Al paso que vamos, la jubilosa jubilación terminará convertida en la miserable jubilación. De prisa y corriendo y sólo porque Bruselas está impaciente, el Gobierno español le ha encargado a un grupo de “expertos” un informe de cómo deberá ser el sistema de pensiones en un futuro bastante inmediato. Las excusas son múltiples pero las que tienen que ver con la caída de los ingresos de la Seguridad Social como consecuencia de la crisis y el aumento de la esperanza de vida son las que más se manejan por quienes aseguran que el sistema no se sostiene financieramente. Reunidos los expertos, entre los que no faltan representantes de las aseguradoras privadas, están a punto de parir un documento que enviarán al Gobierno para que este presuntamente lo consensue con la oposición y los agentes sociales. Si corre la misma suerte que la Ley contra los desahucios o la reforma educativa ya podemos irnos haciendo una idea del grado de consenso que alcanzará.
El documento en cuestión propone pasar a mejor vida la actualización automática de las pensiones de acuerdo con el IPC – que ya Rajoy eliminó este año por su cuenta y riesgo - y establecer su cuantía en función del nivel de ingresos de la Seguridad Social. Esto quiere decir que si los ingresos suben, las pensiones no lo harán nunca por encima del IPC y si bajan, las pensiones lo harán también hasta lo que estos expertos denominan “capacidad suficiente”, signifique eso lo que signifique aunque no parece que sea nada bueno.
Respecto al aumento de la esperanza de vida lo que se propone es postergar aún más la edad de jubilación en un país con más de la mitad de los jóvenes en paro. A esos dos elementos hay que sumar el número de años que se tendrá en cuenta para calcular la cuantía de la pensión que, de ampliarse más después de la reforma de 2011, presionará más a la baja lo que los pensionistas perciben mensualmente después de muchos años de trabajo y cotizaciones a la caja común de la Seguridad Social. Llama la atención que ninguno de los conspicuos expertos que analizan la sostenibilidad del sistema de pensiones en España haya planteado siquiera la posibilidad de financiarlas al menos en parte mediante impuestos como ocurre en otros países.
De lo que se conoce hasta ahora de sus propuestas y a expensas de lo que se apruebe finalmente, que previsiblemente no será muy distinto, cabe sacar algunas conclusiones. La primera es que el asunto tendría que estar siendo analizado en el marco del Pacto de Toledo con las fuerzas políticas y los agentes sociales y no en un foro de expertos por muy expertos que sean y a los que, en cualquier caso, siempre se les puede pedir opinión y asesoramiento. El Gobierno prefiere en cambio acudir con una propuesta ya cocinada y cerrada sin escuchar más alternativas, que las hay.
Tampoco ha explicado el Gobierno las prisas para modificar un sistema que ya se modificó – para peor – hace dos años como no sea por las presiones de Bruselas y – por qué no decirlo – de las aseguradoras privadas, que están ansiosas de “complementarnos” las raquíticas pensiones públicas del futuro próximo con planes privados en los que garantizan retiros dorados en lugares paradisiacos a quienes puedan pagarlos, claro.
La tercera conclusión y la más importante: con la excusa de la crisis, el Gobierno está socavando a conciencia otro pilar básico del estado del bienestar, las pensiones, o lo que va quedando de él. Que el sistema de pensiones tal y como está configurado en España sólo puede mantenerse si hay cotizantes a la Seguridad Social, es decir, si hay trabajo, es algo tan obvio que hasta sonroja recordarlo. Claro que un Gobierno que abarata el despido y que deprime la economía hasta simas insondables con sus recortes y ajustes ese tipo de obviedades no le deben de parecer tan evidentes. Así, en lugar de atacar la raíz del problema – el descomunal paro – ataca a los perjudicados – los pensionistas presentes y futuros. Cuestión de prioridades.