En el interminable culebrón catalán pensaba que ya tenía a todos los agentes intervinientes identificados y correctamente clasificados. Que la burguesía catalana de derechas de toda la vida se había echado al monte envuelta en la estelada era algo ya asumido, aunque sonara raro. Lo mismo pasa con Ezquerra Republicana, de histórica tradición poco tolerante con todo lo que suene a español, y con la CUP, la muchachada antisistema dispuesta a reconstruir el mundo desde los cimientos y sin mácula original de ninguna especie. Incluso habíamos aprendido a entender a qué juega En Comú Podem, la franquicia de Pablo Iglesias en Cataluña, con su calculada ambigüedad de un día con la Constitución ma non troppo y al siguiente con quienes se la pasan por el arco del triunfo.
Así que habíamos ordenado con una relativa claridad y coherencia a quienes están por la defensa del orden constitucional y quienes apelan a él cuando les interesa para sus fines y lo burlan si no les conviene. Para lo que no estábamos preparados en absoluto - al menos yo - era para ver a los máximos líderes de UGT y CCOO en Cataluña tomando parte en lugar destacado en una manifestación por la libertad de los "presos políticos", convocada por organizaciones sociales y políticas independentistas. Tales dirigentes han intentado justificar su presencia en esta marcha aduciendo que lo que exigen es que haya gobierno de la Generalitat cuanto antes para que se ocupe de los problemas de los ciudadanos. En ese caso, me temo que se equivocaron por completo de manifestación y fueron a la que no era: en la del domingo en Barcelona lo que se coreó y exigió fue la "libertad de los presos políticos" y de la necesidad de formar gobierno cuanto antes más bien poco se dijo.
Solo hay que remitirse a lo ocurrido desde las elecciones del 21 de diciembre para darse cuenta de lo mucho que preocupa a los independentistas que aún no haya gobierno, pero eso al parecer no lo saben los dirigentes catalanes de UGT y CCOO. Más allá de Cataluña, los responsables de ambos sindicatos también han intentado explicar lo inexplicable pero las explicaciones siguen siendo cuando menos confusas y poco convincentes. Creo que las dos principales centrales sindicales de este país han cometido un error de bulto que podría tener gravísimas consecuencias. No es de recibo que sus siglas y sus banderas hayan ondeado junto a las de las fuerzas políticas que desde hace meses protagonizan uno de los mayores pulsos antidemocráticos sufridos en España en las últimas cuatro décadas.
Parecen haber olvidado que algunos de los líderes de esas organizaciones se encuentran en prisión a la espera de juicio, no por sus ideas políticas sino por haberse saltado el ordenamiento jurídico y haber presuntamente cometido delitos tan graves como el de rebelión. Olvidan también cuál es la procedencia del grueso de su financiación y abocan a los trabajadores de este país y de Cataluña en particular al enfrentamiento y la división política. Nada peor podría decirse de dos organizaciones que aún se reclaman de clase pero que se suman a reivindicaciones nacionalistas excluyentes e ilegales. De rebote, su irresponsable presencia en esa manifestación legitima a quienes vulneran la Constitución, de los que se convierten necesariamente en compañeros de viaje. Si la imagen de las centrales sindicales en este país está cuando menos cuestionada socialmente, lo ocurrido con la manifestación independentista del domingo no va a ayudar a mejorarla. Pedir disculpas públicas y comprometerse a no avalar con su presencia comportamientos ilegales y anticonstitucionales es lo menos que podrían hacer sus dirigentes.
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