Artur Mas se desdice e, incumpliendo lo que había prometido y las leyes y decretos que había impulsado, ha aparcado la consulta soberanista del 9N. No obstante, ha advertido que ese día habrá “urnas y papeletas” aunque no ha dicho con qué cobertura legal, puesto que la mayoría de los decretos firmados por el propio presidente catalán están suspendidos por el Tribunal Constitucional a instancias del Gobierno central. Mas vuelve a adoptar la táctica de la astucia y esconde sus cartas para que el Gobierno del Estado no recurra sus nuevas decisiones y queden anuladas las pocas agarraderas legales que le quedan para continuar adelante con una apuesta que él mismo acaba de descafeinar hasta dejarla prácticamente irreconocible. Se llama salvar los muebles y para ello se propone no firmar ningún nuevo decreto susceptible de recurso de inconstitucionalidad.
El anuncio de Mas ha roto en mil pedazos la unidad de las fuerzas soberanistas catalanas que apostaban por la consulta y que ahora se sienten traicionadas por el presidente. Esquerra Republicana de Cataluña, a la que el cambio de escenario anunciado por Mas ha cogido con el pie cambiado, amagó incluso con una declaración unilateral de independencia si no se celebra la consulta. No obstante, en las últimas horas su líder Oriol Junqueras ha moderado esa posición y se ha ofrecido a colaborar con el Gobierno catalán en el sucedáneo de consulta anunciado hoy por el presidente. A renglón seguido, el líder republicano ha dicho que ante la ruptura del consenso hay que ir a elecciones anticipadas en Cataluña. Es, en otras palabras, el abrazo del oso al que Junqueras no está dispuesto a renunciar y al que Mas está indisolublemente unido desde que decidió ponerse al frente del movimiento soberanista y enarbolar la bandera como el primero.
Consciente de que lo que quiera que ocurra ese día de noviembre no es ni de lejos lo que había prometido cumplir y carecerá de fuerza vinculante alguna, el presidente ha dejado caer que tras las votaciones del 9N habrá comicios anticipados en Cataluña para “reconfirmar” lo que hayan dicho las urnas. Lo que en otras palabras suena claramente a elecciones plebiscitarias en las que Mas no va a jugar precisamente con las mejores cartas después de su fallida apuesta por el “derecho a decidir”. Si definitivamente da el paso de convocar a las urnas tras la consulta del 9N le hará un inmenso favor a ERC, fuerza que ya se frota las manos tras las recientes encuestas que la sitúan como clara ganadora y que tendrá así la posibilidad de presentarse ante los electores como la única que ha conservado las esencias de la consulta soberanista convertida hoy en algo similar a un sondeo de opinión pública. El escenario que se abriría en ese caso podría ser incluso mucho más delicado que el que dibujaba la consulta del 9N retirada por Mas.
En Madrid, el anuncio del presidente catalán ha sido acogido con un suspiro de alivio. Mariano Rajoy dijo, incluso antes de que hablara Artur Mas para explicar el cambio de escenario, que era “una excelente noticia” y volvió a repetir el mantra de las leyes y la Constitución y a ofrecer diálogo. Preguntado por qué cosas concretas ofrece el Gobierno central a los ciudadanos catalanes que desean votar el 9N, el presidente repitió también las vaguedades a las que ya nos tiene acostumbrados en este y en otros asuntos: “La única oferta que puedo hacer es de futuro”, dijo Rajoy. Y añadió, filosófico: “En la vida lo mejor es mirar al futuro y superar algunas cosas que hemos vivido en los últimos tiempos. Lo que hay que hacer es dialogar y hablar”. Y todo, por supuesto, en el marco de la Ley y la Constitución, faltaba más. ¿Oferta de futuro? ¿mirar al futuro? ¿superar “algunas cosas” que hemos vivido juntos? ¿qué cosas? ¿dialogar y hablar sobre qué?
Estas plúmbeas manifestaciones de Rajoy sólo vienen a confirmar su inmovilismo más absoluto ante un asunto que desde hace tiempo ha traspasado el terreno meramente jurídico para adentrarse de lleno en el político. Ese es precisamente el terreno que Rajoy no se atreve a pisar ante el vértigo que le producen tanto a él como a su partido cosas como, por ejemplo, la reforma de la Constitución e incluso, la posibilidad mucho más remota de ser el propio Gobierno del Estado el que convoque la consulta catalana. También es posible que ya sea tarde para esa opción ante el cariz que ha tomado la situación catalana. Sin embargo, a la vista de que Mas no ha tenido más remedio que arriar la bandera de la consulta, debería también Rajoy arriar al menos un poco la de la Ley y convertir su hasta ahora vacía oferta de diálogo en algo concreto y tangible. Puede que esta sea la última oportunidad que tenga para hacerlo.
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