo habrían entendido ni los andaluces ni muchos militantes socialistas, por no hablar de la oposición, que la habría zaherido a conciencia con la acusación no exenta de razón de que dedicaría más tiempo al partido que a sus paisanos. 

También abdicó hace poco el líder de los socialistas vascos, Patxi López, del que muchos dicen que tiene mucho mejor cartel fuera que dentro de su tierra natal. Tal vez por eso también se ha quedado por ahora de mero espectador de la carrera por la secretaría general de su partido, aunque la dimisión está relacionada con el batacazo electoral que también sufrieron los socialistas vascos en las europeas pasadas. Por esa misma razón, otros muchos como él deberían seguir su ejemplo, y no sólo en el PSOE. 

Y esta misma tarde acabamos de asistir a la última abdicación política por ahora y también es un socialista el protagonista de la espantada. Se trata de Pere Navarro, el primer secretario del Partido de los Socialistas Catalanes, medio hermanos del PSOE, que desde que a Artur Mas se le ocurrió hacer ondear la señera no da una a derechas ni a izquierdas. También ellos se estrellaron en las europeas pero sospecho que no es ese el principal motivo de esta nueva abdicación en las filas socialistas, sino la división interna sobre si Cataluña debe de ser “una nueva nación europea” como pregona el independentismo. 

Desgarrado entre los seguidores de la burguesía independentista catalana de nuevo cuño y las viejas señas de identidad federal que nunca terminan de concretarse en nada, el PSC-PSOE se abre en canal para satisfacción de quienes siempre ven una ventaja en la división de los rivales. Desde luego, para ser un partido de “hondas raíces republicanas”, el verbo abdicar lo manejan en el PSOE con bastante soltura, lo cual no es necesariamente malo. 

Y creo que no me dejo ninguna abdicación importante más en el tintero y si es así pido humildes disculpas. De momento, que yo al menos tenga constancia, no ha abdicado nadie más en los últimos minutos. Eso sí, se me ocurren unos cuantos nombres de personajes públicos que nos harían un gran favor marchándose por donde vinieron no sin antes pagar los gastos. Pienso incluso en muchos que ya abdicaron hace tiempo y a los que también se les agradecería convenientemente que renovaran su decisión de desaparecer de la vida pública para siempre. ¿A ustedes no se les ocurre ninguno?