Podrían ser muchas más pero sólo serán tres. Las tres se han producido el mismo día y demuestran que, cuando se trata de hurgar en los bancos, es imprescindible usar guantes y tocar las piezas con exquisita delicadeza, no vaya a griparse el sagrado sistema financiero.
La primera historia llegó ayer de Bruselas. La Comisión Europea le acaba de enviar una carta al ministro de Guindos para que le informe con todo lujo de detalles qué es eso de que en Andalucía – y puede que también en Canarias – los respectivos gobiernos autonómicos van a expropiar temporalmente el uso de las viviendas con las que se quedan los bancos después de echar a sus desahuciados inquilinos que no pueden pagar las hipotecas.
Preocupa mucho que esas decisiones contravengan las condiciones a cambio de las cuales se rescató a la banca española con 100.000 millones de euros. Tanta preocupación contrasta en cambio con el silencio cómplice de Bruselas mientras en España se aplicaba una ley hipotecaria abusiva de la que han sacado buena tajada los bancos. Si no llega a ser por un juez español y por la presión de la calle nada se habría hecho para ponerle coto a esa situación y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea no habría movido un dedo para sentenciar que la ley era contraria a la normativa comunitaria.
Con todo, el PP y el Gobierno, siempre tan respetuosos con lo que dicta Bruselas y afecta a los bancos, acaban de aprobar en solitario una ley antidesahucios que, aunque contenga pequeños avances, se queda a años luz de las demandas sociales.
La segunda historia tiene su origen en el Tribunal Supremo. Sentencia que las cláusulas suelo de las hipotecas de tres entidades bancarias no son válidas porque no se informó con claridad a los clientes de su existencia. Determina el fallo que la validez de tales cláusulas sólo se justifica siempre que el banco, entre otras cosas, le explique claramente al cliente que si el Euribor baja la cuota de la hipoteca sólo lo hará hasta un mínimo y que, en consecuencia, se encontrará con que su crédito a interés variable se convertirá por arte de magia en un crédito a interés fijo que sólo puede variar al alza.
Así que no vale camuflar la dichosa cláusula en un tupido bosque de letra pequeña para que cuele, aunque siempre podrá decirle al cliente que, o la acepta, o ya se puede ir a pedir el crédito a otro banco. Si bien sienta jurisprudencia, lo que no hace el Supremo es extender el alcance del fallo a las hipotecas con cláusula suelo del resto de las entidades que no eran objeto de este proceso. Y sobre todo, se cuida mucho de obligar a los bancos a devolver al usuario el dinero cobrado indebidamente a expensas de la cláusula suelo. La razón la expresa la sentencia de un modo un tanto enrevesado, tal vez para disimular un poco, pero se entiende bien: la retroactividad de la sentencia generaría el riesgo de trastornos graves con trascendencia al orden público económico. ¿Capisci?
La tercera historia es muy conocida, pero no está de más recordarla. Un estudio de FACUA – Consumidores en Acción difundido ayer concluye que los bancos nos cobran una media de 150 euros anuales en comisiones. Puede ser por una transferencia, un descubierto o simplemente por hacernos el favor de guardarnos los ahorrillos, aunque luego venga la troika y como en Chipre reclame su parte del botín. España es, después de Italia, el país con las comisiones bancarias más altas de la Unión Europea. Bruselas prepara una normativa para exigir transparencia en este campo y posibilitar que los consumidores puedan cambiar de banco con facilidad….y seguir pagando comisiones desorbitadas por conceptos muchas veces incomprensibles.
El banquero Rothschild dijo una vez: “Denme el control financiero de una nación y ya no me interesará quién haga sus leyes”.
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