La música está presente en
nuestras vidas desde la cuna hasta la tumba. A menudo no somos conscientes de
su presencia intangible pero marca nuestra biografía y, con el paso de los
años, se convierte en referente indisociable de los momentos de dicha y
angustia, de felicidad y tristeza, de rabia y de euforia. La música moldea
nuestro carácter sin que nos demos cuenta, se pega de forma indeleble a nuestra
vida y cambia nuestro modo de pensar, de amar, de sentir y hasta de sufrir.
Las músicas que vamos
descubriendo a lo largo de nuestras vidas son como muescas en nuestro paso por
este mundo: todas nos marcan de una forma u otra y nos delimitan un antes y un
después de escucharlas; las músicas de nuestra vida nos transportan a momentos
vividos o soñados, a paisajes nunca visitados y nos ponen en contacto con
gentes y culturas que nunca habríamos conocido de otra manera; la música evoca
paisajes y rostros de países lejanos y cercanos y despierta en nosotros sentimientos
de ternura, identidad, rebeldía o alegría; en los momentos de incertidumbre y
miedo nos provee de un escondite en el que refugiarnos cuando todo a nuestro
alrededor ha dejado de tener sentido y nos da fuerzas para seguir adelante.
Si girásemos la vista e hiciésemos
un esfuerzo por recordar, comprobaríamos que la música es un capítulo de
nuestra biografía del que no podemos renegar sin riesgo de vaciarla de sentido.
Esta serie que inicio hoy en
el blog y que promete ser larga, pretende ir recordando las músicas que ya
forman parte indeleble de mi biografía personal. El orden con el que irán
apareciendo estas músicas en el blog no tiene nada que ver con el que las fui
descubriendo y me fueron conquistando, sino con el que me dicten los recuerdos.
Comenzaré la serie con una de las grandes canciones de amor de todos los tiempos.....que la disfruten.....
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