Los niños con los niños y las niñas con las niñas

Imagino que el ex ministro de Educación, José Ignacio Wert, estará a esta hora en su dorado retiro parisino celebrando con champán el fallo del Tribunal Constitucional que valida que los colegios privados de filiación católica reciban dinero público aunque segreguen a sus alumnos por sexo. El fallo, que tumba en su integridad un recurso presentado por el PSOE en 2014, es un espaldarazo en toda regla a su LOMCE. La decisión no solo considera ajustado a la Carta Magna que el dinero de todos financie la educación segregadora por sexos: ademas, respalda la segregación de los alumnos por itinerarios académicos y que la asignatura de Religión sea una alternativa obligatoria. Si contento está Wert no lo está menos su sucesor. Íñigo Méndez de Vigo dice que el Constitucional garantiza con su fallo la "libertad educativa" y a la Iglesia Católica sólo le ha faltado lanzar voladores. Por algo será que un alto tribunal dominado por magistrados conservadores, un Gobierno no menos conservador y una Iglesia de resabios tridentinos están todos tan contentos hoy. 

Quienes consideramos que la escuela no es solo un espacio para el aprendizaje de conocimientos sino de socialización y de formación en valores como el del respeto a la igualdad de género, creemos en cambio que es una muy mala noticia para la educación de este país. Para empezar, porque no hay estudios que avalen con claridad y de forma concluyente que una educación segregada - horrorosa palabra de siniestras resonancias - consiga mejores resultados académicos que la de carácter mixto. Si de algo vale mi propia experiencia que es la inmensamente mayoritaria, diré que siempre estudie en aulas mixtas y no creo que hubiera recibido una mejor formación ni que me hubiera aprovechado más de haberlo hecho solo con chicos. 


En segundo lugar, aunque no menos importante, porque una escuela segregada no refleja la realidad social en la que hombres y mujeres deben convivir y relacionarse en pie de igualdad. No se me ocurre mejor manera de aprender a hacerlo que desde la escuela. Este fallo, ante el que han expresado su desacuerdo cuatro de los doce miembros del TC, es un triunfo por goleada de las tesis del Gobierno y de su contestada LOMCE. Llega, además, justo cuando han saltado por los aires las conversaciones entre las fuerzas políticas para el Pacto de Estado por la Educación, prometido por Rajoy en su discurso de investidura. Con el PSOE, Podemos, los sindicatos y las AMPAS de los centros públicos fuera de la mesa de diálogo por la intransigencia del PP a la hora de destinar más recursos a la educación, la posibilidad de ese pacto parece ahora mismo cuando menos remota mientras la contrarreforma se afianza. Probablemente era esto lo que buscaba el PP, ganar tiempo mareando la perdiz con el pacto a la espera de que el TC validara la LOMCE. Si fue esa la intención hay que admitir que la estrategia le ha quedado bordada. 

En descargo de los magistrados que han votado en contra del recurso del PSOE cabe decir que el artículo 27 de la CE que garantiza la libertad de enseñanza es el ejemplo perfecto de la ambigüedad en tanto abre la puerta a una cosa y a la contraria: a considerar constitucional la subvención pública de centros segregadores como todo lo contrario. Cierto es que ninguna familia tiene obligación de matricular a sus hijos en uno de estos colegios pero, en mi modesta opinión, destinar dinero de todos a subvencionarlos me parece casi una aberración que va en sentido contrario a las realidades sociales del siglo XXI. Quien quiera para sus hijos educación segregada y mediatizada por una confesión religiosa está en su derecho, pero se la debe pagar de su bolsillo, eso es lo que creo. Uno, en su ingenuidad, pensaba que el tiempo de los niños con los niños y las niñas con las niñas estaba felizmente superado y olvidado salvo, por lo que se ve, para la mayoría del Constitucional, para el Gobierno del PP y para la Iglesia Católica. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario