Se pongan como se pongan o lo digan como lo digan Rajoy o sus ventrílocuos en el Gobierno y en el PP, no es cierto que la situación socioeconómica española sea hoy mejor que hace año y medio, cuando Zapatero abandonó La Moncloa. El paro se ha incrementado en más de un millón de personas, la deuda pública se ha disparado, el mantra del déficit sigue fuera de control y la situación social se ha deteriorado hasta extremos cada día más graves. Aún así, continúa el PP y el Gobierno aferrándose a la “herencia” para justificar sus políticas de ajustes, recortes y reformas que, a la vista está, sólo han conseguido ahondar más el foso de la crisis. Las últimas previsiones macroeconómicas del propio Gobierno lo confirman por más que el presidente y los suyos intenten hacer creer que España ha recuperado credibilidad y confianza porque nadie pregunta ya por el rescate. ¿Y el de los bancos qué es: una ayuda a fondo perdido y sin condiciones?
Todo empezó hace ahora tres años cuando Zapatero, después de negar la crisis por activa y por pasiva y de camuflarla bajo el eufemismo de “desaceleración económica”, se cayó del caballo camino de Bruselas y compareció en el Congreso de los Diputados para anunciar un recorte de unos 15.000 millones de euros en el Presupuestos. El recorte se concretó en la congelación de las pensiones y la bajada salarial de los funcionarios, lo nunca antes visto. Después vino la primera reforma laboral que le costó una huelga general pero que se quedó a años luz de la del PP y que ha provocado también una amplia contestación en la calle.
Cuando Zapatero abandonó la Moncloa, algo que debió de haber hecho desde el momento en el que la política económica española quedó intervenida por los mercados y el presidente se convirtió en un mero ejecutor de la austeridad que ha impuesto Berlín hasta la fecha, el paro estaba en cinco millones de personas y el déficit público había escalado hasta el 9,4%, incluyendo las ayudas públicas que ya se habían dado a los bancos en un creciente proceso de socializar las pérdidas privadas y convertirlas en deuda de todos los ciudadanos.
Ante aquellas medidas con las que Zapatero cavó su propia fosa política y la de su partido, el PP, entonces en la oposición, respondió con una inusitada dureza y acusó al presidente de encabezar un Gobierno tutelado por Bruselas y los mercados, le afeó todas las medidas que había anunciado, dijo que si gobernaba nunca haría nada igual, exigió su dimisión y, en la correspondiente votación en el Congreso, votó en contra de ellas poniendo al país al borde del rescate financiero. Era la consigna de dejar que el país se hundiera que ya vendrían ellos a levantarlo.
Sin embargo, un año y medio después de que Zapatero hiciera las maletas y abandonara La Moncloa, el PP ha profundizado y endurecido todas y cada una de las medidas ensayadas casi a la desesperada y en contra de su voluntad por el presidente socialista; sólo que Rajoy y los suyos las aplican con total convencimiento y sin atender ni a la oposición, ni a los agentes económicos y sociales y mucho menos prestar atención al malestar social como no sea para demonizar a los que se atreven a manifestarlo en la calle. Pero los resultados están a la vista: la economía sigue en recesión, el paro se ha situado en 6,2 millones disparado por la agresiva reforma laboral de los populares y que ahora Merkel pide endurecer, la deuda pública ha seguido creciendo y el déficit ha llegado hasta el 10,6% incluyendo el generoso rescate a los bancos que, mientras, siguen sin dar crédito.
Y todo ello después de reiterados recortes en servicios públicos esenciales y subidas de impuestos que se prometió no aplicar nunca pero que ahora se prorrogan para lograr el desiderátum del cumplimiento del déficit, cada día más lejano cuanto más se retrasen las políticas de reactivación económica que prioricen la creación de empleo. Pocos meses después y tras conocer el déficit público que dejó el último gobierno de Zapatero, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría echó mano de la socorrida “herencia” y aseguró que si ella fuera socialista le “daría vergüenza salir a la calle”. Con las cifras de paro, déficit y empobrecimiento general del país después de un año y medio en La Moncloa, y sin entrar ahora en los casos de corrupción que afectan a los populares, ¿qué deberían sentir los dirigentes del PP y los miembros del Gobierno cuando salen a la calle?
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