La victoria de
Trump en Estados Unidos ha supuesto un nuevo revulsivo para los populismos
xenófobos y racistas que pululan por varios países europeos y que empiezan a
escalar a peligrosas posiciones en las encuestas electorales. La lideresa del
ultraderechista Frente Nacional francés, Marine le Pen, se marcó el tanto de ser
de las primeras en felicitar al magnate estadounidense por su triunfo electoral
y el británico Nigel Farage, el principal responsable de haber embaucado a la
mayoría de sus compatriotas para que abandonaran la UE, ya ha corrido a
felicitar en persona a su compinche ideológico.
No me
extrañaría ver desfilando estos días por Estados Unidos a otros racistas y xenófobos
europeos de pro como el primer ministro húngaro, Viktor Orban, el único de los
dirigentes de la UE que apoyó abiertamente a Trump, o los líderes
ultraderechistas alemanes, polacos, holandeses, daneses o suecos. Es evidente
que son muchos los objetivos y las ideas que les unen a todos a ambos lados del
Atlántico: el rechazo de la inmigración, de los musulmanes, del matrimonio
homosexual o la igualdad de género entre hombres y mujeres son sólo algunos de
ellos.
El auge de
este tipo de movimientos no parece, sin embargo, haber despertado hasta la
fecha la reacción de alerta que cabría esperar en las fuerzas políticas democráticas
europeas. La izquierda democrática, los socialdemócratas y los liberales parecen mirar el
avance del populismo de extrema derecha con una mezcla de indiferencia e
impotencia, limitándose a expresar tímidas condenas y lanzar débiles
advertencias sobre lo que podríamos estarnos jugando en estos momentos. Y lo
que nos estamos jugando – la libertad en su más amplia expresión y el respeto a
los derechos humanos - es mucho y muy importante como para adoptar una actitud
condescendiente ante un fenómeno político que, en gran medida, es la
consecuencias del fracaso de liberales y socialdemócratas a la hora de
articular una respuesta satisfactoria a las consecuencias derivadas de la Gran
Recesión.
Esa situación
de profunda crisis económica, política y social y las medidas económicas
procíclicas adoptadas indistintamente por gobiernos liberales y
socialdemócratas ha generado el caldo de cultivo ideal en donde han engordado estos
peligrosos movimientos populistas con sus soluciones simples y directas para
problemas complejos. Su crecimiento les permite en estos momentos gobernar en
países como Polonia y Hungría y rozar el poder con la punta de los dedos en
otros como Holanda o Francia.
Es hora, por tanto, de que las fuerzas políticas que creen en los valores democráticos, en la paz, en la libertad y en el respeto como elementos centrales de la convivencia global reaccionen ante esta creciente amenaza y la combatan en todos los frentes políticos con las armas de la razón. Contemporizar y confiar en que no serán capaces de hacer lo que prometen si llegan al poder gracias al apollo de amplias capas de una población descontentas con la política tradicional, está empezando a dejar de ser una opción. Máxime ahora que el triunfo del populismo más descarnado en Estados Unidos y el adelanto de cuáles pueden ser las primeras medidas a adoptar – expulsar nada menos que a tres millones de inmigrantes con antecedentes policiales - les permite contar con el más poderoso aliado con el que podían soñar para conseguir sus fines.
Es hora, por tanto, de que las fuerzas políticas que creen en los valores democráticos, en la paz, en la libertad y en el respeto como elementos centrales de la convivencia global reaccionen ante esta creciente amenaza y la combatan en todos los frentes políticos con las armas de la razón. Contemporizar y confiar en que no serán capaces de hacer lo que prometen si llegan al poder gracias al apollo de amplias capas de una población descontentas con la política tradicional, está empezando a dejar de ser una opción. Máxime ahora que el triunfo del populismo más descarnado en Estados Unidos y el adelanto de cuáles pueden ser las primeras medidas a adoptar – expulsar nada menos que a tres millones de inmigrantes con antecedentes policiales - les permite contar con el más poderoso aliado con el que podían soñar para conseguir sus fines.
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