Un fantasma recorre España y no es ni la tercera recesión económica ni Miguel Blesa con sus tarjetas pata negra. Ni siquiera Luis Bárcenas, el Bigotes o Jordi Pujol y su prole. El fantasma al que me refiero pudo ponerse de moda allá por el siglo XV – los historiados no se ponen muy de acuerdo sobre la fecha exacta - siendo Gran Inquisidor del Reino el dominico Tomás de Torquemada. Consistía el adminículo en una braga de hierro con púas que el marido le imponía a la esposa mientras él se iba a la guerra y se llevaba la llave en el bolsillo. Ni que decir tiene que con prenda íntima tan seductora no había posibilidad alguna de que la mujer así “protegida” cayera en la tentación de un escarceo sexual mientras su esposa libraba al reino de moros y otras malas hierbas.
Pasando el tiempo, el casto cinturón fue cayendo en desuso por incómodo y antihigiénico y las mujeres, lamentablemente, dejaron de usarlo y lo sustituyeron por prendas menos agresivas y de tacto más suave a la piel. Sin embargo, ahora acaba de rescatarlo una mujer de las de antes de verdad. Se llama Mónica de Oriol y es, por si aún no lo saben, nada más y nada menos que la presidenta del Círculo de Empresarios. Esta medieval señora no es partidaria de contratar a mujeres de menos de 45 años no se vayan a quedar preñadas y tenga que concederles el permiso de maternidad. Así que lo que propone es discriminar a las mujeres por razón de edad y contratar solo a aquellas mujeres que hayan superado la edad fértil, preocupada sin duda por las dificultades que tienen los mayores de 45 años para encontrar empleo.
Ni que decir tiene que los modernos y las feministas la han puesto a parir – y nunca mejor dicho – por sus planteamientos propios de la época de los reyes godos. Ella, sin embargo, no sólo no se ha inmutado sino que, después de asegurar que sus palabras se han descontextualizado, se ha reafirmado en sus posiciones y hasta se ha declarado satisfecha de “haber abierto el debate”. La señora de Oriol es reincidente en su pensamiento tridentino porque, no hace mucho, también dijo que los jóvenes sin formación “no sirven para nada” y encima hay que pagarles el salario mínimo. Después se disculpó y repitió lo de siempre: las declaraciones se han sacado de contexto.
Por fortuna para ella y desgracia para el resto, no está sola esta Juana de Arco en su lucha en pro de la castidad femenina así haya que cerrar los parques de atracciones por falta de críos que quieran visitarlos. Un concejal del PP en el ayuntamiento de Madrid ha despedido a una funcionaria de su departamento porque a esta mujer se le ocurrió la mala idea de traer un niño al mundo y, según su jefe, ya no rendía como antes en el trabajo. El tal individuo – por llamarlo de un modo benévolo – se llama Ángel Donesteve y sin cortarse un pelo vino a decirle a la funcionaria que le parecía maravilloso que hubiera tenido un niño pero que él necesitaba más esfuerzo y dedicación. Y menos mal que la funcionaria ni siquiera había pedido reducción de jornada para atender a su hijo, en cuyo caso el tal Donesteve, que a esta hora aún no ha dimitido, igual la obliga a ponerse el cinturón de castidad.
No se vayan que hay más: AENA, esa golosina que el Gobierno del PP está a punto de entregar a inversores privados, acaba de ser condenada por el Tribunal Superior de Justicia de Canarias por hacer lo mismo que el concejal de Madrid ha hecho con la funcionaria. Rechazó a una mujer que se había desplazado de Valladolid a Tenerife para presentarse a unas pruebas de selección de personal para el aeropuerto de Los Rodeos. Los examinadores le advirtieron de que siendo mujer y en edad fértil iba a ser difícil que la contrataran. Tal vez estaban pensando los examinadores o lo que fueran los individuos que la entrevistaron en recomendarle el cinturón de seguridad, pero no consta en la instrucción del caso que se lo llegaran a proponer. Sin embargo, no contentos con pintarle el panorama lo más negro posible, también le dejaron claro que ni encontraría colegio para sus hijos ni su marido hallaría empleo en la isla. Y para rematar le sonsacaron datos íntimos sobre la ligadura de trompas de su esposo que la mujer reveló a ver si así se apiadaban de ella y conseguía el empleo.
Pero ni por esas: se quedó sin trabajo y se volvió a Valladolid. Se equivocó: tanto ella como la funcionaria despedida por el concejal del PP de Madrid debían haberse mostrado comprensivas y dispuestas a firmar un contrato con una sola cláusula: “Me comprometo a llevar cinturón de castidad al menos hasta los 80 años”. Creo que les habría ido mucho mejor en este avanzado e igualitario país llamado España y hasta puede que la próxima Pasarela Cibeles presentara la nueva colección primavera – verano de cinturones de castidad para mujeres fértiles en busca de trabajo.
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