La curación de Teresa Romero, la primera contagiada por ébola fuera de África, es una muy buena noticia, la mejor por no decir la única buena que hemos escuchado en los últimos quince días sobre esta enfermedad en nuestro país. Con su curación, certificada hoy por la segunda analítica realizada a la auxiliar de enfermería, no queda nadie en España contagiado por el virus después de que también hayan dado negativo otros casos recientes como el del enfermero de Cruz Roja ingresado el pasado jueves en un hospital de Santa Cruz de Tenerife.
Ni mucho menos la curación de Teresa y los negativos en los casos sospechosos pueden suponer pasar la página y olvidarse de la lamentable gestión que de esta crisis sanitaria han realizado el Ministerio de Sanidad y la consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Si durante la crisis argumentaban Ana Mato y Mariano Rajoy que no era el momento de pedir responsabilidades políticas porque lo prioritario era salvar la vida de Teresa y evitar que el contagio se extendiera, ahora que la situación parece en parte superada ha llegado la hora de rendir cuentas ante la ciudadanía.
La descoordinación e imprevisión con la que Mato ha gestionado la crisis han sido tan graves que la aún ministra ha quedado incapacitada para continuar al frente de Sanidad. El propio presidente que, a pesar de todo, persiste en no desprenderse de ella, la desautorizó por completo cuando puso al frente del comité científico coordinador de la situación a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría. Todo ello después de una semana esperpéntica, con una ministra enrocada en defender una gestión a todas luces lamentable y generando con cada intervención suya más alarma y preocupación entre los ciudadanos. Fue en el momento en el que Rajoy la apartó de los focos de la opinión pública para que la situación no empeorara más aún, cuando Mato debió haber tenido un mínimo de dignidad política y personal y presentar su renuncia al cargo. Sin embargo ha seguido en él contra viento y marea, probablemente porque sabe de primera mano que cuenta con el apoyo del presidente por más que la forma en la que ha llevado este asunto le haya hecho un nuevo roto a la credibilidad del Gobierno e incluso a sus expectativas electorales.
No es momento aquí de recordar la cadena de errores y fallos que rodearon el caso de Teresa Romero pero sí de traer a colación que, a día de hoy, dos semanas después de que se confirmara que la auxiliar de enfermería padecía ébola, el Ministerio de Sanidad aún no ha informado a la población sobre cuáles fueron los fallos cometidos, por qué se cometieron, quiénes son sus responsables y qué medidas disciplinarias o de otro tipo se les han impuesto. A la espera, tal vez indefinida, de que Ana Mato se digne informar a los españoles de todos estos extremos, tenemos que conformarnos con una investigación de oficio realizada por el Consejo General de Enfermería, dada a conocer hoy, en la que se señalan hasta siete fallos relacionados con esta crisis de salud pública.
Van desde la falta de formación y entrenamiento del personal sanitario hasta la falta de consulta a esos mismos profesionales a la hora de elaborar el catálogo de medidas de seguridad. Alude también la investigación a las deficiencias de los EPI (Equipos de Protección Individual), al manejo de los residuos procedentes de los pacientes sospechosos de padecer ébola y a la manipulación de los cadáveres de los dos misioneros repatriados de África y que fallecieron en España. Es cierto que algunos aspectos del protocolo se cambiaron, aunque fuera cinco días después del contagio de Teresa, y que, gracias a la creación del comité científico y asesor del Gobierno, muchos españoles respiramos algo más tranquilos cuando la comunicación pasó de la ministra a los profesionales sanitarios que han ido informando puntualmente de la evolución de Teresa y de otros casos sospechosos.
Pero no por ello deben caer el Gobierno y la ministra Mato en la tentación de hacernos creer que la crisis está superada por completo y escudarse tras los expertos para no asumir sus responsabilidades. La investigación del Consejo de Enfermería es una llamada de atención sobre los aspectos que hay que mejorar porque casos sospechosos e incluso contagios como el de Teresa se pueden volver a producir en cualquier momento. Para afrontarlos adecuadamente, la primera autoridad sanitaria de este país tiene que poseer la capacidad política y de gestión y las dotes de comunicación de las que carece por completo Ana Mato. Hay que celebrar que el ébola no haya podido con Teresa Romero pero sí debe suponer el punto y final de la presencia de Mato al frente de Sanidad.